Escena 3.

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(en el salón del trono. David está sentado)

Absalón: (entrando con Amnón) Padre, la batalla hemos ganado ya, pero los amonitas traen refuerzos. Queríamos dedicarte esta victoria.

David: Bien hecho, hijos. Estoy orgulloso de vosotros.

Amnón: Sobre todo de mí, ¿verdad, padre?

Absalón: Cállate, Amnón. Tú no hiciste nada en el combate mientras que yo lideraba los ejércitos.

Amnón: Cállate, burro. No puedes infravalorar a alguien tan perfecto como yo.

David: Callad los dos. Conocéis bien la historia de Caín y Abel, y no quisiera que con mis hijos pasase lo mismo. Pero sobre todo caya tú, Amnón, tu orgullo te ciega.

Absalón: ¡Aleluya! Por fin le dices las cosas como son.

David: Cuida, Absalón, tu lengua, no oses pronunciar esa palabra sagrada en vano.

Absalón: Padre, quisiera saber por qué vos consideráis a la palabra "aleluya" como sagrada.

David: Verás hijo, en nuestro idioma, el hebreo, Aleluya significa "Orad a Yahvé". Es una palabra que sirve para honrar al mismo Dios que nos ayudó a huir de Egipto. No debe ser usada para referirse a cosas propias del ser humano, y mucho en situaciones en las cuales las cuales se esté pecando.

Amnón: Pues yo creo, padre, que eso es una chorrada. Es estúpido usar una palabra para honrar a Yahvé pudiendo honrarlo con nuestras acciones.

David: no digas el nombre de Yahvé en vano, hijo. Es un ser justo, pero sus castigos pueden ser crueles, y bien ha demostrado a lo largo de nuestra historia lo que está dispuesto a hacer por cuidar de la justicia. Hablas del dios que mató a todos los primogénitos de Egipto para liberar a su pueblo, no lo olvides. Le debes tu temor y tu respeto.

Amnón: Lo lamento, padre.

David: Aleluya es esa palabra a la que recurrimos en nuestro mejor y nuestro peor momento, es esa palabra que llena el corazón con amor y simpatía. Yahvé ha amado a nuestro pueblo desde antes incluso de crear a Adán, y nuestra forma de devolverle justamente el amor que nos da es con esa palabra.

Aaron: (entra en escena) Majestad, Betsabé vendrá esta noche a la hora de cenar a visitaros.

Absalón: ¿Quién es esa mujer, padre? ¿No habrás hecho llamar a una compañera nocturna sabiendo que es pecado?

David: Es la mujer de Urías, el hitita. Su marido está siendo muy útil en el campo de batalla, y por ello quiero honrar a su mujer conociéndola.

Amnón: ¿Quién es ese tal Urías? Desconozco quién es.

Absalón: Es el mejor de nuestros hombres. A pesar de proceder del reino hitita, es muy leal a nuestras costumbres, nuestras leyes y nuestro dios.

David: Bueno, hijos míos, supongo que tendréis cosas que hacer, por lo cual os permito iros.

Absalón y Amnón: Que así sea (se van).

David: Entonces, Betsabé cenará conmigo.

Aaron: Así es, majestad. Betsabé vendrá y podrá conocerla, como bien desea.

David: ve y dile a las criadas que cocinen lo mejor que tenga esta casa, que descorchen el mejor vino y maten al mejor cordero para degustarlo en la cena. Que pongan los mejores manteles y enciendan las velas aromáticas que estén sin estrenar. Que traigan los botes de miel. Que dejen tan limpio el palacio como si del nacimiento de uno de mis descendientes se tratase. Y, sobre todo, tú serás quien abra las puertas a Betsabé cuando llegue.

Aarón: Como deseéis, majestad (se va).

Tamar: (entra a escena) Padre, ¿qué está sucediendo? Mi hermano Absalón y mi medio hermano Amnón me han dicho que esta noche te visitará una mujer.

David: Así es, hija mía.

Tamar: No me puedo creer que tengas una amante. Es indigno para un rey de Israel tener amantes.

David: (se pone en pie) Lo primero, hija, a mí no me hables de esa forma, pues antes que rey soy tu padre. Lo segundo, yo no tomaría ninguna amante, y mucho menos una mujer casada como la que va a venir a verme. Simplemente quiero conocerla.

Tamar: Padre, aunque sé que de entre los de tu linaje soy en la que más confías, puedo asegurar que me estás mintiendo.

David: Tamar, cuida tus palabras, pues no sabes lo que dices. Recuerda que el cuarto mandamiento de los que recibió Moisés es "honrarás a tu padre y a tu madre", y tú no lo haces.

Tamar: Padre, estoy segura de que te has enamorado de esa mujer y por ello la has hecho llamar.

David: (le tapa la boca) Solo Yahvé, nuestro dios, puede afirmar que un hombre se ha enamorado, y Yahvé no consentiría que el rey de su pueblo amase a una mujer que ya es de otro hombre. No digas locuras, amada hija mía, te lo suplico.

Tamar: Hagas lo que hagas, padre, no atentes contra Yahvé, pues él castiga desproporcionalmente a todo aquel que osa ofenderlo. Recuerda cómo el faraón Ramsés tuvo que ver morir a su hijo por ofender a Yahvé reteniendo a su pueblo en Egipto.

David: Tamar, vete ahora mismo de aquí.

Tamar: Pero padre... yo solo quiero advertirte...

David: ¡HE DICHO QUE TE VAYAS!

Tamar: Lo siento mucho, padre (se va).

David: Esta juventud... (se va por el lado opuesto).

Aarón: (encogiendo los hombros) ¡Qué familia! Bueno, mientras que a mí se me pague y se me trate bien, no tengo por qué quejarme. Me voy a la taberna a echarme unas copas de vino, que trabajar tanto es malo para el coco y yo quiero conservar el mío en perfecto estado (se va).

Aleluya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora