Joab: Majestad, traemos noticias sobre el combate.
David: ¿Y bien?
Joab: Hemos tenido muchas bajas, majestad. Los amonitas supieron penetrar bien en nuestras filas. Pero finalmente pudimos repelerlo. Perdimos demasiados hombres a mi parecer.
David: ¿qué ha sido de Urías el hitita?
Leví: ha muerto. Solo, abandonado y sin que nadie pudiera ayudarlo.
David: entonces, llama a Betsabé, Leví, pues mañana se desposará conmigo.
Leví: (le mira con dureza) que así sea, majestad (se van Leví y Joab).
Aarón: Majestad... ¿por qué?
David: he hecho lo correcto. Ahora podré desposarme con la mujer a la que amo. Urías ha muerto como un héroe, Betsabé no será castigada por infiel y a mí no se me arrebatará mi trono y la mujer a la que amo.
Aarón: ¿A qué precio?
Natán: (entra a escena) El precio lo diré yo.
David: Bienvenido seas, Natán, voz de Yahvé entre los hombres. ¿Qué te trae por aquí?
Natán: Vengo a contarte una historia. Había en una ciudad dos hombres, uno rico y otro pobre. El rico tenía ovejas y vacas en gran cantidad. El pobre no tenía nada, a no ser una sola corderilla que él había comprado. Él la había criado y había crecido con él y con sus hijos; comía de su pan, bebía de su vaso y dormía en su seno. Llegó un huésped al hombre rico, y este no quiso tomar de sus ovejas ni de sus bueyes para servir al viajero que había llegado a él. Robó la corderilla del hombre pobre y se la sirvió al hombre que había llegado a él.
David: (furioso) Viva Yahvé, que el que ha hecho tal cosa es digno de muerte, y pagará cuatro el valor de la corderilla por haber hecho esto y haber obrado sin piedad.
Natán: ¡Tú eres ese hombre! Así habla Yahvé, Dios de Israel: Yo te ungí por rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; te he dado la casa de tu señor y puse en tus brazos las mujeres de tu señor, y te he dado la casa de Israel y de Judá y, por si esto fuera poco, te añadiré esto y lo otro. ¿Por qué, pues, has despreciado a Yahvé haciendo lo que le desagrada? Mataste con la espada a Urías, el hitita, y tomaste por mujer a su mujer. ¡Tú lo mataste con la espada de los amonitas! Ahora no se apartará nunca de tu casa, pues tus Amnón y Absalón morirán por la espada antes que tú y tu hija Tamar será deshonrada por uno de tus hijos.
David: (llevándose las manos a la cara y poniéndose de rodillas) He pecado contra Yahvé.
Natán: Yahvé, por su parte, ha perdonado tu pecado. No morirás. Pero como has ofendido a Yahvé con este asunto, morirá el niño al poco de nacer.
David: No, por favor, que no sea dañado el niño.
Natán: La sentencia ya se ha escrito (se va).
Aarón: ¿Qué haréis ahora, majestad?
David: Aferrarme a mi fe. Rezar es lo único que me queda si quiero salvar al niño.
Aarón: Señor, ya habéis oído a Natán, el niño morirá al poco de nacer. Yahvé no va a dejar impune tu pecado.
David: Daré lo mejor de mí. Nuestro señor misericordioso me sabrá perdonar. Yo soy el único culpable de lo sucedido, y debo pagar yo por el daño.
Aarón: Señor, si yo pudiese hacer algo...
David: No, no puedes hacer nada. Esto es algo entre Yahvé y yo. Debo mostrar el hombre que soy realmente.
Aarón: Que así sea (se retira).
Rabino: Ya está todo preparado para el casamiento, Señor.
David: Que Yahvé nos proteja (se van).

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Aleluya.
EspiritualEsta es una obra de teatro que narra lo acontecido al rey David al enamorarse de una mujer que ya estaba casada con otro hombre. Más allá del significado religioso, creo que es una hermosa obra sobre cuán destructivo puede ser el amor. De esta histo...