𝐈𝐗. 𝐑𝐨𝐧

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Otorgarle un nombre a sus emociones nunca había sido su fuerte, pero Aemond no creía que odiar a su familia; no le gustaba mucho convivir con ellos ni con otras personas en general, eso era algo diferente. Sin embargo, seguir evitando a su jefe le colocaba una guinda sobre la cabeza. Tal muestra de rebeldía lo dejaba en una posición más llamativa de la que acostumbraba, con un desasosiego de no saber que tanto sospechaba Velaryon de a su cambio de actitud –que, según le dijeron, no pasó desapercibido para el mismo hombre– o de sus constantes ausencias del trabajo sin motivo justificado. La última vez que hablaron fue hace poco menos de dos semanas, para preparar el operativo que lo libraría del caso Lannister y de sus juramentos del deber, desde entonces lo evadía como a una plaga.

—No creo que Tyland vaya a ir —desde la otra línea, Lux murmuró entre dientes—. La noche de la fiesta me dijo que ya sabía que eras una espía y que su hermano se merecía la emboscada por imbécil...no creo que sepa que Corlys Velaryon tiene las manos ahí.

—Solo bastará con prometerle a Jason una rebaja en la pena para que lo delate, yo no me preocuparía por eso.

Las llamadas matutinas de Luxury se volvieron parte de su rutina de manera tan natural que ni siquiera tuvo motivos para cuestionar cómo es que terminó siendo tan amigo suyo. Lo peor del asunto era su propia insistencia en esperar su llamada antes de salir de casa y en quedarse más tiempo hablando de lo apropiado; y de hecho, ya iba unos 30 minutos tarde a la reunión familiar. No le importaba tanto como pensaba que debería.

escuchó a Lux tararear inseguro, Aemond ya sabía que iba a preguntar, lo venía cuestionando desde que comenzó la llamada. —...¿Y sí es seguro?

—Tan seguro como tus escapadas para hablar conmigo —intentó bromear, sin mucho carisma—. Es parte de mi trabajo, hace bastante dejé de tenerle miedo a las redadas.

Luego de explicarle durante otros 10 minutos que todo iba a estar bien, la llamada finalizó con la promesa melosa de que tendría cuidado. Por más preocupado que pudiera estar de forma genuina, Aemond no lo culpaba por angustiarse ante la idea de perder al hombre que significaba su libertad. Y no es que él quisiera jugar al caballero blanco de brillante armadura, pero si moría, ¿quién más iba a ofrecer un trato de tales números a Luxury? Hasta él se sentía mal con el pensamiento.

Acarició el lomo de Vhagar por última vez, asegurándose de que tuviera comida y agua suficiente en caso de no volviera a casa esta noche. Ella era fuerte, no por nada era una oficial retirada de las fuerzas especiales.

Los recuerdos que tenía de los meses posteriores al secuestro no le parecían una narración muy confiable, sin embargo, el exilio que le Viserys le impuso a Daemon y Rhaenyra luego de su matrimonio sorpresa no fue sencillo de olvidar. Ambos se recluyeron en Rocadragón, un antiguo chalet que no le quedaba debiendo lujo alguno a la casa principal, junto al resto de su numerosa prole; las tensiones entre su padre y la pareja se desvanecieron tras el nacimiento del primer hijo de ambos, pero nada los pudo traer de regreso a la fortaleza. Aemond sabía que la razón era la misma que lo sacó de allí en cuanto cumplió los 18 años, su media hermana no lo pudo haber dicho mejor: demasiados recuerdos. En todo caso, debía admitir que Rocadragón tenía también su encanto, además de cierta calidez de las otras mansiones de la zona carecían.

—Buenos días, primo, pasa —lo recibió Rhaena, bastante más amable de lo que hubiese esperado dado sus antecedentes con Vhagar—. Los muchachos están en el patio, por si te quieres unir.

—Rhaena, ¿te puedo pedir un favor? —Aemond se dirigió a la joven, con una ocurrencia repentina en mente.

Entre sus planes a corto plazo no estaba morir, no antes de saber qué demonios pasó con Lucerys y mucho menos a manos de un esperpento tan vulgar como Jason Lannister, pero la incertidumbre que acompaña a su profesión le impedía dejar cabos sueltos. La única persona en la que confiaba hoy por hoy –por risorio que fuera– era Luxury, pero él tenía sus límites, no podía simplemente pedirle que cumpliera sus últimas voluntades; y su madre no lo haría, ella no se involucraría en esas cosas ni él la pensaba involucrar. Además, Rhaena y su sobrino siempre se la pasaban juntos, eran cercanos y eso lo llegó a irritar en su momento, pero ahora lo veía un tanto diferente.

𝐋𝐮𝐱𝐮𝐫𝐲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora