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Las riendas del caballo fueron retenidas con ímpetu, obligándole a detenerse después de una larga y veloz carrera.
El pobre animal relinchaba disgustado por el comportamiento salvaje de su dueño.
Bastien se bajó de la silla de montar con gracia y sin dificultad. Acarició la crin oscura de su fiel compañero calmando su ánimo.
El mayordomo, un hombre alto y de aspecto noble que aparentaba la edad de cincuenta años, se acercó al Gran Duque.

—Ha regresado a casa, mi lord—las palabras de bienvenida no fueron suficientes para calmar el enojo que hervía a fuego lento en su interior.

Un joven capataz se acercó a Bastien con los ojos mirando al suelo y extendió sus manos para agarrar las riendas del animal.
Al saber que su caballo estaba en buenas manos, se acercó al mayordomo con una expresión templada.

—Qué le sucedió a Rose mientras no estaba?—interrogó Bastien al hombre que lo había criado.
—La Gran Duquesa se acostó a dormir  la noche que se fue y no despertó por tres días hasta hoy en la mañana. El Conde Stanley confirmó que solo estaba agotada—explicó pausadamente el mayordomo sin temblar bajo el peso de su mirada.
—Es solo que..

Al verlo dudar sobre continuar, un mal presentimiento creció en Bastien. La ansiedad comenzó a crecer en su pecho.

—La Gran Duquesa no recordaba nada cuando se levantó. El diagnóstico fue pérdida de memoria—terminó de explicar el mayordomo temiendo la furia de su señor.
—No recuerda nada, en lo absoluto?—era difícil saber en qué estaba pensando en ese instante.

El mayordomo simplemente asintió y esperó en silencio su comando.

—Dile a Joshua que lo espero en mi oficina. Giovanni y el resto volverán al atardecer junto a la caravana—esas fueron las últimas palabras de Bastien antes de entrar a la mansión.

El mayordomo suspiró y calmó su agitado corazón. Su señor podría provocarle un infarto si continuaba así. Estaba demasiado mayor para esos sustos.
Al entrar al lobby se encontró con Diana, la joven empleada que estaba asistiendo a la Gran Duquesa.

—Diana, dónde está la señora Lockwood?—preguntó el mayordomo provocando que la joven saltara del susto.
—Oh, es usted señor Martin. Me asustó—dijo la chica sosteniendo su pecho intentando calmarse.

El mayordomo quería decirle que era porque estaba muy concentrada en barrer el suelo pero desistió. No era sociable y tener una charla sin sentido no le apetecía en lo más mínimo. Esperó en silencio a que la joven respondiera su pregunta.

—Fue a la cocina a prepararle un refrigerio a la Gran Duquesa. Debe tener hambre después de dormir por tanto tiempo—informó Diana con una sonrisa en el rostro.

El mayordomo asintió en silencio antes de marcharse. Primero, debía decirle al Conde Stanley que su señoría lo esperaba en el despacho y después ver a la ama de llaves.

《🥀》

Bastien esperó en silencio la llegada de Joshua sentado en su escritorio. Su mente estaba llena de pensamientos erráticos que le provocaban una migraña dolorosa.
La ansiedad, preocupación y el dolor por su esposa eran la principal mezcla de emociones que sentìa por ella.

"Debe estar muy asustada sino reconoce a nadie"

Ese era su principal pensamiento al respecto. Sin embargo también existía una mezcla de alivio, satisfacción y felicidad al saber que Rosemary se olvidó de todos, principalmente de ese hombre.

"Ahora mismo, soy de la única persona que puede depender"

Eso le llenó de retorcido y egoísta placer. Saber que su esposa, ahora solo podría depender de él.
Sabía que el miedo y la desconfianza estaba arraigada dentro de ella, como un animalillo asustado huyendo de su depredador.
Tal vez su instinto le advertía sobre la verdadera y oscura naturaleza que escondía bajo la etiqueta y buenos modales.

Las espinas de una Rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora