Cap. 8- Confía en mí

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Sentada sobre la suave hierva que crecía en las proximidades al Altozano, Lucy contemplaba el avance paulatino del amanecer. Sus dedos jugaban con los pétalos de una delicada flor, mientras su mente no podía dejar de darle vueltas al mismo asunto. Estaba segura de que había oído a Aslan momentos antes de haber sido asaltados, por eso había ido a buscarlo pero, todo había terminado fatal. ¿Acaso el gran león quería que los telmarinos secuestraran a Peter?

La pequeña confiaba en Aslan, sabía que todo lo que él hacía ocultaba una razón, pero en esta ocasión, por más que lo intentaba, no lograba encontrarla. ¿Y si al final todo había sido producto de su imaginación? Hasta la fecha, siempre se había guiado por su instinto, por su corazón, y este no solía errar. No sería justo que comenzase a hacerlo ahora que lo necesitaba más que nunca.

―Lucy.

La niña se giró al oír la voz de su hermano. El muchacho se acercó a ella y se sentó a su lado.

―¿Crees que me estoy volviendo loca? ―preguntó la pequeña, casi en un susurro.

Él enarcó una ceja:

―No, que va, ya hace mucho que lo estás ―respondió él, bromeando.

―¡Edmund! Hablo en serio ―lo reprendió ella―. ¿Crees que es mi culpa que Peter esté en peligro?

El muchacho cambió de expresión y le dedicó a su hermana una dulce sonrisa:

―Lucy, eres la persona más cuerda que conozco ―contestó él―. No, no es tu culpa lo que le ha sucedido a Peter.

―Pero..., si yo no me hubiera separado de vosotros, no se lo habrían llevado ―contrapuso la niña.

―Seguías tu instinto, y hasta hora siempre nos ha llevado por el buen camino. ―Edmund le puso una mano en el hombro a su hermana―. Sé cómo te sientes, pero no puedes perder la esperanza, todo se arreglará.

―No, no sabes cómo me siento ―susurró ella.

Edmund soltó una risilla.

―¿Ah no? ¿Acaso ya has olvidado que yo me dejé engañar por la Bruja Blanca y os traicioné? ―preguntó él―. Pero claro, eso no es nada si lo comparamos con que tú te separaste un momento del grupo para intentar buscar a Aslan ―agregó en tono irónico.

Lucy se mordió el labio inferior, arrepentida.

―De acuerdo, sí sabes cómo me siento.

―Por eso mismo te digo que, por muy mal que veas las cosas ahora, se solucionarán. Vamos, Lu, si tú pierdes la esperanza, ¿qué vamos a hacer los demás? Eres el optimismo personificado, no te dejes llevar por un mal momento, no es propio de ti.

―Tienes razón, no lo haré ―dijo ella tras un breve silencio―. ¿Cuándo te has vuelto tan sabio y reflexivo? ―preguntó con un deje burlón.

―Siempre lo he sido, solo que no os dabais cuenta ―respondió él, encogiéndose de hombros.

―Sí, claro ―se rio Lucy.

Edmund también esbozó una sonrisa, al tiempo que se incorporaba y le tendía una mano a su hermana:

―Venga, vamos a desayunar algo, no querrás que cuando Peter vuelva, te eche la bronca por haber comido poco.

―O a ti por comer demasiado ―respondió ella, divertida, aceptando la mano de su hermano para incorporarse.

―Es que estoy creciendo, necesito alimentarme. ―Se defendió él, fingiendo una expresión ofendida.

Entre risas y comentarios divertidos, los dos se dirigieron al interior del montículo. Lucy sabía que Edmund tenía razón, no debía perder la esperanza. Aslan siempre tenía un motivo para todos y cada uno de sus actos. Este no sería la excepción, si el gran león quería que Peter fuera llevado al castillo telmarino, algo habría allí que el sumo monarca debía hacer. La pequeña sonrió, ahora estaba segura, no volvería a dejar que el miedo provocara que dejase de creer en su instinto.

Pactos de Hielo » Narnia (√)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora