Caigo en la tentación

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– ¡Qué es eso! –exclama Dainan y se apresura a recoger el objeto que cayó entre nosotros. Sus manos cubren una botellita de cristal con delicadeza, como si se tratara de una telaraña. Sus ojos se encuentran con los míos y logro ver nacer en ellos el mismo brillo que tenían cuando descubríamos alguna cosa misteriosa en nuestra niñez.

– ¡Shh! Baja un poco la voz –le digo tapándole la boca con la mano– No sé qué pueda ser, pero mírala ¡Es preciosa!

El frasquito de cristal tiene miles de caras y en la boquilla hay una especie de corcho con una...

– ¿Qué dice? –pregunto mirando la nota que pende en el cuello del frasco, pero la cubre rápidamente, sin permitir que él y yo la leamos.

–Entremos, puede que no sea seguro estar afuera.

Lo sigo y justo cuando estoy entrando, Dainan se agarra del riel de la cortina y veo como se desploma en la alfombra con la barra de la cortina en la mano.

–Ups, lo siento, me sujeté de la cortina –dice casi explotando de la risa y no puedo fingir seriedad cuando le sucede este tipo de cosas.

–Al menos no lo has quebrado. Dámelo –pido extendiendo mi mano hacia Dainan. Acomodo el riel de la cortina, la cierro junto con la ventana y le exijo que me lea la nota.

Con la oscuridad de mi alcoba notamos que el papel perfectamente cortado es distinto a uno común, tiene una iluminación propia, algo azulada, lo que la convierte en la cosa más misteriosa que he visto en mi vida.

–Dice tu nombre, nada más que eso –miro la nota y tiene razón. Las letras plateadas brillan y nos permiten leerla.

Por mi parte puedo decir que estoy fascinada, pero miro a Dainan y está con las cejas fruncidas y la comisura izquierda del labio estirada.

Mientras Dainan saca sus conclusiones y corro a meter adentro del ropero la ropa que había desordenado mientras buscaba mi pijama, para que no se vea el desastre.

–Déjame tomarla, quiero verla más de cerca –le pido.

Mi cama es mi refugio, por lo que me siento en ella, apoyada contra la madera, lanzo mis zapatos lejos y uso el cubrecama para taparme. Dainan se quita mi abrigo, se acomoda igual que yo y me tiende el frasquito. Contra la piel se siente frío y el cristal es suave como el terciopelo.

– ¿Quién la habrá dejado aquí? –inquiere Dainan mirando hacia la ventana. Antes de responderle no contengo el impulso de acunarme en sus brazos y me alegro de que me reciba cariñosamente. Sobre mi hombro su brazo rodea y se posa en el mío.

–No se me ocurre nadie.

–No creo que sean buenas intenciones, incluso esto no parece humano. Nunca había visto un papel que brille ni un frasco de este tipo.

–Ni yo –respondo– me llama la atención esto –le digo mostrándole la notita que cuelga tentándome a hacerle caso.

–Eso es lo que pretende hacer, pero puede ser un veneno o una droga. Incluso podría haber sido Ignacio.

Ignacio es un compañero de curso con el que siempre discuto. No creo que sea capaz de escalar mi casa porque se estaría pasando del límite, aunque no se le haría tan difícil, ya que es mi vecino del otro lado. Nunca había hablado con él hasta el año pasado cuando se integró al curso porque repitió el año y desde entonces me ha fastidiado.

– ¿Y crees que Ignacio vendría a dejarme eso con drogas? ¿O veneno? –pregunto después de analizarlo.

–Es sólo una hipótesis, no puedo pensar en nada más.

–No me preocupa el frasco, es más alarmante pensar que cualquiera puede ingresar a mi casa. Por otra parte, es alucinante este objeto, casi puedo oír sus susurros diciendo que lo beba ¿Sientes algo así? – le pregunto. Dainan se gira hacia mí, pone sus manos en mis hombros y me hace mirarlo a los ojos, donde me encuentro con una aguda mirada.

–No dejaré que lo bebas –sentencia– No siento nada más que no sea rechazo a beberlo, porque hay que tener sentido común, Aurora. No sabes de dónde proviene ni qué cosa contiene. Es mejor que lo botemos –dice e intenta quitármelo de las manos, pero las alejo de él.

– ¡Por qué! ¿Crees que me quedaré con la duda el resto de mi vida? No soportaría lamentarme de esto, preguntándome siempre qué hubiera pasado si...

–Si nada, porque no pasará algo bueno si lo haces –me interrumpe y nuevamente intenta quitármelo.

–Dainan, lo haré igual, no me detendrás –advierto y en vez de lanzarse sobre mí a arrebatármelo, respira profundo, se pasa la mano por la cara y se muerde el labio inferior.

–Entonces yo beberé primero –me dice y no estoy de acuerdo. No me gusta la idea de que él beba primero. ¿Qué sucedería si por una de esas cosas, el líquido fuera tóxico? Prefiero intoxicarme mil veces y morir, antes de que él muera. Pienso en su padre, que quedaría completamente solo y lo más probable es que se muera de pena.

–No –dije secamente– de todas formas, es mío– contesto. Aunque tengo la opción de que ninguno de los dos lo beba, que sería lo más sensato, lamentablemente quiero saber qué sucede y nada me lo impedirá.

Abro la botellita retirando el corcho que la mantiene cerrada y oigo el "pop" cuando sale. El olor dulce de inmediato impregna el aire. Supongo que al verme hipnotizada por el aroma del frasco,  Dainan aprovecha de tirarse sobre mí, aplastándome e intenta sujetar mis brazos.

–Aurora, por favor, dámelo –me pide, pero me estiro lo que más puedo, alejándolo de su alcance y le digo que se quite de encima. Con la mano que me queda libre aparto su rostro para acercar el objeto a mis labios, aun así, no lo consigo.

Me libero y arrastrándome por la cama huyo de sus extremidades que me sostienen e impiden moverme.

–No lo tomes –ruega y yo, al borde de la cama, acerco la botella pequeña y tentativa a mis labios. Dainan no se rinde y trata de apartarme de ella, hacer algo, pero alcanzo mi objetivo primero que él.

El líquido es espeso y más frío de lo que creí. Es extremadamente dulce y casi lo escupo por lo empalagoso que resulta ser. Siento como atraviesa mi garganta. Aún queda la mitad del frasquito y Dainan me la quita. No me importa, he logrado beber.

Él se sienta y me mira con los ojos bien abiertos, asustados.

– ¡Por qué lo has hecho! –me reprocha. Le miro y sonrío sin saber por qué. Me siento frente a él y algo anda mal. Lo veo borroso.

–No te veo bien –murmuro y siento que no tengo fuerzas, que algo obstruye mi habla. Todo se oscurece de a poco, como si se cerraran unos telones sobre mis ojos. Un calor recorre mi cuerpo como la fiebre. Estoy tiritando y me cruzo de brazos intentando abrigarme porque el calor fue sucedido por frío. – Perdóname, creo que... –se me ha ido el habla y estoy a punto de desmayarme. Dainan me sostiene en sus brazos, respira agitadamente, está aterrado.

–Aurora, no, no, qué hago –dice en susurros. Muerde su labio y sus cejas casi se topan, ésa es su expresión de susto, preocupación, miedo...

Mi campo de visión de hace más pequeño y antes de que se cubra por completo veo cómo Dainan saca la botella de mi mano a tiritones y se la lleva a la boca. Reúno todas mis fuerzas y logro murmurar un débil "no", pero se toma el líquido sin titubear.

 Reúno todas mis fuerzas y logro murmurar un débil "no", pero se toma el líquido sin titubear

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