Pactos de Hielo » Narnia (√)

Cap. 12- Lo solucionaremos juntos, como siempre hemos hecho.

Edmund estaba harto de esperar. Tal vez de puertas para afuera se mostrase confiado y seguro, pero su interior bullía de nervios. Había aceptado a regañadientes que Susan fuera la que acompañara a Caspian en la misión de rescate, de hecho, había intentado convencerla de que lo dejara ir a él en su lugar, pero no hubo manera, su hermana mayor era incluso más testaruda que Peter.

Como rey de Narnia que era, se había hecho cargo de la organización del Altozano. En los cinco días que llevaba ahí había logrado reunir a gran parte de los narnianos escondidos y sumarlos a su causa, pero aun así, sentía que no era suficiente. Sabía que, a pesar de sus dotes diplomáticas, acabaría necesitando a Peter, él era el que siempre se encargaba de dirigir las batallas, él era el que sabía cómo movilizar a las masas.

En ese momento se encontraba en una pequeña sala en el interior del montículo que usaban a modo de despacho, observaba un plano hecho por él mismo y marcaba las zonas que podrían convertirse en puntos débiles por los cuales podrían ser sorprendidos en caso de asalto.

―¡Majestad! ―Un fauno irrumpió en la estancia―. Han llegado.

Edmund no necesitó oír más. Siguió al mensajero hasta el exterior del montículo, donde Lucy ya lo aguardaba, junto con Trumpkin y Buscatrufas, todos con la mirada puesta en el cielo. El chico imitó a su hermana, viendo así como dos majestuosos grifos volaban por encima de sus cabezas y descendían cada vez más, hasta que, finalmente aterrizaron en frente de ellos.

La presión que había estado sintiendo hasta ese momento se disipó completamente cuando vio a Peter y Susan apearse de una de las criaturas. Corrió junto a ellos y le dio un fuerte abrazo a Susan, mientras Lucy hacía lo propio con Peter. En el momento en el que se separaron, pudo apreciar que la mirada de sus hermanos no expresaba alivio, ni mucho menos.

―¿Qué ocurre? ―le preguntó a Peter.

Este se limitó a acercarse al otro grifo y ayudó a Caspian a bajar a una muchacha que estaba inconsciente.

―¿Quién es? ―volvió a preguntar Edmund, mirando con semblante preocupado a la chica. Era muy guapa y joven, debía de tener su edad, más o menos.

―Mi hermana ―respondió Caspian, al tiempo que depositaba el cuerpo de la muchacha en la mullida hierba.

Lucy había observado la escena, bastante sorprendida, pero en cuanto Peter alzó la cabeza para mirarla, la pequeña supo lo que tenía que hacer. Se acercó a la chica a la vez que cogía la botellita de poción curativa que siempre llevaba atada a su cinturón, con sumo cuidado, vertió un par de gotas en los labios de la muchacha.

―¿Qué le ha pasado? ―preguntó la pequeña, tras apartarse un poco.

―Un espectro la ha envenenado ―respondió Peter sin apartar la mirada de la joven inconsciente.

Todos permanecieron mirándola, expectantes, rogando porque no fuera demasiado tarde y la poción surtiera efecto.

―¿Por qué no despierta? ―preguntó Caspian, tras unos segundos. Se suponía que ese brebaje era mágico, tenía que funcionar, no podía perder a su hermana, simplemente no podía.

―El veneno de los espectros es muy efectivo, es normal que le lleve algo más de tiempo. ―Susan se acercó a él y le posó una mano en el hombro, intentando animarlo.

―Pero se curará, ¿verdad? ―Él levantó la cabeza, buscando consuelo en los ojos de la reina.

―Sí, claro ―respondió ella al tiempo que esbozaba una sonrisa tranquilizadora.

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El frío se había apoderado de todo su cuerpo. Sentía como si en lugar de sangre, por sus venas corriese hielo que poco a poco iba llegando a cada rincón, a cada célula de su organismo, congelándolo completamente. Le costaba respirar, cada inhalación era un suplicio, cada exhalación una tortura, y lo peor de todo era que no podía hacer nada para evitarlo, quería abrir los ojos, gritar, llorar... lo que fuera. Pero todo le resultaba imposible. Era una sensación terriblemente angustiante. ¿Cuándo acabaría ese suplicio?