Chocolate

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"Se derrite el corazón
Tan sólo con una mirada
Son tus besos, es tu voz que tienen mi alma enajenada"

💙


El sonido del microondas hizo que Lewis despegue la cabeza de su almohada.

... No podía ser cierto.

El moreno se giró de forma perezosa a mirar su reloj de mesa y volvió a tirarse boca arriba en su colchón al notar lo temprano que era.

¿Qué más podía querer Checo a las 4:00 am un viernes por la noche? La respuesta era simple; Chocolate.

Lewis se levantó de su cama luego de diez minutos más en donde tomó fuerzas del cielo para escaparse de sus cálidas colchas con un estampado horrible de tigres; esa que el padre de Checo les regaló en navidad por haber pasado esos días decembrinas en Jalisco con ellos.

Hamilton salió de su habitación con desgano y bostezó en voz alta para dirigirse a su sala, ese lugar en donde encontró a Checo con la mesa llena de golosinas y a Roscoe recogiendo las migajas que caían en el suelo como si los tazones de comida del perro no estuvieran eternamente llenos de alimento.

El alfa se cruzó de brazos y carraspeó la garganta, haciendo que la mirada de Sergio se gire de inmediato a su esposo.

—¡Puedo explicarlo!— La voz del omega salió asfixiada por la cantidad de comida que tenía en la boca, llenando sus mejillas a rebosar y haciéndolo lucir como una ardilla gorda.

De no ser por la situación, Lewis estaría muero de ternura por la escena (Oh, lo estaba)  Sergio encontraba cada día una manera para mirarse aun más hermoso a los ojos de Hamilton y momentos como este eran los qué le recordaban por que cada noche le daba las gracias a Dios por poner a Pérez en su camino.

Sin embargo, eso no quitaba que estaba completamente estresado por no poder dormir sus horas completas y el saber que tendría que ser el policía malo otra vez.

—No, no puedes. El médico te dijo que tienes que dejar de comer tanta basura, tienes una dieta que seguir, mi ángel.— El moreno se quejó mientras empezaba a levantar las cosas de la Mesa, ganándose las quejas del omega embarazado sobre su sofá.

—¡No puedo evitarlo! Tu hijo solamente quiere comer eso.— Checo se lamentó intentando esconder un paquete de oreos a sus espaldas, siendo delatado por Roscoe que se subió al sofá intentando robarlas por su cuenta.

—Mi hijo deberá aprender a que debe comer otras cosas que no sean basura.— el alfa reclamó sin estar realmente enfadado.

Las cosas regresaron al refrigerador y Checo se levantó de su asiento para caminar hasta su esposo y ponerse de puntitas con dificultad, besando las mejillas de Lewis.

—¿Te desperté?— Preguntó el más joven con algo de pena.

—No, fue mi sentido arácnido ¿Sabes? Ese radar suena cada que estas a punto de comer mas carbohidratos de los que deberías comer en un año.— Checo rodó los ojos molesto con la contestación y Lewis empezó a reír en voz alta una vez el mexicano se alejó de él ofendido con la broma, el más alto se apresuró a abrazar al mexicano por la espalda y empezar a llenar de besos sus mejillas y hombros.

—Odio que me digas gordo.—

—No dije eso.—

—Lo pensaste.— Lewis guardó silencio mientras se alejaba de su esposo y buscaba la cena de la noche anterior; mordiéndose el labio al escuchar el grito que Checo pegó al cielo ante su mutismo.—¡Qué puto! De verdad lo pensaste.— El Mexicano exclamó ofendido.

—¡No es cierto!— El moreno se defendió luego de sentir como una galleta de chocolate cayó contra su cabeza, haciéndolo girarse de inmediato.

Checo estaba ahí, de pie con una caja de galletas en la mano y otra sosteniendo de forma discreta su vientre; Hamilton solo pudo abrir levemente la boca, ahogándose con la presencia del otro hombre enfrente suyo.

—Por favor, no te enamores de alguien más.— Lewis pidió en un susurro, caminando hacia su esposo para besar su frente y abrazar al mexicano con delicadeza, haciendo que esa discusión en bromas termine con un Sergio confundido y un Lewis completamente sentimental.

—No veo quién amaría a un gordo como yo.— Checo atinó a decir luego de lo que se sintieron como años en silencio, ganándose un chasquido de lengua de Hamilton y un suave beso en la mejilla del omega.

—No estás gordo, amor.— Lewis prometió luego de aprovechar la distracción de su esposo para quitarle las galletas y subirlas encima del refrigerador, ganándose otro quejido por parte de Sergio quien aun tenía ganas de más golosinas. —Eres hermoso, cada día qué pasa lo eres aún más y a veces tengo miedo de que te des cuenta de lo increíble que eres y que mereces mucho más de lo que te ofrezco.— Hamilton admitió sin ponerle tanto peso a sus palabras, alzándose de hombros para girar o vista a la ventana, empezando a mirar destellos de la Luz de mañana llegar por su ventana.

—Pero ya que madrugamos ¿Quieres desayunar?— Lewis preguntó aún sin mirar el rostro de Checo, ese que tenía las mejillas rojas y los ojos acuosos por las palabras de su esposo, ese al cual no merecía y sin embargo estaba junto a él, cumpliendo cada sueño en su vida.

Checo se aclaró la garganta y se limpió de forma discreta los ojos, acunando su vientre con una sonrisa delicada, agradeciendo al karma por dejarlo ser feliz por fin, libre de cualquier presión del público, de sus amigos, de su familia o de él mismo. —Quiero Waffles.—

—Waffles serán entonces.—

Y la estufa se encendió, la masa se preparó y Checo supo que su vida sería tan deliciosa como un chocolate podía ser, amarga algunas veces, dulce otras más, pero siempre llena de felicidad y buenos recuerdos que conservar junto a su familia.

Por que Lewis lo era ahora y su pequeño Luis lo sería en un par de meses más.

Midnight tears (Chewis) (exChestappen) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora