--𝐢. 𝐭𝐡𝐞 𝐛𝐞𝐠𝐢𝐧𝐧𝐢𝐧𝐠

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EL DIA HABÍA LLEGADO, finalmente estaría aterrizando en la autopista de Outer Banks, mi hogar

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EL DIA HABÍA LLEGADO, finalmente estaría aterrizando en la autopista de Outer Banks, mi hogar. Outer Banks, una isla dividida por dos tribus, los pobres o los ricos, pouges y kooks. Donde, tienes dos trabajos o dos casas. Donde puedes hacer lo que quieras sin prejuicio y donde debes cuidar tu imagen.

El lugar donde había nacido escondida de los demás habitantes. Mi gran isla mágica donde todo lucía ser perfecto y sin tantas preocupaciones. O eso parecía.

Siento una mano moviendo mi hombro suavemente, abro los ojos intentando acoplarme a la luz del sol y a mi lado veo a mi mamá, quien me sonreía tiernamente.

―Jenna. despierta. Ya hemos llegado.

Hice un pequeño gruñido en modo de protesta, la noche anterior no había dormido casi nada y solo pude dormir dos horas en el vuelo.

―Busca a Valen, no la he visto.

Menciona a mi hermana y ruedo los ojos.

Veo los rayos de sol atravesar las ventanas del avión que estaba vacío, busco a mi hermana por todo el pasillo, era el avión privado de papá.

Al darme la vuelta para agarrar mis cosas y seguir con la búsqueda de mi hermana, la veo con su bolso en mano y preparada para irnos.

―¿Estás lista? ―pregunta con una mueca, parece estar dudando y yo también lo estoy, estamos volviendo a lo que fue el lugar de toda nuestra infancia después de años de no haber puesto un pie en la isla.

Me acercó a la primera ventanilla que estaba a lado de los asientos y veo un un extenso pasto verde con árboles a la distancia. En el cielo se pintaba un divino atardecer anaranjado intenso, supuse que era medio día.

Al ver el mar a la distancia, veo las memorias de una pequeña versión mía jugando en la arena y con las olas. Haciendo castillos de arena y enterrando a Valentina. Veía a mis padres a lo lejos, dándole tragos a sus bebidas y sonriendonos.

Una pequeña recolectar conchas de mar y luego enterrarlas con la esperanza de que al día que regresara, ella sabría exactamente donde estarían. Una niña rubia salir del mar, rabiosa por haber sido revolcada por una ola y ver a mi hermana burlarse. Y recordar el miedo que me daba nadar sola porque pensaba que un animal acuático saldría y me comería tal como en las películas.

Siento una lágrima viva y caliente humedecer mi mejilla derecha. La apartó con mi mano y cierro la ventanilla y me alejo.

Recuerdo la pregunta de mi hermana.

Y no, me gustaría no haber asentido en ese momento, no caminar directo a la salida del avión y me gustaría pensar que despertaba de algún tipo de mal sueño.

Sin embargo, pensé en ese instante, que era la mejor decisión.

Mi cuerpo recibe la humedad de la isla cuando salgo del avión. Al solo salir, sentía el mar mis pies y una bebida de coco en mi mano. Siento una sonrisa extenderse por mi rostro y el aire pasar por mi cabello, obligándome a cerrar la boca para evitar que los mechones no se metieran y tener que quitarlos cada cinco segundos.

Mi hermana va a un lado, murmurando miles de cosas que no puedo entender y que no me apetecía escuchar.

Cuando llegamos a la parte de atrás del pequeño aeropuerto, un señor de seguridad nos abre la puerta amablemente.

Al entrar, la temperatura se reduce notoriamente a una fresca y un poco friolenta. Habían personas por todo el lugar, algunas en pequeños restaurantes, librerías, cafeterías o simplemente en los asientos de espera. También maletas de un lado al otro y mucho, mucho ruido.

Fruncí ligeramente el ceño, no recordaba que la isla fuera tan concurrida por turistas. Pero claro, habían pasado años desde la última vez que estaba ahí.

Mi mirada recorre todo lo que puedo antes de comenzar a caminar hacía la entrada del aeropuerto, intentando no chocar con las personas que corrían en dirección contaría para llegar a su vuelo antes de que despegue.

Al salir, veo el sitio de taxis, más personas con prisa, bolsas por todas partes y—milagrosamente— el carro que era para nosotras y nos estaba esperando.

El chófer abre la puerta después de saludarnos mutuamente con una sonrisa, y abre la cajuela para comenzar a poner todas las maletas que llevábamos.

Me subo y me recorro hasta el lado de la ventana contraria, esperando a que mi hermana termine de subirse para que después mi mamá la imite.

—¿Y papá?—pregunto al ver que, de hecho, no estaba por ningún lado. No me había dado cuenta de eso hasta ahora.

—Se quedará. Tiene que revisar algunas cosas—dice mi mamá, restándole importancia al hacer una seña vaga con la mano.

El camino a casa fue tardado. Y eso me ayudó a que me percatara de que las distancias eran muy largas, y que, seguramente debería manejar incluso para ir a la playa o algún muelle cerca. También pude ver un poco más de la isla.

No recordaba mucho lo que no fuera cerca de mi casa o lugares que frecuentaba de pequeña. La mayoría del tiempo estaba jugando con Sarah o Topper, estudiando o yendo de casa en casa, pero nunca estaba fuera de mi lado de la isla. Era una regla impuesta por mis padres. Y como toda niña obediente, no me atrevía a pensar en romperla.

Por más que quisiera.

Mis ojos se abren abruptamente al sentir que el carro se detenía. Analizó todo con atención. Estábamos en una calle llena de casas hermosas y cuidadas, con jardines impecables y decoración antigua.

Figure Eight.

Decido no tomarle mucha atención al resto de la calle o más allá de ella, lograba ver por la ventana que la mayoría de las casas lucían casi igual. Suspiré.

Una reja negra y larga se abre lentamente, permitiendo que el carro avance por un camino que dividía el pasto verde y floreado.

Nos bajamos del carro después de que el chófer nos indicara, mientras él bajaba las maletas. Al pasar unos segundos se despide y lo veo desaparecer con todas las maletas por un pequeño callejón.

En el momento en el que mi mirada se posa enfrente, mi rostro adapta una media sonrisa. Una casa mucho más grande que las anteriores me recibía con una familiaridad sorprendente. La fachada era elegante y antigua, pero se podía notar que era diferente a las demás. Como si hubiera sido diseñada justo para diferenciarse.

—Hogar dulce hogar... —susurra Valen al pasar a mi lado.

Mi madre la sigue y comienzo a hacerlo yo también, subimos las escaleras antes de llegar a la gran puerta. Escucho que ambas van resaltando los detalles de su al rededor, y con cada cosa que descubrirán, se sorprendían más.

Suspiro y miro hacia atrás, ahí, a la distancia, se podía ver el atardecer caer sobre el cielo. Sentía el sol pegando directamente a mi piel e intentando broncearme ligeramente.

Después, giró un poco más la mirada, para encontrar el mar pegar justo al final de la casa. Sonreí instantáneamente y luego, me metí a la casa, escuchando voces haciendo eco por todo el lugar.

𝐏𝐎𝐒𝐒𝐄𝐒𝐒𝐈𝐕𝐄 | 𝐑𝐚𝐟𝐞 𝐂𝐚𝐦𝐞𝐫𝐨𝐧 & 𝐉𝐉 𝐌𝐚𝐲𝐛𝐚𝐧𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora