Capítulo 4: Hannibal conoce a un hombre

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La evolución de sus dinámicas fue otra sorpresa inquietante en un mundo donde poco podía provocar tanta emoción.

Ciertamente, Hannibal no tenía ni los recursos ni la facilidad para estar destinando parte de su botín a la criatura atada al mástil. Ni ninguna razón válida para seguir dándole de comer, para acercarle el cuenco de agua cuando pilló a Will intentando beber agua sucia de un balde tras una semana de confinamiento. No había por qué cerrar las cortinas al amanecer, porque a la bestia le molestaba la luz del sol, ni abrirlas al anochecer, porque la danza de las estrellas y la luna lo atraían como no podía el crepitar de las llamas.

Will tampoco tenía que corresponder eso. Por rápidos que fueran sus reflejos o aguzada su astucia, en cualquiera de las ocasiones en que decidía quitarle el bozal para hacerlo comer, o en el momento en que se lo volvía a poner, Hannibal podía ser mordido. Will podría volverse, en alguna ventana de inadvertencia, para enterrar sus filas de dientes en su cara o en la carne tierna de su brazo. Sin embargo, nunca lo hizo.

El moreno esperó pacientemente la hora de la comida, y dócilmente permitió que las manos de Hannibal pasaran por encima de su cabeza. Hannibal incluso se hizo el hábito de acicalar y despejar el área habitada por Will. Fue aún más confuso cuando Hannibal decidió descartar por completo el bozal, para que Will tampoco hiciera nada al respecto.

Así que Hannibal observó atentamente cada vez, solo para examinar y catalogar esos diferentes cambios en sus gestos. A veces Will comía como un pequeño, desordenado por todos lados, al punto de esparcir la mitad de su comida alrededor del piso y la piel de sus mejillas.

Otros días, prefería llevarse pedazo a pedazo a los labios, la punta de sus dedos en la boca y masticar minuciosamente, durante minutos que se prolongaban hasta horas completas. Con eso, Hannibal pudo determinar qué le complacía más.

Sin duda, el cerebro era el favorito absoluto de Will, aunque también parecía disfrutar de los ojos, la piel, las partes cartilaginosas como la nariz y las orejas. Will rompía los huesos con una fuerza inesperada y se bebía el tuétano como una hiena, pero mantenía los dedos cortados para masticar durante la noche. A Hannibal le recordaba a un perro pequeño.

Hannibal mantuvo las tardes conversacionales.

Cuando Will terminaba de comer y terminaba de tirar de la cadena en su cuerpo, actividad en la que estaba empezando a perder interés, intrigando a Hannibal, el médico elegía su sofá favorito, ahora convenientemente ubicado a seis pies de distancia del hombre, para hablar.

El nuevo tema de predilección de Hannibal era recitar de principio a fin los libros de medicina avanzada, cirugía y psiquiatría que devoró durante sus años de colegio y ejercicio de su profesión, explicando paso a paso términos y procedimientos como si volviera a ser un maestro en Johns Hopkins. Haría preguntas a Will que, naturalmente, quedarían sin respuesta, diciéndose a sí mismo que no perdía nada con solo preguntar. Recordando estudiantes más obtusos que el muerto viviente literal.

Cuando el propio Hannibal se aburrió de hablar sobre los cuerpos humanos y sus funciones, pasó a los otros elementos de su limitada biblioteca física, o la vasta versión mental. Era otro método de comprensión que despertaba la curiosidad de la criatura. En general, mantenía su atención enfocada en la cara o las manos de Hannibal cuando lo escuchaba, pero Hannibal también se dio cuenta de que Will estaba dispuesto a seguirlo durante horas, dependiendo del tema.

Cuando las palabras se volvían demasiado largas y los conceptos demasiado abstractos, Will se acostaba sobre su costado y rodaba para mirar hacia la pared detrás de él, quedándose quieto por mucho tiempo, o hasta que Hannibal se callaba.

Cuando hablaba de patologías psiquiátricas y enfermedades mentales, leía novelas en voz alta o simplemente extendía las páginas de los pocos libros de arte que pudo salvar, para mostrarle la belleza de las pinceladas capturadas mucho antes de que terminaran esparcidas por la Tierra, Will no movía ni un ápice de su cuerpo, inmerso en la cálida voz de Hannibal.

Nocturno [HANNIGRAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora