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A la joven le quedó claro que intentar siquiera comer carne humana a la fuerza (sólo para saber a qué sabían estas frágiles criaturas) no era una buena idea, lo que no entendió fue aquello de las emociones.

»A veces... yo puedo sentir —musitó ella durante esa misma sesión de ducha.

»¿De verdad? —preguntó Kanae con su característica calma, una que invitaba a hablar más. A escucharla también.

»Sí. He sentido... dolor, aquí y aquí. —Señaló su estómago primero, luego su corazón. Claro, sin saber qué estaba señalando.

Kanae le dijo que el dolor físico era algo ineludible, y pasó tiempo antes de que tanto Shinobu como ella pudiesen ver que la menor no mentía y, en efecto, de vez en cuando podía sentir algunas emociones que se interpretaban por medio de incomodidades en su físico como dolores de estómago o de corazón.

Lamentablemente la mayoría de dichas emociones eran de naturaleza negativa: decepción, apatía, preocupación, soledad, desanimo, desinterés... entre otras.

No importaba lo mucho que Kanae, Shinobu, las otras chicas en la okiya o ella misma lo tratasen. La nueva integrante no era capaz de sentir emociones positivas como tal; ni felicidad, ni amabilidad, tampoco ningún deseo genuino por ayudar al prójimo, excitación, felicidad... ni nada.

Al menos, emociones como la ira, rebeldía o sadismo tampoco estaban en la joven hembra enigma, cosa que aliviaba mucho a todas.

Durante los años próximos, gracias a la presencia del aroma de Shinobu, a la sangre de Kanae y la comida que continuamente se le daba sin falta, la pequeña cría pudo mantenerse en extremo calmada, algo que Kanae había nombrado: "una emoción positiva infundida con éxito".

Pero... ella no había sentido la gran cosa fuera de eso.

Entonces vino otra emoción negativa: "frustración".

La calma era lo que la ayudaba realmente a obedecer sin rechistar a sus nuevas hermanas o a técnicamente cualquier persona en la okiya.

Había días en los que ella se quedaba demasiado tranquila, tanto que ni siquiera salía de la cama; y se quedaba dormida durante días y noches enteras. Cosa problemática si es que la pequeña demonio ya estaba lista para aprender el oficio principal de la okiya junto a otra niña que ya estaba adelantada con sus propias clases; Aoi Kanzaki.

Hasta entonces, ambas trabajaban como sirvientas, pero sólo Aoi estudiaba para convertirse en maiko; una aprendiz de geisha.

Cuando no estaba haciendo deberes en la cocina o en cualquier otro lugar de la okiya, Aoi estudiaba con Shinobu durante horas en el cuarto de la mayor.

Kanae un día le habló sobre eso.

»Aunque ya estás en edad, antes de permitirte entrar a la escuela para geishas, habrá que darte un nombre. ¿Has pensado en alguno? —sugirió Kanae en un día común.

»¿Y para qué sirve un nombre? —preguntó ella ladeando la cabeza, sin entender.

»Para dejar de decirte "hey tú" cuando nos referimos a ti —refunfuñó Shinobu por lo bajo, leyendo un libro cerca de la mesa, junto a Aoi, que leía y escribía quién sabe qué cosas en un largo pergamino bajo la atención de su hermana mayor.

Eso no tuvo del todo sentido para ella; pero esas eran cosas de humanos, ¿no?

Daba igual, tampoco es que aquello le afectase para mal.

Sus progenitores la llamaban "pedazo de mierda", pero cuando le dijo eso a Kanae, ella hizo una expresión extraña que le revolvió el estómago y después la mayor dijo firmemente que ningún padre o madre debería llamar así a sus hijos.

Qué Kanae dijese aquello mientras la abrazaba, fue algo extraño, pero ameno para el pequeño demonio.

Kanae...

Muy bien. Quiso llamarse igual.

Pero cuando se lo dijo a las hermanas Kochō, dos días después de aquella conversación, su voz sonó mal por un extraño tartamudeo, y terminó diciendo...

»¿Kanao? —preguntó Shinobu arqueando una ceja.

Ella asintió confundiendo los nombres, por los nervios.

Nervios... otra emoción recién descubierta.

»Bien —Shinobu sonrió afable—, Kanao será.

Después recordó que el nombre que ella buscó pronunciar era Kanae, no Kanao.

Bueno, sonaba similar y se oía igual de bonito. Así que Kanao no dijo nada para corregirlo. Terminó gustándole mucho ser llamada así.

Luego vino su apellido.

Además de Kanae y Shinobu, Aoi y las otras 3 pequeñas más jóvenes que llegaron recién y al mismo tiempo de mano de Shinobu, le sugirieron sus respectivos apellidos.

Incluso Kanae le ofreció ser una Kochō más.

Pero Kanao, caminando una tarde por las calles, escuchó un Tsuyuri a lo lejos, y le gustó.

Kanao Tsuyuri.

Sí. Así se llamaría.

»¡Qué lindo, Kanao Tsuyuri! ¡Tsuyuri Kanao! —exclamó Kanae abrazándola.

Luego de muchos años viviendo juntas, Kanao se acostumbró a las muestras de afecto de todas las habitantes de la okiya. Y después de unos cuantos años más, Kanao Tsuyuri estuvo lista para tomar sus primeras clases para convertirse en una geisha. Una artista. Una mujer codiciada y deseada.

Después, a sus casi 160 años de vida, Kanao ya había aprendido muchas cosas, pero seguía sin sentir muchas otras cosas como el amor hacía una pareja. O el miedo, ese tampoco había sido capaz de sentirlo hasta ahora.

Ni cuando la pequeña Naho estuvo a punto de morir debido al ataque de un demonio (que Kanae terminó derrotando) y todas las menores estuvieron llorando a excepción de Kanao mientras las hermanas Kochō atendían las heridas.

Kanao mantuvo la frialdad en todo momento para extraer agua del pozo rápidamente, tener gasas más preparadas, y seriedad para no creer ni por medio segundo que perderían a Naho.

Inquebrantable confianza.

Eso era lo que Kanao sabía que sentía hacia Shinobu y Kanae, por eso, jamás creyó que ellas permitirían que Naho muriese.

Por otro lado, de rara vez algo le daba curiosidad. Algo tan básico que Kanao no tenía a menudo.

Aoi alguna vez le dijo que eso estaba bien ya que eso sólo causaba problemas, pero Kanao no estuvo del todo segura de eso.

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Luna Solar |【 Estaciones Lunares 1 】| 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora