Jeff y Barcode estaban a tan solo unos metros de distancia, pero la brecha emocional entre ellos parecía insalvable. Después de siete años, Jeff jamás había dejado de pensar en Barcode, aunque sabía que el dolor siempre acompañaba esos recuerdos. A pesar de que lo amaba, la relación había sido un constante recordatorio de lo difícil que era soportar las palabras hirientes de Jeff, especialmente cuando la posesividad tomaba el control.Ahora, con 27 años, Barcode se había acostumbrado a una vida que parecía ir bien en la superficie. Las redes sociales mantenían vivo el rastro de Jeff, y cada noticia suya mostraba el éxito que él mismo fingía no notar. Ante sus amigos, Barcode nunca admitía cuánto extrañaba al hombre que alguna vez había llenado su vida de caos y pasión. Pero por dentro, en las noches solitarias, el vacío lo envolvía. No podía dejar de pensar en las manos de Jeff sobre su piel, en los momentos compartidos que estaban grabados en su memoria como un tatuaje indeleble.
Su relación había estado plagada de mentiras. A veces, Barcode inventaba excusas para huir de la casa y disfrutar de su vida social. Jeff, por otro lado, disfrazaba su odio hacia la libertad de Barcode bajo dulces palabras de amor. Pero, ¿qué clase de amor era aquel? Jeff detestaba la forma en que Barcode se mostraba ante el mundo: libre, abierto, lleno de vida. Y aunque dolía profundamente, Barcode se preguntaba si eso realmente había sido amor.
A pesar de todo, Barcode recordaba los momentos en que Jeff se mostraba vulnerable, compartiendo sus sueños rotos antes de siquiera intentar alcanzarlos. Había una parte de Jeff que siempre se subestimaba, que se hundía en la desesperanza antes de siquiera intentarlo. Esa hambre por vivir, esa sed por sentirlo todo, eran aspectos de Jeff que aún lo cautivaban. Pero con esa pasión venía también la oscuridad. La posesividad de Jeff era aterradora, y aunque en un principio Barcode disfrutaba sentirse deseado, las explosiones de ira de Jeff se volvieron algo que temer.
Ahora, mientras los ojos hambrientos de Jeff recorrían la silueta de Barcode, un torrente de recuerdos inundó su mente. Todos esos momentos compartidos, buenos y malos, se mezclaban en una marea de emociones. Pero una voz rompió el hechizo.
—¡Barcode, ven acá! Necesito saber si me veo bien —dijo Build, arrastrándolo al baño, su tono desesperado por lucir perfecto ante un hombre que había visto antes en el bar.
Mientras Build se preocupaba por su peinado, Barcode se sintió abrumado por el deseo de escapar y procesar lo que acababa de suceder. Pero no podía dejar solo a su amigo, especialmente cuando Apo estaba ocupado coqueteando con las mujeres del lugar.
—Estoy seguro de que ese hombre se derretirá al verte, Build —dijo Barcode, acariciando el rostro de su amigo para tranquilizarlo. Pero en ese momento, la puerta se abrió de golpe, y Jeff entró.
Barcode lo reconoció al instante. Los ojos de Jeff estaban llenos de enojo al ver a Barcode tan cerca de Build. Su presencia lo dominaba todo.
—Barcode —dijo Jeff, en un tono que Barcode jamás había escuchado antes. Su voz era tranquila, pero cada sílaba cargaba un peso que hacía temblar a Barcode. Esa voz, la que tanto había extrañado, lo estaba llamando.
—¿Se conocen? —preguntó Build, confundido.
—Build, por favor, vete —dijo Barcode sin pensarlo dos veces. No estaba preparado para lo que se avecinaba, pero sabía que quería enfrentarlo. Quería quedarse junto a Jeff.
Una vez que Build salió, Jeff cerró la distancia entre ellos y lo abrazó. El contacto era fuerte, pero no sofocante; era un abrazo lleno de cariño, de todos los sentimientos que habían quedado atrapados durante años. Barcode no pudo evitar devolverle el abrazo. No sabía en qué momento comenzó a llorar, pero las lágrimas caían sin control. Sabía que, aunque Jeff probablemente no había cambiado, su cuerpo y su corazón siempre lo extrañarían.
—Jeff... —murmuró Barcode, las palabras arrastradas por la emoción.
Jeff tomó su rostro entre las manos, forzando a Barcode a mirarlo directamente a los ojos. Esos ojos, que aún brillaban como siempre, lo observaban con una intensidad abrumadora.
—No tienes idea de cuánta falta me haces, Barcode... —susurró Jeff, acercándose lentamente, con la clara intención de besarlo.
Pero Barcode no podía. No ahora. Lentamente, negó con la cabeza y apartó su rostro. Sabía que no podían repetir la misma historia dolorosa de antes.
Un silencio incómodo se extendió entre ellos. Jeff lo rompió con un susurro lleno de dolor.
—¿No podías esperar? —dijo, su voz temblando—. Para volver... ¿No podías esperar hasta que me desenamorara?
Barcode sintió un profundo dolor ante esas palabras. Aunque no había planeado encontrarse con Jeff, una sensación de culpa lo invadió.
—Jeff, yo... —comenzó, pero Jeff lo interrumpió.
—No, no vuelvas a llamarme así —dijo, su tono serio, casi desesperado—. Llámame por mi nombre, Barcode. Mi nombre, mi apellido, lo que sea. Hazme sentir vivo.
Barcode estaba desconcertado. ¿Cómo podía Jeff necesitar sentirse vivo? Tenía fama, dinero, todo lo que cualquier persona desearía. ¿Cómo podía seguir recordándolo después de tantos años?
—No podemos estar juntos, Jeff. No funcionamos —dijo Barcode con la voz temblorosa—. No podemos estar bien.
Jeff lo abrazó una vez más, profundamente.
—Por favor, Barcode. Déjame mostrarte que he cambiado. Quédate conmigo, aquí, justo en mi corazón. No tienes que amarme mucho, solo mantén tu corazón abierto para mí.
Las palabras de Jeff resonaron, pero los ojos de Barcode lo decían todo. Sabía que, aunque las acciones de Jeff indicaban que había cambiado, sus ojos contaban otra historia.
Después de un largo silencio, Barcode siguió su corazón y lo besó. Era un beso lleno de despedida, la segunda y última.
—No funcionamos juntos, Jeff. Tus ojos me muestran que sigues siendo el mismo —dijo Barcode con el corazón en la garganta. Se apartó, decidido a regresar con Apo y Build.
Sabía que para tocar el cielo con Jeff, tendrían que atravesar el infierno. Pero este infierno estaba comenzando a matarlo.
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Like a Tatto // Jeffbarcode
FanfictionHambriento por vivir y sediento de muerte, recuerda las manos de aquel hombre que algún día lo hizo sentir humano, manos que se marcaron en el como un tatuaje a su piel.