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Debajo e inexplorado
Islas y ciudades que he mirado
Aquí vi
Algo que no pude pasar por alto

. . .

Al acercarse confirmó sus sospechas. Ahí estaban, el viejo Totosai haciéndole compañía a esa niña. Entrometida por cierto.

Fue difícil ocultar su sorpresa, al principio, al ver que ella terminaba de arreglar un ramo de flores nuevas en honor aquella tumba.

─ Que bueno verte de nuevo, ha pasado tiempo. ─ Para ese entonces Totosai ya se había percatado de su presencia.

Kagome se levantó de inmediato. Ahora si vestía apropiadamente, abrigada como correspondía. Se compuso, sonrió e hizo el saludo hacia aquel niño.

─ ¡Buenas tardes, Sesshomaru! ¿Está bien si te digo así?

─ Da igual. Si no mal recuerdo tu nombre era Higurashi...

─ Mi nombre es Kagome.

─ Pero no recuerdo haberte dicho mi nombre en algun momento.

─ ¡Hace mucho frío, eh! ─ Totosai rió junto a su intento de desviar el tema. Mientras observaba la nieve del suelo. Limpió con su mano el resto de nieve de una tumba cercana.

Sesshomaru no tuvo mucho que decir al respecto. Su atención estaba mejor enfocada en aquella acción que llevaron a cabo en su ausencia.
Sentimientos encontrados, inexplicables.

─ ¡Pase por aquí casualmente hace días! El señor Totosai me dijo que habías dejado de venir por un tiempo, así que el cuidó de la tumba mientras tanto. Pero no tenía flores para dejarlas. Me dijo que podía traerlas hoy, si quisiera, y yo quise.

La mirada del chico mayor estaba enfocada en las florecillas azules, nuevas y frescas, coloridas, haciendo un contraste maravilloso visualmente contra el ambiente invernal. Digno de algun cuadro.

─ ¿No estás pensando de quitarlas verdad? Luces molesto.

Abandonó su distracción para enfocarse en Kagome. Estaba siendo muy maleducado últimamente.
No, no estaba molesto, al menos no con esa niña que parecía querer ayudar. Estaba molesto consigo mismo. ¿Podría admitirlo en voz alta? Era un maldito orgulloso.

─ No, está bien. ─ se limitó a responder. ─ Esta vez no pude traer nada. Y no sé si volveré en algún tiempo. Así que no te moleste en vaciar tu jardín por esto.

─ Tu trajiste lo más importante en realidad.

Sesshomaru no entendió a que se refería. O más bien,  lo ignoraba a propósito. Odiaba lo emocional, lo cursi. Como detestaba todo lo sentimental.

─ Tu presencia. ─ la niña prosiguió, dio la respuesta. ─ No conozco su historia, pero creo que fueron buenos amigos ¿No? Seguramente eres tú quien importa, más que cualquier cosa que pudieras haber traído.

Es tan dulce, tan tierna, tanto que duele. Es demasiado, no lo merece. No merece recibir aquella compasión. No después de haber sido tan malo. Tembló, cualquiera fuera de la escena creería que probablemente fuese por el clima frío. No era así, era la tristeza, el enojo, la impotencia.

─ ¿Qué tal si les invito a una taza de té caliente? Vamos, aquí afuera terminarán enfermando. ─ por suerte, Totosai era un hombre sabio y maduro, percatandose de inmediato que posiblemente, no esté listo para escuchar esas palabras.

...

Prácticamente era su vida entera.
Días después, Sesshomaru estaba dando el último adiós al hogar que le dio cobijo tantos años. Estaba en el patio trasero solo, mientras los demás niños jugaban. Si no fuera por la tierra húmeda, se hubiera arrodillado ante aquella pequeña tumba improvisada. Seguramente, el señor Sapito ya se hubiera hecho uno con la tierra de la que provino. ¿Su alma también pudo ser liberada?

Ese animal, al cual no aceptó al principio. No pudó evitar recordarlo con añoranza. Después de todo, él había ayudado a unirlos un poco más. Quiere creerlo. Habían pasado buenos momentos, sin duda.

Es tan extraño como puede recordar con cariño a Jaken y no con dolor. ¿Así se sentía superar una muerte? Recordó que los primeros días sin él fueron un tanto grises. Su muerte natural era inevitable. Nadie tuvo la culpa, sólo había cumplido con su ciclo. Era la vida sin él.

Quiso golpear su cabeza contra el césped. ¿En serio comparaba la muerte de un sapo con el de una persona? Por supuesto, lo sabía, sabía que no lo superaría. Al menos no ahora.

¿Cómo puede existir alguna versión suya en el futuro que no sienta el dolor? ¿Sería el olvido?

─ Sesshomaru ¿Planeas llevarte también la tumba de Jaken? ─ La voz de la Nana Kaede se oyó a sus espaldas. Por supuesto, aquella pregunta era una broma.

─ ¿Puedo? ─ Sesshomaru también intentó bromear a cambio.

Con tal de aliviar la tensión. Aun no logro disculparse con la Nana. Ni con Meiyou. Necesitaba una oportunidad. Era demasiado difícil tomar la iniciativa.

─ No. Además, nunca te ha gustado la tierra ni los sapos. Creo que definitivamente no sería de tu agrado los restos de un sapo envueltos en tierra. ─ Rió.

Sesshomaru rió, suavemente. Al menos era algo.

...

Era el momento del adiós. Estaba listo, al menos superficialmente. Disociando. Los demás parecían cachorros emocionados, más emocionados que él y era un hecho.

Sesshomaru observó las flores de papel que habían en una maceta.
Era la única cosa que no pudo esconder entre sus pertenencias.
Eran las flores que hizo para ella.
Si se las llevara. ¿Qué recuerdo les quedaría a ellos? Lo pensó. Quizás debía dejarlas y sea bueno.

No puede verlas por más de cinco minutos sin que se le formé un desagradable nudo en la garganta.

...

─ El señor Doragon será tu padre de ahora en adelante. Espero puedan llevarse bien.

─ Me esforzaré. ─ Sesshomaru le respondió ahora a su ex Nana.

─ Él ya está aquí. ─ Meiyou informó a través de la puerta de la oficina.

─ ¿Puedes decirle que espere unos minutos? ─ fue una petición de parte del niño. Sorprendió a ambas, Meiyou no pudo negarse.

─ ¿Hay algo de que quieras hablar antes de marcharte? ─ Kaede preguntó una vez que la señorita cerró la puerta.

Sesshomaru se puso de pie, había practicado en su mente que decir. Las palabras ahora no le salían, no con ese maldito nudo en su garganta. Odiaba esto. Ya no era un niño. Y aún así, no tenía el control sobre si mismo. Solo dejó que su cuerpo guiara sus pasos hacia la mujer mayor, quien lo recibió con los brazos abiertos.

Dándole un ultimo cálido abrazo.
No importa como fuese la relación entre él y su futura nueva familia. No habría otra abuela como Kaede.

Por esa vez pudo dejar el orgullo de lado, una vez más, abrazar a esa figura materna que cuidó de él hasta el final.

Aquellas ancianas manos aun tenían la firmeza y el amor para abrazarlo, acariciarlo, palpar su espalda y hacerlo sentir querido. Entregarse a un abrazo era su forma de disculparse, su forma de corresponder al cariño. Kaede lo sabía perfectamente.

Al final, también pensó en que debería darle un abrazo a la señorita Meiyou, pero se limitó a darle unas gracias y un saludo más normal. Más que nada, era su primera sensei.
O una especie tía a la cual apreciar.

El sentimiento de la renovación, de la esperanza algún futuro benévolo.
Era mucho mejor que pensar en su dolor. Haría lo que fuera por mantener su mente ocupada.

─ Señor Doragon Kirinmaru, le encargamos a nuestro querido Sesshomaru. Cuidelo mucho. Sé que estará orgulloso de él.

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