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Aunque esas semanas de vacaciones habían sido cortas, el tiempo pasó rápido en la escuela y volvían a tener unos días de descanso, está vez para poder pasar la Navidad y el Año nuevo con sus familias.

Los chicos quedaron en ir a casa de Sigma el día antes de navidad para poder intercambiar , algo como una mini-navidad para ellos. Cuando Nikolai lo propuso, todos estaban encantados, aunque Sigma no estaba muy contento de que hubieran escogido precisamente su casa para hacerlo.

—En mi casa no hay espacio —Se excusó Dazai—. Somos demasiados.

—En mi casa tampoco —Dijo Chuuya—. Es muy pequeña.

—Mis padres no me dejan hacer nada en casa que tenga que ver con invitar a amigos —Contó Nikolai—. La culpa es de Sonya, pero ajá.

—Y ahora Iván no me deja traerlos a mi casa —Se disculpó Fyodor—. Estoy castigado por haberme escapado de clases, y además no quiere que se vuelva a repetir lo de la piyamada.

El de cabello bicolor puso mala cara.

—¿Y qué les hace creer que mi padre va a dejarme invitarlos a mi casa por navidad?

—Puedes ser muy convincente.

Al parecer, los convincentes eran ellos, pues al final Sigma accedió y rogó a Bram para que los dejara hacer la pequeña celebración en su casa.

Según Bram, mientras no incluyera hierba o polvitos mágicos de cualquier tipo, todo bien.

Así que ese martes Sigma (con ayuda de Atsushi) se esmeró para que todo quedará perfecto. Limpió su habitación, la sala, y consiguió chucherías para comer. Como Bram lo había dejado traer a sus amigos, Atsushi se indignó y pidió que también lo dejara llevar a sus amigos, y el mayor no pudo hacer nada más que resignarse.

Aunque, igualmente, Atsushi iba a invitar menos personas que Sigma.

El primero en llegar fue, evidentemente, Nikolai, que vivía a tan sólo una media cuadra.

Luego de él, llegaron Fyodor y Dazai. Fyodor parecía Papá Noel con su bolsa enorme llena de regalos para sus amigos. Incluso Gogol tomó un poco de crema batida y se la puso en la cara para simular barba. No estuvo agradecido por ello.

Chuuya llegó al último, y trajo consigo a Kyoka para que jugara con Atsushi, aunque después llegaron los amiguitos del albino: Akutagawa con su hermana Gin y Kenji.

Dazai tenía la intención de conversar con los niños, pues sabía que a Chuuya le agradaban, pero lo único que consiguió fue que Akutagawa le sacara la lengua y el dedo medio, y luego tomara a Atsushi de la manito para alejarlo de él.

—Los niños de hoy en día son muy groseros —Se quejó. 

—No, no lo son —Lo contradijo Chuuya—. Tú simplemente no sabes hablar con niños.

En general, pasaron un buen rato. Sigma les ofreció galletas, pudieron conversar con Bram, jugaron videojuegos y luego se repartieron los regalos.

Sigma les dio a todos un paquete de galletas caseras y una manilla hecha a mano, de colores diferentes. Era algo sencillo, pero se esforzó mucho haciéndolo, y esperaba que les gustara.

El regalo de Fyodor era algo similar, un pequeño portalápices hecho a mano. Cómo Iván le había quitado su alcancía, tuvo que conformarse con las manualidades, cosa que no era su fuerte. Todavía tenía vendas en la mano de tantas veces que se clavó astillas accidentalmente y de haberse cortado sin querer con el bisturí. 

Dazai regaló suéteres y ropa de invierno. Nikolai dio termos de agua y lápices de colores. Y Chuuya dio dulces y un peluche pequeño de diferentes tipos de animales a cada uno.

Adolescencia  //BSD//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora