¿Escribir la biografia de un muerto?
Delaney Rymer es una escritora que está luchando contra la propuesta que le cambiaría la vida, aunque su instinto le dice que no debe escribir la biografía de la biografía de un muerto. A pesar de sus reservas...
Colocó el diario a un lado y ajusté mis gafas con un ligero movimiento. La situación con Brais me preocupa profundamente; su forma de pensar es alarmante y refleja una desconexión total con la realidad. Es evidente que algo no está bien en su interior, y su perspectiva sobre las relaciones es, sin duda, perturbadora.
Recuerdo haberle suplicado que no abandonara a Hellen, quien parece estar tan atrapada en su obsesión por el matrimonio que ignora por completo las emociones de su esposo. La palabra "terrible" parece insuficiente para describir la dinámica que se ha establecido entre ellos. La falta de comunicación y la incapacidad de entenderse mutuamente han llevado a una situación insostenible, donde el amor se ha convertido en una carga.
La idea de dejar a Hillary ya no le causa inquietud; parece ser la decisión más sensata en su mente. Es desgarrador pensar en la situación de Hillary, quien podría verse afectada por la decisión de su padre, que parece no considerar sus sentimientos. Aunque su decisión puede parecer egoísta, también refleja un deseo de buscar su propia paz y libertad. Sin embargo, esta búsqueda personal plantea interrogantes sobre la responsabilidad que tiene hacia su hija y el impacto que su elección tendrá en su vida.
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Sorprendente sería la palabra que mejor describe lo que estaba ocurriendo en este momento. Cuando creí que Hanna había decidido alejarse definitivamente, su regreso fue inesperado. Resultaba sumamente extraño que, tras dos años de ausencia, ella decidiera aparecer nuevamente en nuestras vidas, como si el tiempo no hubiera pasado y las circunstancias no hubieran cambiado.
Me preguntaba cuál podría ser la razón detrás de su repentina aparición. La sorpresa que sentía era difícil de clasificar; por un lado, había una mezcla de alegría y confusión, pero también una inquietud que no podía ignorar. Era asombroso pensar que una simple revelación podría tener el poder de transformar por completo la dinámica de nuestras relaciones y la percepción que teníamos de ella.
Aunque no tenía todas las respuestas, observé a mi alrededor, reflexionando sobre la situación. Hanna había regresado a la vida de los Miller, como si, a pesar de sus intentos por distanciarse, siempre encontrara la manera de volver. Ahora, con un motivo tan contundente que la ataba a nosotros, era evidente que no la dejarían ir tan fácilmente, lo que complicaba aún más las cosas y generaba un aire de incertidumbre en el ambiente.
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La situación era profundamente perturbadora y aterradora en su máxima expresión. Brais se encontraba al borde de la muerte, y ella no podía soportar la idea de perderlo. La desesperación la consumía, y en su mente, la única solución era que él no se fuera, incluso si eso significaba tomar medidas drásticas. La idea de dejarlo ir era inaceptable; su amor por él la llevaba a un estado de locura que la empujaba a actuar sin pensar en las consecuencias.
La certeza de su acción era abrumadora. Hellen sabía que había cruzado una línea irreversible, y cada palabra escrita en la hoja que tenía en sus manos parecía confirmarlo. Caminaba de un lado a otro, reflexionando sobre la situación, y todo encajaba en su mente. La razón detrás de su acto era clara: Brais había expresado su deseo de divorciarse, y ella, atrapada en la ilusión de un matrimonio perfecto, no podía permitir que eso sucediera. La lógica detrás de su decisión se volvía cada vez más evidente, y la prueba de su culpabilidad se hacía palpable.
Sin embargo, había un paso crucial que debía dar: hablar con Hanna. A pesar de ser la amante, Hanna merecía conocer la verdad sobre lo que había sucedido y quién había sido responsable de la pérdida de su amor. Hellen creía que, al compartir esta información, podría contar con la ayuda de Hanna para asegurarse de que enfrentara las consecuencias de sus acciones. La idea de que la justicia se hiciera presente la impulsaba a actuar, y estaba decidida a llevar a cabo su plan, sin importar los riesgos que esto pudiera conllevar.
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Pobre Brais, puedo imaginar la angustia y el desasosiego que sentía al darse cuenta de que su vida estaba llegando a su fin. La situación era abrumadora y llena de confusión, como si todo estuviera a punto de desmoronarse. En ese momento crítico, solo le faltaba una maldita hoja que podría cambiarlo todo. Estaba a punto de leerla cuando un estruendo interrumpió su concentración: la puerta de la habitación se abrió de golpe.
Hanna apareció en la entrada, con una sonrisa que parecía desentonar con la gravedad del momento. A diferencia de otras ocasiones, esta vez no oculté el diario que tenía en mis manos. Ella me miró con una expresión neutral, como si el contenido de lo que sostenía no le importara en absoluto. Sin embargo, al fijar su mirada en el diario, sus ojos se abrieron con sorpresa, revelando una mezcla de curiosidad y preocupación que no había anticipado.
Con determinación, Hanna se dirigió hacia la puerta principal y la cerró con un seguro, como si quisiera protegernos de lo que estaba a punto de suceder. Comenzó a caminar de un lado a otro, su nerviosismo palpable, y luego se detuvo para mirarme, con lágrimas acumulándose en sus ojos. Su expresión me dejó completamente atónita, ya que en ese instante comprendí que la situación era más compleja de lo que había imaginado, y que ambos estábamos atrapados en un torbellino emocional que amenazaba con desbordarse.
—¿De dónde sacaste ese diario? —pregunta, casi a punto de llorar.
—¿Cómo lo conoces, Hanna? —inquiero con curiosidad.
—Mi... mi Brais solía escribir en él constantemente —responde entre sollozos—. Nunca me permitió leer ni una sola palabra, pensé que se había perdido para siempre.
—¿Por qué debería confiar en ti, Hanna? —le pregunto, mientras ella se seca las lágrimas.
—Porque Brais se dio cuenta de que alguien había leído sus escritos y arrancó la última hoja —dice, acercándose a mí—. Esa hoja era la más significativa.
—Sé todo sobre ti y tu historia —confieso, sintiendo la carga de sus palabras.
Ella me mira con vergüenza y se sienta a mi lado, las lágrimas continúan fluyendo por su rostro.
—Brais me amaba, pero había algo que lo mantenía atado a esta mansión —comenta, limpiándose las lágrimas que caen de sus ojos.
—¿Te gustaría leerlo? —me preguntó.
—No, todavía no.
—¿Por qué no? —insistió.
—Porque Brais así lo decidió —respondió—. Esconde ese diario de las Miller e incluso de Frederick.
—¿Por qué me estás diciendo esto? —pregunté con insistencia.
—Solo escóndelo y asegúrate de que mi Brais tenga un final feliz.
La miro levantarse y salir de la habitación, dejándome llena de dudas y confusiones.