Capítulo 8

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—La cena estaba muy buena, gracias

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—La cena estaba muy buena, gracias. —hablaba la mujer de John, quien en ese momento estaba dirigiendo el tenedor a su boca. John asintió levemente, y su hijo, Michael, se levantó de la mesa. 

—No estaba mal... —dijo simplemente.

—Me alegro de que les haya gustado. —Por suerte, el Cocinero había aprendido a controlar sus nervios. De hecho, estos ya no aparecían casi nunca, ya que él no les dejaba entrar en su mente como lo hacía de pequeño. Ahora, notaba como si su cráneo fuese una muralla que le apartaba, que le protegía de... ¿De qué? ¿De las cosas malas? ¿De la gente desagradable? ¿De la propia realidad? Era difícil saberlo. 

En el salón principal, que se encontraba a un par de pasillos de donde estaban cenando la familia, había una fiesta, como todas las noches de los viernes. Los invitados ni siquiera se habían percatado de que los anfitriones se habían marchado. Todo el mundo seguía cantando, bailando, y bebiendo. Todo era normal. 

—Sé que no soy quién para entrometerme, pero ¿no creen que deberían volver a la fiesta? Sus invitados ya deben de haberse percatado de su ausencia. 

—Es cierto. -Dijo la mujer. 

—Pero... ¡María, estoy comiendo!

—Oh, vamos. —La tal María se cruzó de brazos y le lanzó una mirada llena de furia a su marido. —¿De verdad quieres hacerme enfadar ahora, John?

—Claro que n... 

—Pues venga. Nuestros amigos nos esperan. —El hombre también se levantó de la mesa. Los tres familiares recorrieron los pasillos casi sin mirar. Esa mansión no hubiese sido un hogar demasiado acogedor para el Cocinero, pero supuso que para otra familia quizás lo fuera. 

Su plan estaba funcionando. Ahora todos estarían reunidos, como cuando mató a Vicky unos meses atrás. 

El Cocinero los acompañó hasta la gran sala, la cual estaba repleta de gente. Esos sitios le angustiaban un poco, pero no era el momento idóneo para echarse atrás. Ahora no. 

—Bien, creo que debería ir marchándome. 

—Sé que trabajas muy duro y que debes estar cansado —dijo la mujer mientras acariciaba el pelo castaño de su hijo. —, pero si quieres quedarte en la fiesta, serás bienvenido. —El niño le dedicó una mirada a su madre antes de salir corriendo con otros niños que, evidentemente, eran mayores que él. 

—Agradezco su invitación —miró al hombre para no excluirlo de la conversación. —, pero debo volver ya a casa. Mañana también tengo que madrugar para... —Su mente iba a cien por hora, eso no formaba parte del plan. —Ir a la boda de mi hermana. 

—Oh, felicítala de nuestra parte. —contestó ella con una sonrisa radiante. 

—Que vaya bien, entonces. —John le tendió la mano, y el Cocinero la aceptó con gusto. 

El cocinero asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora