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Lorena se concentró en preparar sus maletas para el viaje por lo que pudo ignorar su ansiedad debido al asunto con el Conde Stanley.
Diana junto a la señora Lockwood y varias sirvientas la ayudaron en la ardua tarea.
La ama de llaves desconocía el plan de Lorena por lo que preguntó cuántas maletas se debían preparar.

—Quiero que empaquen la mayoría de mis pertenencias. Tengo intención de quedarme en Thalassa de forma permanente a menos que ocurra algún incidente en la capital—el movimiento de las sirvientas se detuvo al escucharla hablar con tanta convicción.

Ella no se sorprendió al ver sus expresiones de asombro; ya que Rosemary había alargado su estancia en la mansión debido a su renuencia de alejarse de su familia.

—No tengo la menor idea de por qué alargamos nuestra estadía en la capital pero es costumbre que el Duque y su esposa se retiren de inmediato al Ducado. Creo que es hora de asumir la responsabilad como la Gran Duquesa, la cual sospecho que he estado evadiendo—explicó tranquilamente Lorena con una sonrisa en su rostro.
—No es necesario dar excusas por mi comportamiento pasado, señora Lockwood. Solo quiero agradecerle por su apoyo incondicional—dijo Lorena al ver como su boca se abría para defender a Rosemary.

La señora Lockwood sintió en su pecho un gran orgullo al ver como su ama finalmente se comportaba como la dueña y asumía su papel que le fue otorgado al casarse con el Gran Duque. Las lágrimas se amontonaron en sus ojos al sentirse conmovida por su agradecimiento.

—Señora Lockwood, está llorando? Dije algo malo?—una sensación de urgencia creció en ella al ver como lloraba el ama de llaves.

Se volteó hacia Diana con intención de pedirle ayuda pero ella simplemente le miraba con una mirada emocionada y sus ojos brillaban demasiado. Las sirvientas tenían sus manos sobre su boca que se abría sorprendida con miradas conmovidas.

El único pensamiento que pasó por su cabeza fue:
"Qué demonios les pasa a todas"
Lorena no pudo entenderlo en lo absoluto.

Bastien estaba firmando los documentos que requerían de su atención respecto al salario de los caballeros bajo su mando. No los caballeros imperiales, sino la nueva orden que estaba creando para proteger al Ducado. Confiaba en el reducido grupo que lo había acompañado cuando volvieron de la guerra y decidieron abandonar las fuerzas del Emperador para ir con él. No podía defraudar la confianza depositada de sus soldados en su persona.
Cuando estuvo satisfecho con el nuevo presupuesto y los cambios realizados decidió tomarse un descanso. En realidad tenía muchas ganas de ver a su mujer. Las palabras de Joshua se seguían repitiendo en su cabeza sobre como no debía confiar en ella. Su expresión se volvió sombría y taciturna.

—Su Excelencia—el saludo formal de la sirvienta lo devolvió a sus sentidos. Se trataba de Diana, la dama de compañía que había establecido para su esposa.
—Mi señora está en la biblioteca—dijo al ver como los ojos del Duque buscaban impaciente a su ama.
—Los preparativos se han completado sin demora?—estaba un poco ansioso por reunirse con Rosemary pero antes debía asegurarse de que todo estuviera perfecto.
—Si, mi señora ha ordenado empacar la mayoría de sus pertenencias. Tiene intención de hacer Thalassa su residencia permanente—sus palabras se sintieron como un golpe asestado en su abdomen.
—Iré a verla—dijo mientras se marchaba rápidamente dejando sola en el pasillo a Diana.

Diana observa la espalda del Duque con una mirada cómplice y una sonrisa en los labios. Su maestra se alegraría con la visita de su esposo.

《🥀》

Estaba sentada en el alféizar de la gran ventana que cubría casi toda la pared. El cristal me daba una increíble vista al bosque de pinos que se extendía alrededor de la mansión. Sostenía un libro en mis manos escogido con sumo cuidado. Se trataba de la historia del Sacro Imperio. Tenía curiosidad sobre la Santa que mencionó el Conde Stanley.
Ella existió realmente; una mendiga de doce años huérfana por la guerra.

Las espinas de una Rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora