LA MUDANZA

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Capítulo 5

Por fin llegó mi fecha favorita. Diciembre. Era una fecha que me encanta. Por las luces, los fuegos artificiales, ese hermoso clima frío, y las gaitas. Diran que es extraño pero si. Adoro las gaitas en estas fechas.

No obstante, los problemas en casa continuaron empeorando. Mi padre se volvió irreconocible para mí.

Un día estaba sentada a la mesa del comedor haciendo mis quehaceres del Liceo cuando lo vi limpiando la casa. Era Extraño. Ya que pocas veces lo hacía. En si casi nunca lo hacía. Mas que yo era Lizzi y mi madre quien limpiaban. Los hombres de la casa barrian el pátio.

Al menos eso decía mi padre.

Sentí un olor Extraño. Volví la cabeza y lo vi rociando un líquido extraño en el piso de la cocina. Era un pequeño frasco de vidrio. Parecía aceité.

Me empecé a marear un poco cuando me levante de mi aciento para ir a la cocina por un baso con agua.

El olor era tan fuerte que fruncí el ceño. Olía a orina de Chivo.

-¿Papa que es eso?
-Es para limpiar la casa- responde el aún pasando el trapeador.
-Huele feo. Me siento mareada.
-Handa para a fuera. No agarres ese olor.

Hize caso y salí de hay sintiendo como se me nublaba la vícion.

Mi papá se había vuelto tan irascible que era difícil razonar con el. Su límite se sobre paso. Tánto así que empecé a asustarme.

No podía creer que por su causa tendrianos que mudarnos.

Ese dia donde mi madre nos dio la noticia. Nos reunio a los cinco. El tío Fabián había hablado con mi madre sobre mudarnos y estubo presenté apartando a mi papá de mi mamá. Le aconsejo a mi madre esa solución porque mi papá no estaba dispuesto a irse. Y continúaria con la guerra.

-Tenemos que irnos de la casa- escuché decir a mi madre- entiendo que no es fácil Abandonar un lugar donde han vivído por mucho tiempo, pero si no nos vamos ahora su papá podría terminar matándome.

Solo escuché, calle y baje la cabeza. Era tan difícil abandar mi casa, donde llevo casi doce años y he vivido muchos de mis mejores momentos. pero no podríamos ser egoísta. Era por el bien de todos y sobre todo el bien de mi madre.

Comenzamos la mudanza a principios de diciembre. Una amiga de mi madre nos presto un ranchito en Santa Eduvigis, sector guayacán. Estábamos serca de la casa de mi abuela pero lejos de casa en valle verde.

Nos mudamos en víspera de mi cumpleaños. No fueron los mejores días. Pero debía entender que era lo mejor. Sin embargo, deje de restarle importancia a mí cumpleaños. Si siempre tendría un mal recuerdo, entonces no quería celebrarlo.

En ese pequeño periodo, fui comprendiendo que la familia lo era tôdo, y que no importaba el lugar donde estubieramos porqué juntos somos un hogar. No estaba mi papá pero si mi abuela y tías.

Se cargaron poco a poco las cosas de la mudanza. Me dolía ver como algunas cosas mudaban.

Fue aprendíendo a encerrar mis sentimientos antes que contarlos. A fin de cuentas no sabia como explicar lo que sentia. Solo sabia que era un sentimiento muy extraño que crecia en mi cada dia mas.

Pasaban los días y a pesar de que mi madre se esforzaba por mantenernos bien y felices como podía, yo no podía olvidar a mi padre.

No sabía cómo despejar mi mente.

La tía Angelis. Apodada chicha, siempre trataba de encontrar una forma de distraerme. Casi siempre me descubría llorando y yo no entendia, cómo ella sabía en donde encontrarme a pesar de ser grande el patio de la abuela.

ENTRÉ DOS MUNDOS PARALELOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora