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—No veo a Diana—en ese instante recordó que no estaban solos en el jardín.
—Le ordene que nos diera privacidad—Bastien soltó su cuerpo de manera renuente.

Lorena se volteó para encararlo, sus ojos se abrieron por la sorpresa mezclado con el horror. Sus pupilas temblaron por unos instantes de miedo.
Bastien fue consciente de su cambio y supo la razón detrás de este.
En la tela blanca de su camisa, pequeñas gotas de sangre estaban dispersas. Salpicó en sus ropas en aquel instante, cuando la espada atravesó el pecho de ese espía.

—Rose yo...—su voz temblaba, lleno de pánico y cuando quiso alcanzarla se alejó de su toque.

El dolor y el miedo en sus ojos le hicieron sentir culpable. No pudo evitar esquivarle porque el miedo la dominó por unos segundos.

—Lo siento, no quise hacerlo—se disculpó ella agarrando su mano con cautela.
—Me tienes miedo—no fue una pregunta, solo una afirmación que ella no pudo negar.
—A veces—dijo ella avergonzada por ello evitando su mirada.

Un silencio sepulcral le siguió a la corta y honesta respuesta de Lorena. Ella levantó su rostro para verle el suyo y solo había indiferencia. Un dolor agudo estalló en su pecho al ver su expresión sin emoción.
Trató acercarse a él pero la evitó sin siquiera dudarlo.

—Bastien—llamó su nombre dolida por su rechazo pero su mirada fría no cambió.
—Deberías descansar. El viaje es largo—dijo antes de marcharse.

Lorena solo pudo quedarse quieta en su lugar mirando fijamente como una tonta su espalda alejándose. El viento frío de la noche penetró en sus huesos y no pudo evitar estremecerse.
Estaba sola en el jardín.

《🥀》

—Su Excelencia, es hora de levantarse—las palabras de Diana me saludaron con la intención de levantarme pero ya estaba despierta.

Estaba acostada en mi mullida cama admirando el techo aturdida pensando en los acontecimientos de anoche. Arruiné todo, el progreso entre Bastien y yo se desvaneció por mi miedo. Un miedo justificado y real que me recordó mi nueva realidad. Un mundo donde el asesinato es legal y la pena de muerte existe.
Sabía lo que estaba haciendo ayer en las caballerizas pero pensé que podía ignorarlo. Estaba demasiado equivocada.

—Mi señora?—pregunta Diana al ver que ni siquiera he movido mis extremidades.
—Estoy despierta, Diana. Solo me duele la cabeza—respondo mientras exhalo y cierro mis ojos por unos segundos.
—Insomnio?—asiento en modo respuesta antes de incorporarme.
—Por favor, trae mi desayuno aquí. No bajaré al comedor—ella me ve con curiosidad pero calla al ver mi expresión demacrada.

Diana sale de mi recámara, dejándome sola de nuevo.
Sé que es estúpido evitarlo pero realmente no quiero verlo. Mucho menos desde que se alejó de mí de esa manera ayer en la noche. Estoy triste y molesta por eso.
Un largo suspiro brota de mí, estoy agotada mental y emocionalmente. Solo quiero quedarme encerrada en mi habitación pero eso no será posible. Hoy es el día en que nos marchamos al Ducado y eso significa un viaje largo en un carruaje pequeño junto a Bastien.

—Apesta. Él apesta—descargo mi furia pataleando en la cama como una niña pequeña.
—Mi señora, estamos aquí para asistirle en su baño—por supuesto, las sirvientas llegaron en este momento exacto para verme hacer el rídiculo.
—Gracias—digo con una sonrisa falsa colgando de mis labios antes de levantarme.

Desato mi bata y la dejo caer en el suelo desnudando mi cuerpo sin demora. Tal vez se deba a que no considero este cuerpo como mío pero perdí la vergüenza al desnudarme frente a personas desconocidas. Sin siquiera verlas me dirijo al interior del baño donde me espera la bañera de agua caliente con aromas de cítricos.
El agua se desborda al entrar en ella y siento como la calidez penetra mis huesos. Cierro mis ojos mientras las sirvientas comienzan a lavar mi cuerpo con facilidad.

Las espinas de una Rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora