♣III♣

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Capítulo 3: "Mi nombre es Rocky"

Luego de que Mordecai saliera corriendo de la cafetería, no se detiene hasta llegar a el final de la cuadra, en donde se apoya de un poste para poder descansar.

—Que... mujer más... insoportable. —Era lo que murmuraba con voz sofocada, se acomoda el traje junto con sus lentes y procede a seguir caminando como si nada. Ya que él no consideraba eso importante ahora. Cruza la calle y acelera el paso.

<<Espero que Nicodeme haya encontrado a ese tipo,>> Pensó el de ojos verdes mientras mira la enorme silueta de el edificio que representa su destino.

El hotel Marigold.

[•••]

Por otro lado Ágatha, se encontraba en la misma mesa de hace un rato, mirando el pastel que le había pedido a la mesera, dio un suspiro mientras cerraba la caja sin darle una probada a el provocativo pastel frente ella, ya que no tenía ánimos para comer.

—Supongo que ya no tengo nada más que hacer aquí —Se dijo para sí misma mientras caminaba hacia la salida, dando pasos lentos y agitando su cola lentamente; pero un voz familiar llamándola la hizo voltear hacia atrás. —¿Tía Cameron?
Pregunta mirando a la mayor caminar hacia ella.

—¡Hola monstruito! ¿Como estas, que tal tu mañana?

—¡Uh! Todo bien, —Habla bajando un poco las orejas, dándole a entender a la gata de pelaje manchado que no se sentía muy bien. —eso creo. —Finalizó con la cabeza gacha y forzando una sonrisa.

Obviamente su tía no quedó conforme con esta respuesta.

—¿Hoy tienes uno de tus...?
Murmuró Cameron alargando la primera y última palabra de la oración. Frunciendo el ceño ya que no le gustaba hablar de ese tema en público. —¿...Bajones de azúcar?
Interrógo disfrazando un poco la realidad, abrazándose a sí misma y desviando la mirada, con dirección a la cocina. Ágatha sólo se limito a asentir. La mayor le preguntó si quería pasar la cocina para ayudar un rato; y como la menor siempre le ha gustado ser servicial, aceptó un poco dudosa y abrazándola por el hombro, Cameron la condujo en dirección hacia la cocina.

[•••]

1:32 PM

Luego de ayudar a hornear un rato, madre e hija lograron su cometido: alegrar a Ágatha, quien se encontraba riendo mientras batía un merengue para un encargo.

—¡...es enserio! A tu papá se le cayeron los lentes cuando iba a recibir su diploma de abogado. Y el idiota lo único que dijo fue: <<¡Malditos lentes de segunda!>>
Relataba la abuela Helena entre risas, mientras que Cameron se ahogaba con su te de tanto reír, tanto, que Ágatha empezó a decirle que reía como cerdo.

—¡Y lo único que decía el profesor mientras veía a tu papá en el suelo tratando de alcanzar sus lentes que cayeron fuera del escenario fue: <<¿Puede ver donde cayeron?>>

Las tres gatas volvieron a reír forma estrepitosa, Ágatha puso el tazón en la mesa, ya que creía que se le caería de tanta risa. La chica se la estaba pasando bien, olvidando completamente lo que sucedió esta mañana.

Antes de que la abuela continuase con su relato, las puertas de la cocina se abrieron de repente, atrayendo la atención de las damas. Se trataba de la cajera, una gata de mediana edad de pelaje blanco, se acerca a la mayor de ojos azulados y la toma del brazo, para hablarle con expresión agraviada.

Lirios Rojos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora