Tamar: (irritada) Padre, Betsabé ha vuelto. Ya ha pasado un mes desde que te visitó por primera vez. Desde entonces, habéis paseado, habéis leído y habéis entonado música juntos. Te ha acompañado en todo lo que tu corazón necesitaba, ¿qué querrá ahora?
David: dile que pase.
Leví: Tengo el honor de anunciar la llegada de Betsabé (sale de la escena).
Betsabé: Buenos días, David. Buenos días, Tamar.
Tamar: Me voy, padre, no vaya a ser que mi presencia os incomode (mira con los brazos cruzados a Betsabé un par de segundos y se va).
David: ¿Y bien? ¿Qué sucede, querida?
Betsabé: David, lo que te voy a decir no te va a gustar para nada, pero es importante que te lo diga. Estoy en cinta, y el hijo que llevo en mi vientre es tuyo.
David: ¿QUÉ? (con tono de preocupación) Debes de estar de broma, debes de estar de broma (se lleva las manos a la cabeza).
Betsabé: Lo que te digo es cierto, amado mío. Y cuando nazca el niño, todos sabrán de nuestra relación.
David: No mientras yo pueda evitarlo. Mandaré buscar a tu marido y lo convenceré de que descanse y que esta misma noche haga el amor contigo. Así creerá que el niño es suyo y ninguno de los tres habremos sido deshonrados.
Betsabé: David, ¿sabes lo que estás diciendo? Primero pecaste haciendo el amor conmigo y ahora pecarás mintiendo a un hombre bueno. Pecarás doble. Un hombre como tú debería conocer a la perfección los diez mandamientos.
David: (agitando nerviosamente los brazos mientras anda por la estancia) los conozco a la perfección, querida, los conozco a la perfección, pero no se me ocurre otra cosa que podamos hacer.
Betsabé: he estado viniendo continuamente para verte desde aquella noche, y nunca pensé que de tu boca saldrían esas palabras. Creía que te conocía bien. Creía que estabas suficientemente enamorado de mí.
David: Y lo estoy, pero si descubren que el niño es mío, a ti te apedrearán hasta matarte y a mí me quitarán el trono, y posteriormente me condenarán a muerte por ir en contra de la ley de Dios. No nos queda otra opción que mentir si queremos vivir.
Betsabé: haz lo que tengas que hacer, David. Pero por favor, que no le ocurra nada a mi marido. Aunque he descubierto que realmente te amo a ti, él es un buen hombre y una gran persona. Por nuestro amor, no le toques ni un pelo de su barba.
David: No te preocupes, amada mía. Vete y no te preocupes de nada (se va Betsabé y entran Aarón y Leví).
David: Aaron, Leví, debéis ir al campo de batalla y buscar a Urías inmediatamente. Corred como el mismo viento, pues es de suma urgencia.
Aaron y Leví: entendido, majestad (David se va murmurando).
(Aaron y Leví pasean por el escenario)
Leví: Urías, Urías, amigo, ¿dónde estás?
Aaron: Urías, aparece, por favor.
Leví y Aarón: ¿Dónde estás, soldado?
Urías: Leví, hermano de otra madre, estoy aquí ¡Cuánto tiempo sin verte, amigo! (se abrazan)
Leví: es un placer para mí también volver a verte, pero te buscamos de urgencia. El rey ordena que vayas a palacio ahora mismo.
Urías: ¿Qué desea de mí el rey?
Aarón: No lo sabemos, pero está impaciente por que vayas cuanto antes. Vamos, que o vas o vas, no tienes opción.
Urías: Bueno, pues si tengo que ir, voy, pues palabra de rey hay que cumplirla. No creo que por un soldado que falte en el combate se pierda la guerra.
Leví: Venga, al palacio. Corramos
(Empiezan a dar vueltas por el escenario. Entra David)
David: Levi, Aaron, iros (se van los dos)
Urías: (se arrodilla) majestad, es un honor estar frente vuestra. Sois el soberano que todo hombre querría obedecer.
David: Levanta, Urías, ponte en pie. He oído de tus hazañas en el combate, por lo cual he querido llamarte (está nervioso).
Urías: ¿De verdad, amado rey, has escuchado mis logros en el campo de batalla? Me siento muy honrado, se lo juro, pues vos sois el ídolo de todo hombre que habite en Israel, se lo prometo (se agita con alegría).
David: Así es, Urías, eres un gran guerrero, por lo cual te concedo dos días de descanso. Come, bebe y haz el amor con tu mujer. Sobre todo esto último, tras meses en el frente necesitarás la compañía de tu amada.
Urías: Aceptaré descansar, comer y beber, pero no hacer el amor con mi mujer, majestad.
David: (alarmado) ¿Por qué, Urías? ¿Acaso no amas a tu mujer? Pues por lo que sé, ella te admira como marido devoto que eres.
Urías: claro que sí amo a mi mujer, mucho más que a mí mismo, como debe ser, pero la ley de Yahvé dice que un soldado no puede hacer el amor con su mujer hasta que la batalla haya sido ganada, y la batalla en la que nos encontramos aún no ha sido ganada. La ley es la ley, y ni siquiera vos, el hombre más poderoso del mundo, debe romperla.
David: No importa que no respetes la ley de Yahvé una única vez, Urías. Te has ganado el amor de nuestro dios, y él sabrá perdonarte algo así, no me cabe duda. Tenemos muchas cosas que agradecerte aquí, en Jerusalén, así que yo, David, rey de Israel, te concedo el derecho de saltarte la ley por esta vez. No serás juzgado por esto.
Urías: Lo lamento, majestad, pero si Yahvé nos protege a cambio de cumplir su ley, no debemos ser imprudentes y pasarla por alto. Un hombre imprudente es como una vaca sin leche, un lastre total.
David: (se sienta en el trono abrumado) en ese caso puedes retirarte. Te permito hacer lo que creas conveniente en tus dos días de descanso (se va Urías). ¿Es este un castigo por mi lujuria, señor? (se levanta y se va)
(entran a escena los amonitas)
Senaquerib: Ah, mi querido Sargón, estos hebreos no sabe de lo que podemos llegar a hacer los amonitas. Pronto llegarán más soldados aliados y podremos aplastar a estos israelitas. Los filisteos se sienten incomodados por los hebreos, por lo cual colaborarán. Y los persas saben que si no los invadimos nosotros, sus aliados, pronto lo harán lo egipcios, y te aseguro de que si cruzan Israel estamos muertos, nunca mejor dicho.
Sargón: Estoy seguro, Senaquerib, que estos hebreos caerán pronto. Tienen fe en un dios que supuestamente los liberó de Egipto. Mentiras diría yo. Su dios no es tan fuerte como nuestras espadas y nuestros arcos. Dicen que su dios los protege, pero lo mismo pensaron los troyanos de Apolo y fueron aplastados por los griegos, aunque no habrían caído si no fuera por la muerte de Héctor, el domador de caballos, a manos de Aquiles, el de los pies ligeros.
Senaquerib: Su dios es débil. No conoce nuestra furia. Por no decir que nosotros tenemos carros de guerra mientras que ellos luchan casi todos a pie. Eso nos da ventaja.
Sargón: Pronto serán nuestros siervos, y no hay dios alguno que nos lo impida (se van riéndose a carcajadas).
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Aleluya.
SpiritualEsta es una obra de teatro que narra lo acontecido al rey David al enamorarse de una mujer que ya estaba casada con otro hombre. Más allá del significado religioso, creo que es una hermosa obra sobre cuán destructivo puede ser el amor. De esta histo...