Invitación

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En el comedor, el almuerzo nos sorprende a todos. Nunca nos han dado hamburguesas y estas están deliciosas. Creo que es lo mejor que me ha pasado hoy.

Victoria se ha sentado frente a mí. Hoy lleva su pelo castaño y lacio recogido en una cola de caballo, en su rostro blanco hay una sonrisa y puedo casi jurar que es porque se ha puesto en buenas con Pablo. Él se sienta a su derecha y ambos bromean de vez en cuando. Alhelí, junto a Victoria, me lanza miradas de incomodidad, porque ahora está haciendo lo que se llama "tocar el violín", que es algo muy típico cuando tu amiga se enamora de tu amigo, es decir que tú quedas sobrando en la situación.

Junto a mí se sienta Marco, un amigo. Amalric y Dainan un poco más allá de Marco.

–Tendrías que haber visto a Amalric entrando al baño de chicas –me susurra Marco, luego da un mordisco a su hamburguesa.

– ¿Ah sí? –le pregunto y asiente haciendo que se mueva todo su cabello dorado.

–Fue un reto–añade– Las niñas lo sacaron a empujones y Amalric añadió cosas que no eran necesarias –me cuenta con una risita– Salió gritando "Tan sólo quería hacer pis, el baño de hombres está lleno ¡Por favor, mi vejiga!" –miré a Amalric que hablaba con Dainan y me puse a reír cuando lo imaginé.

– ¿Cómo reaccionaron?

–Muchas risas, hasta de los auxiliares que estaban cerca, pero tú sabes que esas cosas no le acomplejan a Amalric, él es feliz haciendo reír a la gente.

–Lo sé.

– ¿Por qué dijiste que tenías piojos? –pregunta. Mis amigos oyeron la pregunta y miraron atentos.

–No quería sacármela, alguna escusa tenía que inventar –mentí encogiéndome de hombros.

–Entonces tu mamá no vino a hablar con la inspectora –dice Pablo.

Claro que no –Pablo se ríe y sigue comiendo.

–Si Ignacio hubiera sido más inteligente no hubiera tenido que mostrar ese raro look –comenta Vicky y sonrío– Lo has hecho bien, pequeña. –Victoria tiene la costumbre de llamarme pequeña, primeramente, porque ella es alta como Dainan y también porque soy baja y "tierna".

Hago mi vista a un lado y sin querer me encuentro con la mirada de Ignacio, que está sentado al otro lado del comedor. De inmediato desvío la mirada y finjo que no lo he visto.

–¿Qué hace Ignacio mirándote así? –dice Marco y casi me atraganto con un trozo de pan.

–No sé de qué hablas –miento.

–Te acabo de descubrir cruzando una mirada con él.

–Solo fue casualidad.

–Bueno, ahora te está mirando de nuevo. –dice riéndose– Voltea.

–Ni loca, me da vergüenza, pero debe ser porque sin querer le robé su gorro.

–Ni siquiera me había percatado que no es el mismo gorro que traías en la mañana –dice sorprendido.

–¿Le has robado el gorro a Ignacio? –dice Alhelí sorprendida, al parecer ha estado muy atenta a nuestra conversación. De pronto, todos están atentos a su pregunta y observándome. Me muero de la vergüenza e intento tirar el gorro hacia abajo para cubrirme las mejillas rojas, aunque es inútil.

–Solo fue un accidente. –digo.

–¿No se enojó? –pregunta Alhelí.

–No, de hecho, lleva mi gorro puesto ahora, pero no miren hacia él, no quiero que se de cuenta que ... –Ya era tarde y todos habían volteado a corroborar la información. Ignacio no se molesta en disimular y les enseña el dedo del medio. Genial, ahora sabía que yo estaba hablando de él. Doy un bufido y me levanto de la mesa para retirarme al gimnasio y esperar la otra actividad.

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