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—La señora no despierta—dice una sirvienta asustada mientras admira la figura etérea de la joven duquesa acostada en la cama.

La señora Lockwood observa en silencio con una expresión preocupada en el rostro a su señora. Han pasado dos meses desde la boda de su señor con la dama pero su relación no avanza. El ambiente en la mansión es tenso y oscuro. Los empleados saben que el casamiento no fue del agrado de su nueva Dama pero tenían esperanzas de que eso cambiara pronto.
A pesar del carácter frío y distante de su Señor era un buen hombre. Además sabían que amaba a su esposa con locura. Tal vez, ese era el problema.
El futuro de la Casa Thorne parecía lleno de nubes grises y noches frías.

—Señora Lockwood!—el grito de la inexperta sirvienta llamó su atención.

Estaba a punto de reprenderla cuando descubrió el por qué de su grito.
La joven Dama estaba moviendo sus pestañas, un signo de que estaba a punto de despertar.

—Llama al médico Joshua. Apresúrate, Diana!—exclamó la señora Lockwood al ver como la chica se quedaba inmóvil observando el despertar de la Duquesa.
—Sí!—gritó apresurada Diana con jùbilo antes de echar a correr por la puerta de la habitación dándole un portazo.

El estruendo molestó la paz de la recámara. La señora Lockwood debía reprender a la chica por su actitud descuidada aunque eso sería más tarde.
Los ojos turquesa estaban completamente abiertos viendo todo a su alrededor con una expresión asustada y vigilante.
La señora Lockwood tuvo un mal presentimiento al ver el estado de la joven.

—Duquesa?—interrogó con cuidado para no asustarla.

La chica dirigió su atención a la mujer vestida de un color gris apagado y cabello plateado peinado en un moño bajo. No reconocía a la persona delante suyo, ni el lugar o por qué estaban vistiendo esas ropas.

—Quién mierda eres y dónde carajos estoy?—preguntó furiosa al darse cuenta de que podía estar en peligro.

La señora Lockwood no supo cómo responder, la joven delante suyo no era a quien había servido estos dos ùltimos meses.
Su boca sucia y mirada furibunda eran indicios que la Rosemary a quien conocían desapareció.

《🥀》

La cuerda del arco se tensó mientras sus manos tiraban con fuerza provocando que la madera se torciera. Sus ojos críticos y distantes enfocaron el objetivo a millas de distancia desde su lugar.
El ciervo pastaba en silencio con sus crías sin saber que estaba siendo cazado por un depredador sin igual.
El hombre esperó el momento indicado a que su presa se distrajera, en la mira el ciervo y sus crías.
Fue en ese instante en que su presa atacó, la flecha salió disparada a una velocidad rápida y certera acertando al lobo solitario.
El animal cayó con un chillido lastimero al suelo; el ciervo y sus crías huyeron despavoridos del peligro.
Solo fueron el cebo para una caza más grande.
Un depredador cazando a otro.

—Recojan al lobo. Tengan cuidado con él—sentenció Bastien observando como el animal se arrastraba herido tratando de lamer sus heridas.
—Díganle a Jeffrey que si muere, también lo hará él—dijo sin apartar la vista del pobre lobo que aullaba sin descanso por el dolor de su herida.
—Sí, capitán—aceptaron la orden en silencio sin siquiera atreverse a preguntar sobre la orden tan ilógica e irascible.

Bastien se dirigió a la campaña montada provisionalmente a las afueras del condado Deviant. Una manada de lobos hambrientos se había mudado al bosque colindante peregrinando. No sería ningún problema sino fuera porque estaba cerca del poblado. Las personas habían muerto y el señor de estas tierras no tenìa intención alguna de responder a la amenaza así que llamaron al Gran Duque. El Dueño del Ducado de Wivre, los condados Deviant y Selphir pertenecían a ese territorio extenso.
Bastien despojó de su título al Gobernador del Condado Deviant, el Barón Clifford y lo expulsó. Se encargó del problema de los lobos al asesinar la manada que atormentaba el poblado pero en cambio recogió a un solitario. Un lobo sin su manada no era nada, no podía cazar presas grandes y eventualmente morirìa por otro animal. Bastien recogió a ese lobo.
Giovanni admiró en silencio a su Capitán, no podía comprender sus acciones arbitrarias. Algunas veces actuaba de forma radical y otras, era compasivo. No entendía cómo funcionaba su brùjula moral o si tenía alguna. Solo sabía algo, lo seguiría para toda la vida porque era la persona que más respetaba.

Las espinas de una Rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora