08.Sin respuestas.

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08.Sin respuestas.

Algunas veces, mientras pedaleaba, Tabitha dejaba correr su imaginación. De alguna forma, su mente seguía conectada en el viaje —probablemente, porque conocía aquella ciudad como la palma de su mano—. El recorrido no era nada más que un habitué de su día, y la castaña se movía por las calles como si fueran propias. Pero su mente corría tan lejos que muy pocas veces se daba cuenta de que sus pies seguían en marcha, y las ruedas continuaban girando.

Por alguna razón, cuando su mente escapaba de sí, imaginaba grandes historias. Muchas de ellas la acercaban a los grandes héroes de la tierra. Una vez, había imaginado cómo Tony Stark la salvaba de un edificio en llamas.  En otras oportunidades, imaginaba ser parte de los Vengadores. Sin embargo, era en aquella oportunidad que su vida no podría asemejarse más a su imaginación. 

Era la primera vez en la que no añoraba acercarse al desenlace. La idea de un peligro inminente no era agradable, pero no podía dejar de pensar en la posibilidad de que los héroes no pudieran salvarlas. Existía la breve y pequeña ventana de oportunidad de que Spider-Man dijera la verdad del peligro, y ellas pudieran encontrarse a salvo. Pero muy en lo profundo, Tabitha sabía que no tenían escapatoria. Con o sin ayuda, estaban a merced de la bruja. 

No fue hasta que vio el hogar de Paige a unos pocos metros que su mente regresó en sí. Decidió caminar aquellos pocos metros que le faltaban. Quería poder pensar unos minutos más, intentar descubrir qué era lo que ocurría, y poder prever el desenlace. Pero Tabitha no era el tipo de adolescente que podría descubrir la verdad, pensaba. Nunca había tenido la valentía suficiente para decirle a Peter Parker que le gustaba. Tampoco, para decirle a su propio hermano cuánto le dolía la distancia que había impuesto entre ellos. 

La verdad era que aquello le estaba ocurriendo a la única adolescente de todo Brooklyn que no podría pelear para resolver su situación. 

—¿Te ha dicho algo el padre de Paige? 

Subía las escaleras acompañada de Blake. Su rostro demostraba su cansancio, con la parte inferior de sus ojos adornadas con oscuras ojeras. Sin embargo, parecía despierta y bastante consciente. 

—No me ha dicho nada —murmuró en respuesta mientras se acercaban hacia el cuarto de su amiga—. ¿Cómo está Paige?

—No muy bien.

Al abrir la puerta de la habitación, lo pudo ver. La morocha mantenía una expresión adormilada mientras tomaba un poco de té. El suave vapor que emanaba el líquido caliente parecía molestar sobre sus ojos, y los cerraba con cierta fuerza. Sus párpados estaban hinchados y rojizos, pero sus largas pestañas oscuras parecían hacer mayores sombras en su rostro. Y aún así, cuando vio entrar a la castaña, sus ojos brillaron con emoción. 

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