Capítulo 1

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Su madre no mostró reacción alguna cuando le dijo que repetiría el curso, terminó de colocarse sus carísimos pendientes de amatistas y oro, y le miró con condescendencia

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Su madre no mostró reacción alguna cuando le dijo que repetiría el curso, terminó de colocarse sus carísimos pendientes de amatistas y oro, y le miró con condescendencia. Para ella, solo suponía un año más pagando su instituto, un gasto mínimo en comparación con sus lujosos caprichos semanales. Era una manera estupenda de mantener a la carga de su hija ocupada durante el día, de alejarle de casa para poder encontrarse con alguno de sus amantes habituales. Y a Emma no le extrañó, tenía suerte de no estar internada en alguna escuela militar alejada de la civilización.

A ella nunca le importaron sus estudios, solo quería cumplir la mayoría de edad para largarse de su casa, alejarse de toda la pompa y los lujos necesarios con los que su familia sustituye la felicidad y el cariño de un hogar convencional. Preferiría vivir bajo un puente antes que en esa ostentosa mansión en la que se sintiera como una parte más del mobiliario.

El primer día del nuevo curso llegó, y ni siquiera se habría planteado salir de la cama de no ser porque su padre volvería a casa un par de horas más tarde. Se preparó desganada y camino hacia el instituto arrastrando los pies. Ese año prescindiría del chófer, quería acostumbrarse cuanto antes a vivir sin comodidades. Seis meses, seis meses más y la mayoría de edad le traería la libertad que tanto ansiaba.

Cuando entró al edificio, la ensordecedora efusividad de los adolescentes reencontrándose le golpeó. Aquellos parecían jóvenes tan felices. Algunos se fundían en abrazos interminables mientras sonreían como si quisieran desgarrar sus otras mejillas. Emma hizo una mueca de desagrado, nadie se acercaría a ella. Su unico amigo ya había acabado su estadía en aquella cárcel de hormigón, y su fama le precedia demasiado como para hacer nuevas amistades. Allí donde pasaba, solo hacía falta una de sus miradas oscuras para que la gente se apartara de su camino. Nadie quería peleas con Emma, no era famosa por sus escándalos, pero sus penetrantes pupilas celestes y su rostro inexpresivo eran suficientes para helar la sangre de cualquiera. No tenían motivos para temerle y, sin embargo, todos se alejaban. Mejor, pensaba ella.

Emma estaba podrida por dentro y por fuera, sus ojos crueles no eran más que un reflejo de su interior. No le importaba nada ni nadie a parte de ella misma, al menos era así, hasta que la vio por primera vez.

Emma era una alfa, todo el mundo sabía que se presentaría como tal nada más nacer. Emma era una alfa, y era una poderosa. Habría sido la alfa perfecta, sueño de cualquier omega, si hubiera puesto un minimo interés en encontrar una pareja, pero Emma no era una buena alfa, ella intimidaba a los omegas y jamás dejaba que se le acercaran. Nunca se sintió capaz de amar mínimamente a nadie. A ella no le importaban los roles de clase; alfas, omegas, los despreciaba a todos por igual. Por eso, nunca se había sentido afectada por el aroma de ningún omega. No hasta que entró a su nueva aula.

Había conseguido saltarse el discurso de bienvenida, no sería más que un montón de palabras de aliento que el director escupiría sin sentido ni sentimiento alguno como una grabadora. Se escondió en una de las aulas vacías y se fundió con la marea de gente que se dirigia a las clases una vez terminó aquel teatro de motivación estudiantil. Mientras sus nuevos compañeros se ponían al día, pudo adueñarse del pupitre más apartado y esperar mirando el tiempo escaparse por la ventana a que el profesor llegara a explicar cómo funcionaría aquel nuevo curso. Por suerte, Emma solo tuvo que aguantar alguna que otra mirada indiscreta. Su paciencia no habría soportado las impertinentes preguntas de alguno de sus compañeros excesivamente curiosos. Era la única repetidora, no quería estar allí y no quería que nadie se acercara, fin de la historia.

intocable ⋆ jemmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora