Capítulo 10

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Aquel día también habían tenido gimnasia, atletismo, concretamente

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Aquel día también habían tenido gimnasia, atletismo, concretamente. Todos y cada uno de los músculos de Emma se resentían a cada paso que daba. Entró al vestuario y arrugó la nariz con desagrado, allí apestaba a alfas sudorosos, y el dulce aroma de Jenna no estaba ahí para camuflarlo; el profesor le había mandado recoger el gimnasio. Seguro que lo único que quería era ver cómo la omega se agachaba a recoger los conos del circuito. Emma gruñó ante esa idea. Abrió su taquilla y sacó su bolsa de deporte, se quitó la camiseta y la cambió por una limpia, después hizo lo mismo con los pantalones.

—Ya lo creo, es increíble.


La voz de Dayce Congar llegó a sus oídos desde un par de taquillas de distancia. Hablaba animadamente con Savanna Finlad, una beta que solía rodearse de alfas y que no le caía demasiado bien a Emma.

—Es la omega perfecta, casi de ensueño. Es dulce, es atenta y tremendamente guapa —dijo la beta.

—Y, no nos olvidemos, de que está buenísima. ¿Ese culo es normal? No puedo mirar a otro lado cuando corremos.

Las dos amigas ríeron socarronamente y Emma apretó los puños. No podían estar hablando de quién ella creía que estaban hablando.

—¡Ya te digo! Jenna volvería loca a cualquiera, cómo me gustaría marcarla y poder follar...

Oh, sí, lo estaban haciendo.

Emma cerró la taquilla con tanta fuerza que hizo vibrar todas las demás. El vestuario se sumió en un pesado silencio. Lentamente, como un lobo acorralando a su presa, se acercó a las otras dos chicas que le miraban con una mezcla de curiosidad y temor. Destellos rojos manchaban las celestes pupilas de la alfa. Emma Myers estaba enfadada de verdad.

—Me gustaría formar parte de su conversación, ¿de quién hablaban? —preguntó con la miel bañando sus palabras. Era una trampa.

—De... de Jenna Ortega —respondió Dayce temerosa.

Nunca había hablado con Emma, nadie lo había hecho en realidad. Bueno, nadie excepto Jenna. Tragó saliva en cuanto se dio cuenta de que la había cagado pero bien.

—Ah, sí, Jenna. Es una gran omega, ¿verdad? ¿Qué decías que te gustaría hacerle, Costa? —volvió a preguntar, apretando la mandíbula y mirando a Savanna con fingida curiosidad.

Emma era la aparentemente inofensiva Venus Atrapamoscas que esperaba pacientemente para devorar a su presa.

La beta retrocedió un paso asustada. Todas las historias que había escuchado sobre Emma Myers se sucedían en su cabeza como pequeños y terroríficos sketches, en ese momento, la imponente alfa se cernía sobre ella con la furia homicida dibujada en su rostro. Ninguna de aquellas historias era cierta, pero Emma estaba dispuesta a hacerlas todas realidad con aquellos dos imbéciles que habían mancillado el nombre de Jenna. ¡Solo ella podía fantasear con la omega! ¡Solo ella podía mirarle!

intocable ⋆ jemmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora