Microrrelato 10: No era un buen hombre

20 5 2
                                    

Tematica: Relato familiar. La mujer en la España antigua.

El motivo que le llevó a parar en ese pueblo de Extremadura fue el cansancio. Llevaba dos horas conduciendo y aunque quería llegar pronto a su destino, Sergio necesitaba hacer una parada para estirar las piernas, o terminaría dándole un calambre en el gemelo.

Le encantaba conducir y perderse por pueblos deshabitados o poco conocidos. Disfrutaba de la arquitectura de las casas antiguas y medio derruidas. Le hacía sonreir todo lo que descubría en torno a la riqueza cultural escondida y las tradiciones de aquellas tierras que a nadie parecía importarles. En su opinión, lo antiguo tenía una magia especial y él no era un turista al uso.

Su cuerpo alargado, fino como el trigo, fue caminando por las calles encaladas del pueblo, seguido de cerca por su sombra. Entonces, se percató de que en la puerta de una de las casas había una muchedumbre de personas haciendo cola. Lucían un semblante serio.

Como cualquier forastero, atrajo rápidamente la atención de la gente allí reunida y fue objeto de un meticuloso estudio en la distancia. En lugar de achantarse, esto le animó a Sergio a acercarse y preguntar por lo que ocurría en la casa.

Una mujer entrada en años, de pelo canoso y ojos grandes, lo atendió con amabilidad.

- Hijo mío, estamos velando a un muerto - Le confesó la mujer - No era un buen hombre.

La voz de Isabel se tornó triste y Sergio se quedó paralizado. No sabía qué decir ni cómo acompañarla en sus sentimientos. Acababa de conocerla y estaban tratando un tema delicado.

- Yo era amiga de su hija - Continuó, sin necesidad de que su interlocutor se lo pidiera - Guadalupe y yo fuimos mejores amigas durante diecisiete años. No haciamos nada la una sin la otra.

Sergio apretó los labios, mientras escuchaba la historia y acompañaba a la señora en la cola que se había formado hacia el velatorio del difunto. Por un lado quería marcharse, pero por otro lado deseaba escuchar lo que Isabel tenía que decir.

- Tuvo un amorío. Un día me confesó que no le venía el periodo y la barriga le estaba creciendo. - Prosiguió - También había sufrido nauseas. Trataba de esconderlo, pero cada vez le resultaba más dificil. Tenía miedo de cómo iban a reaccionar en casa.

Sergio tragó saliva.

- Yo la animé a contarlo - Declaró, tratando de controlar un sutil temblor de labios - ¿Que sentido tenía ocultarlo, si la iban a descubrir tarde o temprano?

La mujer guardó silencio un instante.

- Al cabo de una semana, y después de varias palizas, mi amiga Guadalupe apareció muerta - Isabel se llevó la mano al pecho - Dijeron que se había caido por las escaleras. La criatura murió dentro de su vientre.

A este punto, Sergio dejó un instante de respirar ¿Acaso esa mujer estaba sugiriendo que habían asesinado a Guadalupe y a su hijo?

- Mi querida amiga Guadalupe ¡Con lo que yo la quería! - Suspiró - Él la mató. Y nadie del pueblo hizo nada por evitarlo. Ni siquiera yo - Musitó, agachando la cabeza - Todos los vecinos sabían que él la golpeaba, sus gritos se escuchaban desde fuera de esta casa cuando recibía las palizas.

Su voz se volvió más dura. Isabel llevaba una vida soportando un dolor indescriptible por su amiga, y estaba dispuesta a compartirlo con Sergio. Un desconocido que no juzgaría a la ligera sus palabras.

- El hombre que vengo a velar mató a mi amiga Guadalupe, su propia hija, y a su nieto. Y nadie se atrevió a denunciarlo - Dijo Isabel - Jamás olvidaré lo que murmuraba la gente en su funeral, y lo que incluso seguí escuchando en los años posteriores a su muerte: "Ay Guadalupe, lo que te has buscao, que por tu mala cabeza tu padre te tenga que matá".

Unas lagrimas cayeron de sus ojos y se derramaron por sus mejillas.

- Yo no...no lo entendí ¿Sabes? No lo comprendía. No entraba en mi cabeza que Guadalupe ya no existiera y que su padre...¡con sus propias manos! ¡En su casa, que tenia que ser su refugio! Y que después, nadie protegiera el recuerdo de mi mejor amiga, que tenía derecho a equivocarse y no se merecía ser torturada ni juzgada con tanta vileza.

En ese momento, Sergio decidió ofrecerle el consuelo de un abrazo y su silencio protector. La piel de sus largos brazos se erizó cuando rodeó el cuerpo diminuto de Isabel, dejando escapar una pena intensa.

Luego, se apartaron un poco de la cola, antes de llegar a la puerta de la casa donde vivió Guadalupe. Isabel quería recomponerse.

- El día que Guadalupe murió, se llevó parte de mi felicidad - Dijo Isabel, sacando un pañuelo de tela de la manga de su camisa, para secarse las lágrimas que habían caído desde sus mejillas hasta su cuello - Por eso, hijo mío, hay que dar las gracias a Dios de que los tiempos cambien, y cosas así ya no queden impunes ni se normalicen.

Sergio asintió, antes de hacerle un pregunta que le carcomía las entrañas.

- ¿Y porqué viene al velatorio de su padre...?

Isabel sonrió con una especie de mueca. La piel de su cara y la del contorno de sus ojos estaba todavía enrojecida.

- Porque no me dejaron ir al de ella.

🟢 MicrorrelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora