❛❛Tras meses de silenciosa observación, ¡llegó la hora de pasar a la acción!
Emma es la alfa más temida y respetada en todo el instituto, pero no ha podido evitar caer por la dulce omega de cabello castaño y mejillas regordetas. ¿Será capaz de dar u...
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Jenna despertó con un fuerte pinchazo en su abdomen que le arrancó un grito de dolor. Sentía como si su cuerpo se estuviera consumiendo desde lo más profundo de su interior. Nunca había sentido un dolor como aquel. Las lágrimas rodaron libremente por sus mejillas mientras se retorcía entre dolorosos espasmos. El vacío en su cama solo empeoraba su lamentable estado. Con gran esfuerzo, consiguió incorporarse. No había ni rastro de Emma y, si no fuera porque su penetrante olor a alfa seguía impregnado en sus sábanas blancas, Jenna habría creído que solo era un sueño. Las imágenes de lo sucedido unas horas antes en aquel colchón se repitieron como en una vieja película en la mente de Jenna. El placer, la excitación, el alivio, la desesperación... todo aquel cúmulo de sentimientos encontrados que hicieron que su cuerpo temblara de la más exquisita manera. Y ahora, nada, vacío. Las ganas de llorar como una niña pequeña se le hicieron insoportables, ella quería... ella solo quería a su alfa, necesitaba abrazarla y hundir la nariz en su cuello, aspirando aquel delicioso olor que calmaba todo su ser. ¿Por qué no estaba allí? Rompió en un llanto lleno de sollozos lastimeros. Con gran esfuerzo se incorporó y alcanzó el móvil que descansaba en su mesita de noche y marcó el número de su mejor amigo. Tres tonos exactos después, Percy contestó.
—¿Jenna?
La voz al otro lado de la línea sonaba extrañada.
—Pers...
Jenna sabía que su voz daba pena, que parecía un bebé llorando incontroladamente, pero le daba igual. Ella solo quería mimos y que su alfa la estrechara entre sus fuertes brazos, y, sin embargo, no había nadie ahí para consolarla.
—¿Qué te pasa, cariño? ¿Y Emma? —preguntó Percy preocupado.
—E-ella n-no está.
—¡¿Cómo?! ¡¿Te ha dejado sola?!
—¿Por qué se ha ido, Pers?
Jenna sonaba como la persona más triste del mundo, pero es que así era justamente como se sentía; triste, usada y abandonada.
—¿Por qué no se ha quedado conmigo? —y una nueva oleada de sollozos le impidieron seguir hablando.
—Voy para allá.
El silencio se implantó en la linea, seguido por el inconfundible pitido que indicaba el fin de la llamada.
Jenna se dejó caer de nuevo sobre el colchón y se acurrucó bajo las sábanas, el dolor de su abdomen cada vez más intenso. Aunque le hubiera gustado que su dolor fisico la distrajera de su agonía emocional. Emma la había usado, se había divertido con su cuerpo y después se había ido sin dejar rastro. Jenna nunca se había sentido peor. Aún recordaba el suave roce de las manos de la alfa sobre su sensible piel, los jadeos de placer y sus pupilas cargadas de la más pura lujuria. Jenna se sentía estúpida, estaba completamente segura de que lo era. Al final, Percy tenía razón. Su omega tenía un pésimo gusto y ella había acabado queriendo tanto a la alfa que era doloroso. Era demasiado inocente, ¿por qué iba Emma a querer estar con ella? Jenna sintió otro sollozo partir su pecho, para aquel entonces, su almohada ya estaba empapada de lágrimas.