No eran granadas de alta potencia, es decir, la explosión que causaban era grande, pero tampoco para echar cohetes; las había visto mejores. Estas tardaban unos segundos antes de explotar, no eran inmediatas, por lo que en las guerras no eran muy funcionales, solo cuando el que las lanzaba necesitaba tiempo para huir.
Aun así, iban a resultarle bastante útiles. Las puertas de hierro estaban hechas para resistir a golpes, balas y todo tipo de cosas. Eran las mismas puertas que se usaban en los búnkeres, por lo que resistían a todo.
Llevaba varias horas buscando una manera de salir de la pequeña casa, y no pudo encontrarla, así que, tras pensarlo un tiempo, optó por llevar a cabo el plan que había estado evitando desde el principio.
Bajó las escaleras hacia el desván y sacó una de las granadas de la mochila que había cogido. Con una sonrisa traviesa, quitó el seguro de la granada y la tiró escaleras arriba. Rápidamente, cerró la puerta y se alejó de ella todo lo que pudo. Tapó sus orejas con sus manos y esperó, porque era lo único que podía hacer.
El sonido de la explosión llegó en menos de diez segundos, e hizo temblar la casa entera. Se escucharon algunos muebles caer y madera romperse. En cuanto el silencio inundó la casa de nuevo, abrió la puerta y subió. Había bastantes escombros, pero ahora no podía rendirse. Las paredes habían caído y ahora podía ver el exterior entre trozos de piedra y ladrillo. Trepó entre los distintos materiales y respiró, victoriosa. Cómo había echado de menos el aire libre.
Se coló entre un par de paredes que se habían chocado formando un triángulo: era como una puerta a la libertad. Salió de la casa tan rápido como pudo y empezó a correr, sintiendo cómo las armas que llevaba en la mochila botaban en su espalda.
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-Oye, ¿sabes qué? -Preguntó Fred mientras miraba el horizonte.
-¿Qué?
-No vamos a encontrar a Alice. -Fred observó al Cocinero con cara cansada. -A saber dónde se la han llevado. La ciudad es muy grande.
-¿Sabes qué? -Su compañero no contestó, por lo que siguió hablando. -Lo sé, y no me importa. Desde la muerte de Dusk hace un par de días, que ya Alice no es mi prioridad.
-Pensaba que la querías.
-Y lo hago, pero sé que sabe salvarse sola. Quizá ya haya escapado y esté volviendo de nuevo a Francia. Esta mujer es impredecible.
-Y tú también, por lo que veo. -Tras soltar un suspiro, el Cocinero se levantó del suelo y ayudó a su compañero a hacer lo mismo.
-Deberíamos volver. Quiero que mi vida vuelva a ser la misma.
-No puede volver a...
-Lo sé -Lo interrumpió. -, pero voy a intentarlo. Quiero volver a mi piso, y voy a encontrar a alguien que pueda sustituir a Dusk, voy a seguir con mi trabajo.
-¿Y Alice?
-No sé dónde está Alice, no puedo encontrarla. Es... perder el tiempo.
-Te rindes...
-No. Solo sigo adelante.
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La sonrisa en su rostro se propagaba con cada paso que daba. Había escapado, ella sola. Y con nada más ni nada menos que con una explosión. Había batido hasta su propio récord de huida. Su plan ahora era encontrar al Cocinero, Dusk y a Fred. Se preguntaba si la estarían buscando, o si simplemente la habrían dejado tirada. Claramente, Dusk se habría quedado a salvo en la cabaña, puesto que ella no le caía nada bien. Pero Fred y el Cocinero... Ellos habrían intentado encontrarla, ¿verdad?
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El cocinero asesino
Mystery / ThrillerSe trata de un cocinero profesional. No es muy hablador, pero transmite mucha confianza a través del silencio. Te escucha, y aprende de ti. ¿Confiarías en él tanto como para dejarlo cocinar en tu casa? *** ¡Ganador de múltiples concursos! - Ganador...