9. Rin

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RIN

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RIN


Isagi era más fascinante cuando se desenvolvía en el escenario, con sus movimientos elegantes, su cara pétrea y sus pestañas aleteando con cada parpadeo, su sonrisa se ensanchó cuando su mejor amigo dentro de la serie dijo algo gracioso, su mirada se volvió a mi por una fracción de segundo y volvió su atención al chico.

Tragué saliva, sintiéndome demasiado tonto por ponerme nervioso ante su mirada, después del último día en su casa no tuve más "encuentros casuales" con él, simplemente dejé de verlo porque no quería forzar las cosas, no quería que... bueno, ser rechazado otra vez.

Y eso estaba siendo demasiado loco para mí porque quería, quería a Isagi y a la vez no quería su rechazo.

— Te ves fatal, ¿qué tienes?

Sae me pasó el café, le di un sorbo sin importarme lo caliente que estuviera y seguí mirando a Isagi.

— Gracias, también te ves bien, hermanito. —contesté con desgana.

— Sabes de lo que hablo —rodó los ojos —. Isagi ha estado de un humor de perros, he tenido que ayudarle a Bachira con algunas cosas hasta que llegaste, fue entonces que se calmó. ¿Pasa algo entre ustedes?

Isagi tenía la mirada en nosotros o eso quise creer, saludó a alguien y antes de devolverle el saludo, me aseguré de que no hubiera nadie detrás de nosotros, para mi suerte, Bachira me salvó de hacer el ridiculo.

— Nada. Estamos bien.

Sae se apoyó en mi hombro, fingiendo animosidad de hermanos y todo eso.
— Y yo soy Blanca Nieves. Si dices que están bien, entonces no lo están.

— Lo besé, ¿ok? Y he ido a su casa cada que tiene problemas con algo o simplemente porque quiero verlo, él parece no notarlo, pero... accedió a mi beso y luego me apartó, yo... no lo sé.

— ¿Te dió miedo?

— Algo así.

Me dió un golpe en la cabeza, se puso frente a mi con sus brazos cruzados sobre el pecho.

— A ver si lo entiendo; te morías de ganas de ser correspondido en un beso que no fuera actuado, cuando el tipo lo hace te asustas y te alejas, ¿estoy en lo cierto?

Solté un suspiro.
— Ve al punto.

— El punto es, Rin, que eres un idiota. El chico te aceptó el beso y luego te pones todo raro, ¿has pensado que puede estar malinterpretando las cosas?

— No está malinterpretando nada —me defendí —. Ni siquiera me quiere.

— ¿Entonces por qué se ha estado comportando como un idiota hasta que llegaste? Cambió por completo.

El director me llamó a escena y entré, dejando a Sae solo con sus palabras de hermano mayor.

Las grabaciones del día se extendieron hasta pasadas las dos de la mañana porque habíamos tenido demasiadas equivocaciones y el castigo del director fue dejarnos salir hasta que nos lleváramos bien.

Isagi pasó por mi lado, bufando y diciendo algo entre dientes que no logre entender, su brazo chocó conmigo pero no me miró, entró en su camerino y yo hice lo mismo en el mío.

Las luces blancas del pequeño cuarto me desenfocaron los ojos, estaban más chillonas que las del set, comencé a quitarme la camisa y los pantalones hasta quedar en bóxer para ponerme mi propia ropa, el frío se extendió por mi espalda cuando la puerta se abrió y cerró, miré por el espejo, Isagi estaba de pie detrás de mi, sus cejas juntas en una línea y sus mejillas coloradas.

— ¿Qué haces aquí? —pregunté.

Se echó encima de mi, dándome poco tiempo a reaccionar, sus labios se separaron con suavidad, dándome total acceso a su lengua, a su garganta que soltó un gemido cuando le mordí el labio inferior, sus manos en mi espalda, acariciandome con rudeza mientras me hacía cargo de la situación.

Su espalda chocó contra la puerta, sus piernas se enredaron al rededor de mi cintura y mis manos viajaron inmediatamente a sus nalgas, amasandolas con ganas.

— ¿Qué?...

— Cállate —murmuró en el beso —. Tómalo como un ensayo para la próxima escena.

Y sin decir más, devoré su boca.

Sus gemidos salieron, calientes y suaves contra mi boca, nos separamos por aire, juntó su frente con la mía, tomó aire y lo escuché maldecir por lo bajo.

— Jodeme —dijo en una orden, apreté la mandíbula, intentando pensar en otro significado para sus palabras pero él había comenzado a desvestirse —. Jodeme o iré a hacerlo con alguien más.

Entonces lo hice. Un gruñido salió de mi, tan posesivo y enfermo que no tuve tiempo en pensar que estaba mal. Terminé de arrancarle la ropa, le di la vuelta, sus manos sobre la puerta y su espalda arqueada, mostrándome su culo.

Me relamí los labios y busqué un condon en mi cajón, también traje lubricante y me miró entre divertido y sorprendido.

— ¿Cargas con eso en todos lados?

Me encogí de hombros, poniéndome el condon.
— Nunca sabes cuándo puedes necesitarlo.

Rodó los ojos, seguía tan obstinado como siempre pero estaba dispuesto para mi, sonreí de lado, bañandolo en lubricante para entrar de una jodida vez.

Todo fue tan bueno como me lo había imaginado; su entrada aferrándose a mi polla con fuerza mientras le dejaba acostumbrarse a mi.

— ¿Listo? —mi voz sonando más ronca.

— Muévete —espetó.

Salí y entré con más fuerza, queriendo callar esa boca suya, ahogó un gemido y me concentré en romperle el culo en repetidas ocasiones hasta que se desplomó contra mi pecho, dejándose manejar a mi antojo.

— No eres tan terco así, —susurré contra su oído, me dio un codazo que contraataque con una embestida más fuerte, se arqueó, doblando la espalda y pegándose más a mi si se podía.

— Imbecil —murmuró, aferrando sus manos a mis caderas —. Oh, si... tan bueno.

Sonreí, sintiendo que estaba en mi límite.

— ¿Rin? Es hora de irnos —la voz de Sae del otro lado de la puerta hizo que Isagi me mirara aterrado —. ¿Estás ahí? Creí escuchar ruidos...

Le tapé la boca a Isagi con la mano y empujé mis caderas hacia al frente, me mordió la palma, ahogando el grito y seguí, alejándolo de la puerta para que Sae no escuchara su cuerpo chocar.

— Voy a entrar si no sales, ¿te moriste?

Isagi se corrió en mi mano, mis labios comenzaron a recorrer su cuello antes de correrme en el condon.

— ¿Rin?

— ¡Idiota! — me golpeó en el hombro, susurrando —. ¡Pudiste haber terminado cuando él llegó!

Me reí, sin intenciones de bajar la voz.

— Pudiste apartarme y no lo hiciste —ataqué —. Estamos a mano.

Le guiñé un ojo, la puerta dejó de sonar y la voz de Sae dejó de escucharse. Isagi se apresuró a ponerse la ropa, se vió al espejo arreglándose el cabello y antes de salir, me miró:

— Ni una palabra a nadie, esto no pasó.

Asentí, sonriendo.

— Por supuesto que no pasó —dije con sarcasmo —. Pregúntale a tu orgasmo.

— ¡Imbecil!

Salió marchando sobre sus pies, enojado.

Sae entró poco después.

— ¡Lo follaste! —gritó —. ¡Asco!

Pero su cara era más de diversión que de asco.

Detrás de escena [Rinsagi +18] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora