Episodio 5

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Advertencia: Este capítulo podría no ser apto para personas sensibles. A pesar de que no se narrará de manera explícita, se harán referencia temas como ataque de pánico y autolesiones. Si deseas continuar, te pido por favor que lo hagas con precaución y si es necesario, pausa tu lectura. 


Jimin tuvo la intención de formular alguna frase, pero en un abrir y cerrar de ojos presenció como su padawan le daba una fuerte tacleada a Yoongi, cayendo ambos al suelo. Jungkook hábilmente sacó las esposas desde su cinturón, amarrándole los brazos a la espalda. Antes de pararse, aprovechó de arrevatarle los sables de luz.

Jimin no entendía nada.

—¡Ja! Te tengo —soltó Jungkook victorioso. Jimin sintió todo demasiado irreal — ¿Maestro, estás bien? —volvió a hablar.

—Emm... sí, estoy bien —comenzó a despabilar — ¿Qué piensas hacer con él? —preguntó mientras fruncía el ceño.

—¿No es obvio? Tenemos que llevarlos al Templo, ya informé —contestó orgulloso.

—¿Llevarlos? ¿Tienes a alguien más? —inquirió con sorpresa.

Jungkook miró a su maestro con una sonrisa tan grande que no pudo ocultar su felicidad. Jimin, en respuesta, pestañeó repetidas veces.

Sí.

En definitiva, estaba muy confundido.

—Atrapé al otro sujeto que estaba con este —señaló a Yoongi, que aún se encontraba boca abajo en el suelo — ¿Por qué? ¿Hice algo mal? —Jungkook tenía miedo de decepcionar a Jimin.

—No, para nada... pero será mejor que salgamos de aquí, antes de que llegue alguien más.

A Jungkook le llamó la atención la extraña actitud de su maestro, pero no le tomó mayor importancia, de seguro estaba así por el reciente combate. Levantó a Yoongi del suelo y emprendió camino en dirección a donde se encontraba la nave.

Jimin dio un último vistazo al cuerpo inerte del Cuerno de Barro, para luego caminar detrás de ellos.

El atardecer era espectacular; el sol brillante y anaranjado comenzaba a descender por el horizonte, creando un cielo lleno de colores vibrantes. Las dunas de arena dorada y las rocas formaban sombras largas y oscuras. La brisa era suave, trayendo consigo el aroma de la tierra y del aire fresco del desierto.

Una vez llegaron al lugar, Jungkook se dispuso a abrir la compuerta de la nave. Se sentía demasiado bien hacer este tipo de misiones, ya estaba deseando volver a repetir algo así.

Cuando aterrizaran en Coruscant no pararía de alardear de lo sucedido, claro, cambiando un poco la versión de la historia. Por supuesto que no le contaría a sus amigos que se equivocó al ingresar las coordenadas, y mucho menos que su oponente se rindió.

Su dignidad iba primero.

Obvio.

Caminó por el pequeño pasillo de la nave en dirección a la celda. Éste se encontraba iluminado por una luz tenue, las paredes estaban revestidas con paneles de metal pulido, haciendo que el lugar emanara un brillo único. El sonido de sus pasos resonaban en el silencio, interrumpidos sólo por el suave zumbido del motor. Yoongi, por el contrario, arrastraba sus pies resignado.

Apenas Jungkook abrió la puerta de la celda divisó a Taehyung, éste se hallaba sentado en un rincón abrazando sus piernas y con su rostro hundido en el hueco de sus rodillas. El joven al escuchar el sonido de la compuerta, levantó la mirada para ver de quien se trataba.

—¡Al fin volviste! —le gritó mientras hacía el amago de pararse.

—Si, y te traje un amigo —le brindó una sonrisa socarrona.

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