Capítulo #11: El viaje

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El maestro Grizzly y Drile se encontraban acomodando algunas cajas con provisiones en una carroza. Drile se había vuelto más fuerte, ya que podía cargar las cajas portando aquel abrigo que le dio su maestro desde el día en que llegó. Sentía que se había vuelto uno con él.

—Drile, termina de subir las provisiones —solicitó mientras colocaba una de las cajas en la carroza—. Yo iré a cerrarle algunas habitaciones a Octo.

Drile asintió mientras reía. Sabía que su amigo era muy curioso y lo suficientemente torpe como para encenderle fuego al océano, algo que suena bastante ilógico, pero Octo podría lograrlo.

—Está bien, maestro, terminaré de acomodar el equipaje.

Drile solo podía escuchar cómo Octo le rogaba al maestro que no cerrara ciertas habitaciones: el cuarto de entrenamiento con todas las armas reales del maestro, la biblioteca donde tenía algunos objetos malditos y el baño de aguas termales fueron las que pudo escuchar con más claridad que las otras.

—Lo siento, Octo, pero conociéndote, si no cierro esas habitaciones, encontraré un desastre en la cueva.

La escena que vio Drile es una de las que nunca olvidará. El maestro había salido de la casa con Octo pegado a su torso por la espalda con fuerza.

—Pero maestro, prometo que...

El maestro trató de tomarlo con sus brazos para quitárselo de encima, pero este se aferró aún más al torso de su maestro.

—Octo, suéltame —le exigió mientras se sacudía—. Aunque me lo pidas así, sé que esto terminará muy mal.

Octo soltó al maestro dejándose caer lentamente como si de un líquido se tratara.

—Vamos, Octo —lo tomó de los hombros—. Solo nos iremos un par de días, estarás bien.

Octo asintió sin ánimos para arrastrarse lentamente al interior de la cueva.

—Hay comida preparada en la cocina, cuídate, Octo. Estaremos aquí antes de que lo notes —cerró la puerta y se acercó a la carroza.

—¿Estás listo, Drile?

Drile asintió nervioso. Nunca había salido de su aldea antes de ser acogido por el maestro Grizzly. Era una experiencia nueva para él.

—Tranquilo, el General K. es un viejo amigo —subió a la carroza—. Así que todo estará bien. Encontraremos el paradero del diente y regresaremos antes de que te des cuenta.

Palmeó la espalda de Drile para tranquilizarlo un poco.

—Oh, espera, casi lo olvido —se levantó de su asiento—. ¡OCTO, TE DEJÉ TUS OCHO KATANAS DE MADERA PARA QUE PUEDAS PRACTICAR! —tomó aire—. ¡VERÉ TU MEJORÍA CUANDO VUELVA!

Octo salió de la cueva en un segundo, estaba emocionado con una gran sonrisa en su cara. Abrazó al maestro y volvió a encerrarse en la cueva.

—¿Qué fue eso?

—Octo me agradeció por darle algo para matar el tiempo.

El maestro volvió a sentarse dando unos golpes en la madera de la carroza para que esta comenzara a avanzar.

Durante el trayecto a la aldea de los primates, el maestro Grizzly habló un poco de su pasado, como su participación en la guerra de bestias, como conoció a Crock en una misión donde fueron emboscados por los impuros, su rechazo como general para dedicarse a ser un mentor para futuras generaciones. Eso último hizo que surgieran dudas en Drile, en su tribu era normal que los líderes y el general ayudaran con el entrenamiento de los reclutas. Él lo había vivido en carne propia, la líder Apofis y su padre lo habían entrenado desde sus primeros pasos.

Jungle Beast WarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora