𝐕𝐈. 𝐁𝐫𝐚𝐧𝐝𝐲

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El aroma a pan recién horneado alertó los sentidos de Lucerys, algo que parecía complementarse con el lejano bullicio de risas y choque de trastes. Se revolcó un par de veces en su propio lecho, queriendo cubrirse el rostro de la luz a la vez que buscaba la posición más cómoda para volver a dormir...al menos hasta que su madre viniera a levantarlo para ir a sus clases.

—¡El niñito ya se despertó!

A esa voz desconocida le siguieron varias más, obligando a Luke a abrir los ojos poco a poco. La cabeza le dolía, pero la molestia era poca comparada con tener que frotar sus párpados para despegarse las pestañas; Aemond decía que eran bonitas, así que por nada del mundo quería echarlas a perder.

—Buenos días, chiquilín —lo saludó una mujer de rostro pintado, quien le pellizcó la mejilla—, ¿Cómo te llamas? ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? El jefe no nos dijo mucho, aunque-

—¡Ya, Lyla! No abrumes a la pobre criatura, ¡mira la cara de confundido que tiene! —interrumpió una voz masculina, proveniente de otra mujer muy bien arreglada. Luke no se lo pensó mucho ni se lo cuestionó, pues supuso que era igual a los amigos que su padre le presentó hace unos días.

Ambas eran lindas, pero eso no le ayudaba a saber qué hacía él en medio de un salón verdoso, acostado en un sofá largo mientras un montón de desconocidas lo rodeaban. Lucerys bostezó, rebuscando entre las mantas—...¿Dónde está Arrax?

—¿Quién?

—Mi osito.

La avalancha de mujeres se miraron entre ellas, cuchicheando con pesar. Viendo que ellas estaban igual de perdidas que él, trató de recordar que había sucedido la noche anterior y como fue que terminó en esta situación, pero no consiguió nada claro. El niño se sintió nervioso ante tanto misterio, y sin tener claro el motivo, rompió en llanto.

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Después de que el detective se le perdiera de vista, Luxury se dedicó a tratar de recordar. Solía luchar con la idea de amar o de odiar las lagunas mentales que acompañaban las memorias de sus años infantiles, pero a veces se volvía más complicado batallar con la propia incertidumbre, con las pizcas de duda que lo hacían preguntar que tan bueno era no recordar del todo las cosas; lo que su jefe le contaba de su familia no parecía ser el mejor de los panoramas, sin embargo, a veces le era imposible no cuestionarse partes de su propia historia, en especial mientras hojeaba revistas viejas y notaba lo costoso que era un osito de peluche en aquello tiempos. Porque si le quedaba algún recuerdo propio de su llegada al burdel, era el de buscar con desesperación a su oso. Arrax. Siempre se preguntó qué significaba ese nombre tan peculiar, pero él era el único que lo sabía...y a la vez no.

Suspiró, guardando los restos del chocolate para más tarde. No había caso en forzar tales cosas que jamás eran concretas, en especial cuando estas le llegaban en el momento menos esperado.

Sacando la tierra de sus zapatos y de su vestido, Luxury se preparó para volver a la fiesta, rogando en silencio para que a ninguno de los gemelos Lannister se le ocurriera cometer la imprudencia de mencionar a su acompañante frente a la Serpiente Marina. No faltaban rumores sobre aquel hombre, quien –algunos decían– llegaba a ser tan cruel como benevolente, y lo último que deseaba era meterse en más problemas de los podría tener si quedaba al descubierto.

—Niño —cual invocación, Corlys Velaryon apareció detrás suyo. Luxury se volteó, pasando saliva e intentando detener el temblor de sus manos—. Buenas noches, Lux, ¿sabes algo de Alys? Intenté llamarla toda la tarde, pero no respondió. Me preocupa que le haya pasado algo.

𝐋𝐮𝐱𝐮𝐫𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora