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La semana había pasado lenta sin Dazai a su lado. No habían sabido nada de él desde la pijamada con Fyodor, y eso los preocupaba mucho, tanto que a menudo no lograban concentrarse en clase, cosa que ponía furioso a Fukuchi, quien aprovechaba cualquier oportunidad para ridiculizarlos frente a todos.

Misteriosamente, cierto día, el trasero del maestro Fukuchi se topó con unas pequeñas agujas que algún ser había puesto en su silla. No recordaban haberse reído tanto.

Era una lástima que Dazai no hubiese estado allí.

—Ya pasó una semana —Dijo Chuuya a modo de saludo en cuanto llegó, y se sentó junto a Sigma—. ¿Creen que vaya a venir?

—Hay que ser comprensivos, perdió a Oda —Contestó Fyodor—. Debe estar abatido.

—Ya debería de haber regresado —Insistió el pelirrojo—. ¿Qué tal si intentó suicidarse?

Sigma frunció el ceño.

—¿Por qué habría de intentar suicidarse?

—La verdad, eso sí me preocupa —Comentó Nikolai—. Hace un par de días vi la noticia de un niño que se suicidó porque su mascota del tamagotchi se murió.

—¡Exacto! —Concordó Chuuya— Piénsenlo, estamos en Japón, uno de los países con las tasas más altas de suicidio, especialmente entre los jóvenes. Y Oda no era un tamagotchi, era una persona real, que Dazai adoraba y a quien él adoraba también. Imaginen qué tan mal debe de sentirse.

—Se siente mal hablar de Oda en pasado... —Susurró Sigma.

Se quedaron en silencio. El maestro Kunikida llegó y empezó a dar su clase, aunque de vez en cuando miraba al grupo. Él estaba enterado de la situación de Dazai, y, a diferencia de Fukuchi, sí tenía un poco de sensibilidad al respecto.

A mitad de la clase, la puerta se abrió.

—Discúlpeme por llegar tarde —Pidió una voz apagada en la puerta.

Por un momento, les costó reconocerlo. Pero era Dazai. Realmente era él. Una venda tapaba su ojo derecho y sus brazos, y tenía un parche en su mejilla, pero era él.

Y lucía terriblemente deprimido.

—Dazai —Susurró Chuuya, y se levantó para dejarle su puesto.

Regresó con Sheep, mirando con cautela al castaño, quien se sentó con Sigma. Se negó a intercambiar palabras con sus amigos. Kunikida siguió con la clase, aunque se notaba claramente preocupado por la actitud de Dazai, quien a menudo en sus clases era bromista y molesto junto con Nikolai. Era extraño verlo tan serio.

Antes de que sonara el timbre que indicaba el descanso, Chuuya y los integrantes de Sheep salieron para cambiarse la ropa, pues tenían partido. Cuando pasaron por delante de Dazai, éste los miró con desprecio, especialmente a Chuuya. 

Sigma tomó su mano.

—Dazai —Llamó—. ¿Está todo bien?

No fue capaz de mirarlo al rostro.

Terminada la clase, fueron todos juntos a sentarse en un lugar desde donde pudieran ver el partido de Sheep. Si las miradas mataran, Shirase ya estaría enterrado veinte metros bajo tierra, mientras las ratas se comían su cadáver.

—¿Estás bien? —Preguntó Fyodor.

—Me enferma —Contestó Dazai—. ¿Quién se cree que es? ¿Por qué se cree tan importante? Medio mundo es indiferente a su existencia.

—¿De quién hablas? ¿De Shirase?

—De todos, de Shirase, Yuan y hasta el maldito Chuuya.

Sigma tragó saliva.

Adolescencia  //BSD//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora