𝐈𝐈𝐈. 𝐂𝐨𝐜𝐭𝐞𝐥

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Aemond caminaba por la avenida con café en mano, poniendo cara de pocos amigos y maldiciendo sus decisiones de vida. Había acomodado su agenda laboral sobre la idea de reunirse con Luxury en algún momento de la tarde, pero desde que comenzó su turno no recibió más que insistentes llamadas de Alys, alegando que lo mejor sería hacer una junta matutina: decía que "Lux" estaría demasiado ocupado en la noche con sus asuntos y que en la tarde vendría el jefe del muchacho a supervisar que todo estuviese en orden, por lo que el tiempo era un asunto primordial. El acoso fue tanto que no tuvo más opción que acceder, resignado a acoplarse a los caprichos, horario y estilo de vida que le quisieran imponer. Lo último que quería era parecer sospechoso, con su teléfono sonando y siendo colgado cada cinco minutos como si fuese un criminal.

Salió a pie de la estación, esperando ganar un poco de tiempo a la vez que evitaba tener que dejar su auto a merced de extraños; también le daba pie a pensar que debería preguntar una vez estuviese adentro, hasta dónde irían sus atribuciones o hasta qué punto tendría voz y voto en lo que sucedería en los próximos días. Independiente de la situación, la cosa no le pintaba nada bien, empezando por la hermética e inusualmente cerrada puerta del local de Alys. Aemond tocó un par de veces con la mayor discreción, esperando impaciente alguna señal de vida.

—¿Alys? ¿estás ahí? —Aemond preguntó en voz baja, pero golpeando la puerta con mayor insistencia. Su pie derecho se movía inquieto, mientras se cuidaba de llamar la atención de observadores poco convenientes.

Justo cuando pensaba en dar la vuelta para marcharse, Alys apareció tras el chirrido del metal oxidado junto a la madera vieja. Aemond la saludó entre dientes por pura educación, aunque se sintiera más amargado de lo normal. Ella lo agarró de la gabardina, tirando para hacerlo entrar a la casa sin tantas formalidades.

Recta y altiva como una garza en busca de presa, Alys escaneaba el exterior para alertar la presencia de demás depredadores. —¿Nadie te ha seguido? —cuestionó de manera autoritaria, frotándose las manos para conservar el calor.

—Las calles están vacías a esta hora de la mañana, habría notado si alguien estuviera comportándose de manera extraña a menos de dos metros de mi.

—Bueno, no tengo más alternativa que confiar en tu experiencia —comentó sin mofa—. Espero que hayas traído dinero, porque necesitas pagarme los 100 que te presté la última vez y lo que sea que gastes hoy en Luxury.

—¿Disculpa? —fue lo único que pudo decir, más confuso que ofendido.

—Pues así como lo oyes —afirmó Alys, tomando entre manos una bandeja con tres tazas—. Ya te dije que Lux tiene un patrón...jefe...proxeneta, como quieras decirle. No puedo sacarlo del burdel sin una buena excusa y sin una buena cantidad a ofrecer como garantía de que va a regresar en condiciones; puede que me tengan la confianza suficiente para obviar el asunto de la garantía, pero eso no significa que no deba pagar por él.

Aemond suspiró y se frotó el ojo, sin ánimos ni argumentos para discutir lo predecible: el maricón era un producto, y como tal se pagaba su uso. Y claro, todo gasto debía correr por cuenta del pobre idiota que necesitaba de sus servicios...aunque fuesen meramente informativos.

Alys le sacudió el brazo con afecto, para devolverlo a la realidad junto a las siguientes palabras: —Lux te está esperando arriba, ven.

Caminó detrás de ella, aún con el vaso de café en la mano. Trató de beber otro sorbo de ese néctar oscuro, pero solo sintió una ola helada e insabora cruzar por su garganta: otro frío océano de cafeína que ningún efecto le surtía ya.

Aemond estaba tan ensimismado que ni siquiera se percató de haber sido dejado atrás, más enfocado en aquellos cristales que decoraban las paredes de la casa; le recordaban a los vitrales de siete colores que iluminaban los septos y que su madre guardaba en forma de miniaturas para su propio altar. El sol de verano solía sacar a la luz sus reflejos más vibrantes, pero hoy no se percibían de ellos más que unos opacos tonos violáceos, grises.

𝐋𝐮𝐱𝐮𝐫𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora