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La voz masculina a sus espaldas lo hizo descolocarse.

¿Cómo no lo había oído, sentido u olido?

Tanjiro no esperó y se dio la vuelta con su puño al aire. Y eso fue lo que golpeó, pues de nuevo, a sus espaldas, lo oyó.

—Tus hermanas ya han sido compradas, por diferentes okiyas —siguió diciendo este tipo, como si hablase de un tema aburrido—, pero al menos no serán prostitutas. Eso debería alegrarte.

Enfadado, Tanjiro volvió a golpear, pero de nuevo, sólo la nada lo recibió.

—¿Sabías que también hay dannas demonios que podrían cuidarlas bien? —ese tono burlón lo desquició más.

—¡Voy a rebanarte el cuello! —prometió Tanjiro antes de que una patada en su espalda lo mandase a besar el suelo.

Tanjiro admitió que eso le dolió muchísimo. Tanto que apenas aguantó no perder el conocimiento cuando su cuerpo golpeó el piso.

Ese maldito... era demasiado fuerte.

—Primero empieza por dejar de aletear como una mariposa —se rio macabramente—. Si tanto quieres odiar a alguien, odia a tu padre. Él me pidió que hiciera esto, y como último...

Todavía bastante adolorido por ese golpe, Tanjiro se dio la vuelta aún sobre el piso, sentándose con esfuerzos, cuando un costalito de monedas cayó en el pequeño hueco entre sus piernas.

—Ahí está su dinero; para tus hermanos y para ti; aprovéchenlo bien.

El chico miró con desdén y repudio aquella bolsa.

¿Cómo se atrevía?

—¡Mis hermanas no son mercancía que pueda ser vendida! —exclamó enfadadísimo al hombre de vestidura occidental.

Zapatos negros brillantes, pantalones blancos, un saco oscuro con algunos grabados florales pretenciosos en blanco, un sombrero del mismo tono. Ojos rojizos, cabello oscuro y rizado... y un alma tan oscura y siniestra como un hueco frío sin fondo.

Por muy enojado que estuviese Tanjiro con Muzan Kibutsuji, sus instintos estaban alterados porque presentían en él a un ser muy muy muy peligroso al que no debía enfrentar... al menos, no por ahora.

—De hecho, sí lo son. Ya están vendidas —él alzó una ceja sin quitar esa cara de fastidio seco—. No quieres tomar ese dinero ahora, porque puedes pagarte una patética brocheta de carne para el desayuno —chasqueó la lengua—, si no pudieses, si no tuvieses ni siquiera donde caerte muerto, seguro estarías más que feliz porque tus hermanas fuesen compradas a un buen precio, cada una.

—Cabrón —masculló entre dientes.

—Ya he pagado mi única deuda con tu padre —dijo serio, como sólo él podía serlo—, no creo volver a verte nunca más.

—¡Espera!

Incluso a Tanjiro le pareció extraño que Muzan Kibutsuji le hiciese caso.

Lo miró por encima del hombro.

—¿Qué?

—¿En qué okiyas están? —preguntó Tanjiro aún enojado, pero asombrado por no haber sido ignorado.

—No hacen devoluciones a menos que tus hermanas no sirvan para ser geishas; y si eso pasa, seguro las venderían como esclavas a otro lado —sus ojos brillaron en rojo—; no creo que quieras eso.

—¡Sólo dímelo! ¡Merezco saberlo!

Ante su insistencia y desesperación, Muzan sonrió burlón.

—La más llorona está en la okiya de Tamaki Sasaki. La otra se quedó en la okiya de Mimí Agatsuma. Si son lo suficientemente buenas, seguro serán adoptadas por las okāsan o conseguirían protectores, y tendrían las vidas casi resueltas. Pero en tu afán de no dejarlas progresar, intentas arruinarles un futuro llevadero.

—¡Cállate, miserable! ¡No sabes nada!

El cuerpo de Tanjiro fue abruptamente echado hacia atrás hasta el punto en el que su cabeza hizo una ligera grieta en el piso de piedra. No pudo moverse a partir de ahí.

Por mucho que Tanjiro le gustaría patearle el trasero a ese sujeto, tenía que admitir que Muzan Kibutsuji era un demonio mucho más viejo y antiguo que él. Quizás un asesino nato.

La diferencia de poderes entre Tanjiro y él era abismal. Y eso lo enojaba todavía más.

—Eres tú el que no sabe nada, mocoso pueblerino —espetó fastidiado—. ¿Qué tipo de vida planeas darles tú? Con otros tres hermanos menores que mantener, sin trabajo, sin tierras, sin ganado, y sin dinero, ¿qué te crees? ¿Qué con solo desearlo, un trabajo fácil y un montón de dinero te caerán del cielo? Tu padre sabía que después de su muerte tú ibas a tratar de cargar con toda la responsabilidad solo, pero en el fondo no sabrías como hacerlo; así que por eso prefirió dejar ir a sus dos hijas en okiyas que permitir que ustedes seis se muriesen de hambre. Te lo repetiré solo una vez más... —decía Muzan manifestando parte de un poder siniestro, casi infernal, en él.

Su lado alfa, su lado omega... y todos los demás... se sintieron inmensamente amenazados.

—Sólo estoy pagando un favor. Si quieres odiar a alguien, odia a tus padres por tener tantos hijos y atreverse a morir dejándolos en la miseria; sin patrimonio... sin siquiera ganado —suspiró casi fastidiado—. Ellos tenían mucho dinero, pero se lo gastaron todo al no invertirlo en nada de provecho. ¿Quieres un consejo de vida real? No cometas su error y no tengas crías sólo por tenerlas, y algún día, si logras conseguir un trabajo estable que te dé un buen salario, no lo gastes todo creyendo que porque "ya trabajaste demasiado" no se te acabará. Porque luego pasan estas cosas.

Entonces Muzan Kibutsuji se fue, desapareciendo, con todo y su energía negativa.

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Luna Solar |【 Estaciones Lunares 1 】| 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora