Logré seguir a Ignacio y ponerme a su lado. Cuando se da cuenta de mi presencia, me dice:
–El colegio está ubicado en el lado oeste del bosque Pie de Madera, hay una entrada justo allí, que conecta a un sendero en el bosque.
El bosque del cual habla es un bosque que rodea toda la ciudad de oeste a este y pasa detrás de nuestras casas que están ubicadas en el límite norte de la ciudad, al sur del bosque.
–Entonces ¿llegas a tu casa por el patio trasero? –pregunto.
–Sí.
Caminamos en silencio hasta llegar de vuelta al colegio, doblamos hacia la derecha al fondo, y pasamos por el costado de una reja que cierra el callejón y divide la ciudad del bosque.
–Es mil veces mejor caminar por acá que por la ciudad –dice Ignacio quitándose la gorra y ordenando su cabello anaranjado-rojizo oscuro. – Puedes quitártelo si quieres, no me reiré. –dice refiriéndose a mi gorro, o, mejor dicho, su gorro.
Me retiro el gorro, porque en realidad ya se ha hecho molesto usarlo todo el día.
–Es extraño que hayas escogido ponerte extensiones de cabello con plumas, pero no creo que se rían de ti como lo hicieron conmigo, son plumas tan pequeñas que podrían pasar desapercibidas como si te hubieras tinturado –dice mientras caminamos a través del bosque.
Ahora comprendo por qué a Ignacio no le parecieron raras las plumas, y me doy cuenta de que perfectamente podría fingir que son extensiones y nadie me lo cuestionaría.
–¿Por qué elegiste ese color? –le pregunto.
–Siempre me ha gustado.
–Ah. –digo y seguimos avanzando en silencio. El viento mueve de vez en cuando la copa de los árboles y levanta un aroma irresistible a tierra húmeda y pinos. El sendero se estrecha un poco, así que, dejo que Ignacio camine delante mío. Observo su cabello desde atrás y noto que por coincidencia los dos tenemos el mismo tono anaranjado en el cabello (lo digo por mis plumas), para nada me gustaría que, a la vuelta de vacaciones, estuvieran comentando que ambos nos pusimos de acuerdo para cambiar nuestro estilo.
–¿Por qué crees que no he sido simpático contigo? –dice caminando con las manos en los bolsillos, sin mirarme y sin detenerse.
Hago un esfuerzo mínimo en intentar encontrar un motivo, porque en realidad sé que no debe haber alguno lógico y no es necesario que lo piense mucho, la respuesta siempre será:
–No lo sé.
–Ni siquiera lo pensaste 5 segundos, me enojas. –dice sin mirarme aún. Sus pasos son más largos que los míos y de apoco voy quedando más atrás, eso me obliga a correr un poco para alcanzarle. – ¿Qué le dijiste a tus amigos sobre mí en el almuerzo? –dice y se detiene de golpe, alcanzo a frenar antes de chocarlo. Levanto la mirada y me encuentro con sus ojos expectantes.
–Sólo les comenté que había tomado tu gorra por error, y quisieron corroborarlo, ¡Tu has sido muy grosero! –le digo recordando que le mostró el dedo del medio. Ignacio se encoje de hombros y continúa caminando.
–No tengo por qué ser simpático con gente que no conozco, mucho menos con gente que conocía y me ha olvidado por completo. –dice.
–¿Qué insinúas? –pregunto intrigada con eso último que dijo.
–El bosque cambia durante cada estación del año, pero si lo miras a una escala anual, en vez de mes a mes, nunca cambia, siempre sigue siendo igual ¿Te has dado cuenta? –dice cambiando el tema abruptamente.
–No lo había pensado de esa manera. –susurro.
–Ya estamos por llegar –dice mucho tiempo después, poniéndose junto a mí. Yo no veo por ningún lado alguna pista que nos indique que estamos cerca, pero debe ser que conoce muy bien el camino e identifica el lugar.
Avanzamos juntos unos metros, él me señala que debemos girar a la derecha y adentrarnos entre los árboles hasta llegar a la parte trasera de nuestras casas. El sendero es estrecho, claramente solo es utilizado por una persona, ya que los árboles apenas se separan para dejarnos pasar. Yo voy delante de Ignacio, apartando suavemente las ramitas que podrían golpear mi rostro, mientras reflexiono sobre lo mucho que prefiero este camino en comparación con el recorrido por la ciudad. En realidad, desearía caminar por aquí todos los días, pero no quiero invadir el "territorio" de Ignacio. Este camino es equivalente a una guarida secreta.
Después de unos minutos caminando entre los árboles, nos encontramos en el patio trasero de nuestras casas, específicamente de la casa de Ignacio. Las rejas de madera que separan el bosque de las casas, son igual de bajas que las rejas que separan las casas entre sí.
–¿Te gustó este camino? –pregunta Ignacio y volteo hacia él para verlo. Estamos de pie junto a la reja de su casa.
–Sí, no tenía idea que existía –confieso– ¿Por qué evadiste mi pregunta? –digo antes que me olvide.
–¿Qué pregunta? –dice mirándome directamente a los ojos. Una suave brisa le mueve el cabello y él lo reordena con su mano.
–Me refiero...–digo comenzando a caminar hacia mi casa bordeando la reja. Ignacio me sigue. – Me refiero a ¿Qué insinuabas cuando dijiste que no tenías que ser simpático con las personas que conocías y te han olvidado? –le lanzo la pregunta mientras levanto una pierna para pasar a mi patio, una vez allí me quedo mirándolo, frente a frente, esperando que esta vez me responda.
Ignacio apoya sus manos en la reja y me mira en silencio, luego baja la mirada, aún sin decir una palabra, puedo notar que busca la manera adecuada de decir algo.
–¿Vas a responderme? –digo (soy impaciente). Lo veo susurrar algo que no alcanzo a oír. – ¿Qué dijiste? No puedo escuchar si hablas bajito.
–Cuando dije eso, me refería específicamente a ti, Aurora. Nos conocemos desde hace mucho tiempo y he sido pesado contigo, porque me apegué a la promesa que te hice –responde respirando profundamente. Me quedo helada ante su respuesta ¿Nos conocemos de antes?, él levanta la vista para mirarme, por un instante atisbo tristeza en sus ojos y me salta el corazón– Duele ver que me hayas olvidado. –dice y comienza a caminar en dirección a su casa. Le sigo desde el interior de mi patio, pidiéndole que se detenga a explicarme la situación, pero no me responde.
Rendida me devuelvo, con un extraño nudo en la garganta, ¿Cómo puede ser que haya olvidado que conocía a Ignacio? Y lo más importante de todo ¿Por qué me hace sentir tan triste haberle visto con esa expresión? ¿Desde cuándo decidí sentir empatía por él?
Me dirijo hacia la puerta trasera, la cual conecta directamente con la cocina de mi casa. Esta puerta tiene un ventanal grande al costado, que permite ver la cocina y la pequeña mesa de desayunos. Al levantar la vista veo a través del ventanal a Dainan mirándome desconcertado y por el movimiento de sus labios puedo asegurar que me ha dicho "mentirosa".
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El Portal a Silak
FantasyEn un mundo donde los secretos familiares y la magia se entrelazan, dos adolescentes, Aurora y Dainan, descubren que sus destinos están ligados a una misteriosa roca rosa, un objeto que alguna vez perteneció a un poderoso dragón. La tranquila vida...