Capítulo 1: Una nueva aldea escondida

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Una joven mujer iba saltando entre las ramas en el territorio que alguna vez perteneció a la Aldea del Sonido, siendo actualmente donde residen algunas guaridas abandonadas de Orochimaru. Ya nadie vivía ahí, de hecho, no era muy transitado por los ninjas tampoco puesto que se rumoraba la existencia de trampas puestas por el Legendario Sennin cuando tenía planeado la destrucción de La Hoja.

Hasta el momento, la joven Hyuga no se había topado con ninguna, lo que le hacía creer que no eran más que rumores y falsas historias creadas entre los ninjas.

Ya iba de regreso de su misión, había conseguido los pergaminos que el Hokage le había encargado buscar, varios robados por Orochimaru cuando desertó de la aldea, pero que ahora se encontraban en su poder y tenía la intención de llevar a donde pertenecían. En ocasiones utilizaba su Byakugan, para no llevarse sorpresas en el camino, y aún así su misión había sido bastante tranquila y rápida. El Hokage había tenido razón al decir que no era necesario que nadie más la acompañara, porque no se trataba de alguna misión de alto rango.

Desde la Cuarta Guerra Ninja, pocas eran las misiones de clasificación A, y raramente aparecía alguna S. Han sido cuatro años llenos de paz, en los que las grandes aldeas han afianzado sus lazos y colaborado entre sí para la protección del mundo ninja. Los Kages han aprendido de sus errores, y procuran no volver a los tiempos de traición y mentiras, lo que ha ocasionado la tranquilidad que se extiende por todos los países.

En La Hoja, los jóvenes han crecido y tomado nuevas responsabilidades, llegando incluso a formalizar relaciones amorosas. Ese no ha sido el caso de Hinata Hyuga, quién no ha conseguido la persona adecuada con la que se sienta deseosa de iniciar un romance. Su antiguo enamoramiento por Naruto había terminado, cuando reconoció que solo era admiración. Por lo tanto, ahora disfrutaba de su tiempo a solas, al aire libre, cuando era enviada a misiones como la que tenía en ese momento.

Ella era feliz en su aldea, con su familia que había mejorado su relación, con sus amigos, incluso con su papel como ninja… Pero a veces, cuando miraba el infinito cielo azul desde la ventana de su habitación, no podía evitar preguntarse si había algo más para ella, ahí afuera.

Probablemente eran tonterías, pero no negaba el hecho de sentirse libre, mientras recorría aquellas tierras abandonadas, acercándose al límite con el País del Fuego.

Un extraño pesar se instaló en su corazón al pensar en volver a La Hoja tan pronto, su misión acabó más rápido de lo que imaginó, y lo cierto era que ella había esperado con anhelo ser llamada por el Hokage para recibir alguna tarea. Preferiblemente fuera de la aldea.

No se quejaba de su ayuda en el Hospital, o en la Academia. Pero no podía evitar el deseo de su corazón, de ir más allá de las grandes puertas de la aldea. ¿La razón? Ni ella misma lo sabía.

Sacudió su cabeza ante esos tontos pensamientos. No tenían sentido, su vida era tranquila y feliz, todo lo que necesitaba. Y ya no iba a darle más importancia a esa vocecita que le susurraba que se arriesgara.

¿Arriesgarse a qué?

Continuó su camino, decidida a disfrutar de la naturaleza que la rodeaba. Los árboles eran muy altos y tan frondosos que en largos trechos la cubrían del sol. La brisa era suave y fresca, golpeaba sus mejillas sonrojadas de una manera reconfortante. Las aves revoloteaban en alguna parte que no lograba ver, pero si escuchar sus cantos alegres. Instintivamente cerró sus ojos solo un segundo, para percibir mejor los sonidos de su entorno, pero eso causó que pisara mal una de las ramas, y terminara cayendo en un ruido sordo que espantó a las aves.

Hinata se sentó sobre la tierra, mirando el raspón en su rodilla, y sintiendo un agudo dolor en su tobillo. Eso le pasaba por no prestar atención, ahora le costaría volver a la aldea. Ya no podría ir saltando, le tocaría ir caminando, y con un pie lastimado su viaje sería muy largo.

¿Acaso no era eso lo que había estado deseando hace unos minutos?

Suspiró rebuscando dentro de su bolso, hasta conseguir el ungüento para heridas que siempre llevaba con ella. Su madre le había enseñado a prepararlo, y no había perdido la costumbre de hacerlo hasta el momento.

Lo aplicó en la zona afectada, sintiendo el contraste entre su piel cálida y el frío gel, eso le ayudaría a sanar y sería suficiente por ahora.

Su pie lastimado lo giró lentamente hacia un lado, y luego hacia el otro, repitiendo el mismo movimiento varias veces, aguantándose el dolor, para ayudar a obtener mejor movilidad. No se paró por algunos minutos, pero en algún momento decidió que tenía que hacerlo si no quería que le agarrara la noche en ese lugar.

Como pudo, se levantó con ayuda de un árbol a su lado. Suspirando cuando se apoyó sobre sus pies. Le dolía, pero podría caminar, al llegar a la aldea le pediría a Sakura que la atendiera, pero por ahora…

—Vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí?

Antes esa voz seca y gruesa, Hinata se tensó, poniéndose a la defensiva rápidamente solo para darse cuenta en la terrible posición en la que estaba. Cuatro hombres la rodeaban, no tenían banda ninja, pero su aspecto era aterrador. Eran altos y musculosos, con su cuerpo llenos de cicatrices hasta donde se podía ver, y cargaban en sus cinturas espadas.

—Mira esos lindos ojitos —Sonrió otro sacando su espada para señalarla— ¿Estás lastimada linda?

—¿Necesitas ayuda? —Hinata saltó cuando uno de ellos se le acercó y habló cerca de su oído. Eran rápidos y, aunque quisiera, no podía moverse igual que siempre por su tobillo lastimado.

—Aléjense —Estaba nerviosa, pero no lo demostró al hablar. Tenía que hacerles ver a esos hombres que no estaba asustada.

—Sacando las garras, eh —Se burló el que estaba detrás de ella, con una risa macabra que activó todas sus alertas. Debía irse, de inmediato.

—Nosotros podemos ayudarte…

Hinata aprovechó el descuido de uno de ellos, para golpearlo en el pecho con su paso suave. Luego, ignorando el dolor punzante de su tobillo, corrió hacia el Este, dejando atrás el límite entre la tierra del Fuego y el Sonido, y adentrándose en una zona más montañosa y fría.

—¡Vuelve aquí, maldita! —Gritó uno de ellos, y pudo sentir como la perseguían. Escuchaba sus pasos aproximarse y se regañó a sí misma por ser tan tonta y haberse lastimado. De no haber sido así, no le costaría tanto huir, o defenderse.

Esquivó una enorme roca que fue lanzada en su dirección, y lanzó un kunai para desviar otro que planeaba llegar a ella. Debía encontrar un lugar para esconderse, pronto, o no podría mantenerlos al margen por mucho tiempo. Apenas podía correr, gracias a que tomó la precaución de enviar chakra hacia su pie lastimado, pero no evitaba que sintiera dolor con cada paso.

—Un conejo herido no podrá escapar de nosotros… —Otra vez esa risa macabra que le causaba escalofríos.

—¿Una apuesta de quien la caza primero?

—¡Acepto!

La joven no podía creer lo que escuchaba, sus voces parecían distorsionadas por la locura, como si realmente les divirtiera acecharla como un animal. Apretó sus labios y se obligó a correr más rápido, en esa parte del bosque los árboles estaban más cercanos unos de otros, por lo que esperaba poder perderse de la vista de aquellos cuatro lunáticos. Pero sus pensamientos no llegaron muy lejos cuando algunas explosiones resonaron en todo el lugar, haciendo temblar a Hinata, y generando un miedo latente de que no podría escapar.

Una potente ráfaga de viento la empujó contra el tronco de un árbol, raspando su mejilla, las palmas de sus manos, y las partes de sus piernas que no estaban cubiertas por sus botas ninjas. Le dolió, pero no podía quedarse a autocompadecerse. Se separó del árbol, no sin antes ser lastimada por un kunai que rosó su brazo, y como pudo siguió corriendo en línea recta, profundizando mucho más en el bosque, escuchando las carcajadas de los hombres persiguiéndola.

Sacó como pudo de su mochila, algunos papeles bomba que iba dejando caer detrás de ella por los lugares que pasaba corriendo. Se armó con algunos shurikens entre sus dedos y, activando su Byakugan, los lanzó hacia uno de los hombres que venía más cerca de ella, asestándolos contra su abdomen y retrasando su camino.

—¡Desgraciada!

Ella no era muy apegada al uso de armas, sus habilidades radicaban en su mayoría en el combate cuerpo a cuerpo, pero agradecía haber practicado su puntería con Neji ocasionalmente.

De pronto, sus ojos detectaron un cuerpo de agua más adelante, con una enorme y potente cascada que no le dejaba ver más allá de ella. Dirigió sus pasos a ese lugar, creando en su mente algún plan para engañar a los cuatros bandidos, y ella esconderse dentro del agua. ¡Tendría que funcionar!

Cuando iba llegando, podía escuchar la fuerza con la que el agua caía. Era demasiado potente y temía que pudiese ahogarla si se acercaba demasiado, pero en ese momento era su única opción.

Estaba a unos metros, tan solo unos metros de lanzarse al agua, cuando algunas sombras salieron detrás de la cascada, pasando de ella, en dirección a los hombres que la perseguían.

Inconscientemente se detuvo, y giró su rostro aún con el Byakugan activado, solo para darse cuenta que esas sombras, en realidad eran personas, ninjas quizás, que se fueron a batalla sin pensarlo dos veces.

—¿Pero que demonios…? —No tuvo tiempo a terminar el hombre, cuando fue atravesado por una katana en su pecho. Retrocedió aterrorizada, estas personas vestidas de negro son más letales que quienes le perseguían.

Giró hacia la cascada, notando algo que no había percibido antes. Un vacío. Detrás del torrencial de agua, había un vacío que parecía ser la entrada a algo. Por más que se esforzaba, Hinata no era capaz de visualizar más allá.

Podía escuchar el choque de espadas y los jutsus lanzados detrás de ella, y ya no quería estar más ahí. Por impulso, corrió hacia la cascada, tomando el camino del que salieron las sombras, y adentrándose a una cueva que parecía más un túnel.

Arriésgate.

De nuevo esa vocecita que la incitaba a más, a hacer cosas que normalmente no haría. Y, sin embargo, no se detuvo a pensar dos veces cuando sus pies la llevaron a través de ese vacío. Sus ojos no la habían engañado, encontró un camino detrás de la cascada que prometía una sorpresa al final.

Caminó por largos minutos, mirando cada cierto tiempo hacia atrás, vigilando de que no volvieran aquellas personas que salieron de ese lugar. No estaba oscuro, el fuego mantenía la cueva iluminada y cálida, pero no calmaba el corazón acelerado de la joven. Al poco tiempo una luz se visualizó al final del camino, incrementando los nervios de Hinata, temerosa y a la vez curiosa de lo que pudiese hallar del otro lado.

Sus pasos se volvieron más lentos, cautelosos, ignorando por completo el dolor que se había hecho más fuerte por la actividad realizada. Desactivó su Byakugan, puesto que seguía sin poder ver más allá sin importar la cercanía que en ese momento tenía. Sus manos se apoyaban de la áspera roca de la cueva, solo para tomar impulso y seguir adelante. La luz la cegaba, ya faltaba poco, solo unos pasos más y…

—No deberías estar aquí. —Su pie tropezó ante la voz desconocida, pudiendo evitar una caída al sostenerse de las paredes rocosas. Hinata hiperventiló con sus ojos muy abiertos, sin atreverse a girar sobre sus pies. Esa voz tan profunda, seria, e incluso podría parecer un tanto arrogante, le había dejado estática, como si se le hubiese atrapado haciendo algo que no debía. ¿Y en realidad no había sido así? Ella no debería estar ahí, sino volviendo a su aldea natal, donde le esperaban su regreso.

Inhaló profundamente, tomando valor para girar su rostro hacia la izquierda. Buscó a quien le había hablado, encontrándose con una figura masculina, alta, completamente vestido de negro y su rostro cubierto por una máscara.

—Y-yo… s-solo estaba huyendo de aquellos hombres —Hacía tanto que no tartamudeaba, pero ante aquella presencia imponente, le fue imposible no hacerlo.

Otras tres personas estaban detrás de él, sus ropas eran similares, pero en tonos grises que los diferenciaban del hombre que había hablado. Aún si no fuera así, Hinata habría notado la diferencia clara de poder entre ellos. Ese hombre debía ser su líder o algo así.

—¿Y porqué corriste hacía acá?

—V-vi un vacío detrás de la c-cascada… con mis ojos —Ante los nervios, señaló tontamente sus ojos blanquecinos, él debería saber a qué se refería, no todos poseían ese color tan peculiar.

—Hmp —El hombre parecía meditarlo, y nadie se atrevía a soltar palabra. La joven se encontró, sin pensarlo, estudiando a la persona frente a ella. No podía ver nada de él, solo sus dedos sobresalían de los guantes, y un trozo de la piel de su cuello que no tapada la máscara o su cabello negro como la noche. La curiosidad crecía en ella por saber, conocer quienes eran, en especial él— Estás herida.

Por un momento, Hinata no sabía a qué se refería. Pero la inclinación en la cabeza del hombre le hizo mirar hacia donde apuntaba su mirada. Su rodilla se veía más fea de lo que estaba antes, debió haberse lastimado más durante su huida, porque ahora la sangre se derramaba por su pierna, hasta llegar a tu bota ninja. Y justo en ese momento, que se detuvo a contemplar su herida, el dolor de su tobillo volvió más punzante, haciéndola jadear y apretar sus manos a la pared rocosa de la que se sostenía. No sólo eso, por alguna razón sentía su cuerpo más pesado, su vista se volvía borrosa y el cansancio la embargaba.

—M-me caí de un árbol —Admitió con vergüenza—Me curaré y me i-iré.

Su rostro cubierto encaró el de la joven, analizando sus opciones. Realmente no tenía muchas, esos ojos que ella poseía podrían traerle problemas. No por su poder, sino por su procedencia. Y, aun así, les hizo unas señas a sus camaradas para que siguieran adelante sin él.

—Ven conmigo —Hinata abrió mucho sus ojos cuando una mano enguantada se posicionó frente a ella— Te llevaré a un lugar donde te atenderán esa herida, y luego podrás irte.

Se había quedado a solas con ese hombre y, aunque en cualquier otra situación le hubiera parecido una amenaza inminente a su seguridad, en ese momento sentía que aquella persona enmascarada no le haría daño. Quizás estaba siendo ingenua, y muy confiada, pero su instinto la llevó a aceptar la ayuda, y apoyarse en la mano de ese hombre.

—¡Ah! —Se quejó la joven cuando comenzó a caminar, provocando que el hombre la mirara. Ella no podía ver su expresión, pero sentía que le interrogaba en silencio por su reacción. Bajó la mirada con las mejillas enrojecidas, y sintiéndose muy torpe— T-también me doblé el tobillo c-cuando caí…

—Hmp.

Hinata sintió su largo cabello revolotear, cuando fue cargada tan fácilmente en la espalda del hombre. Sus movimientos eran excesivamente rápidos, no notó cuando la había tomado en sus brazos para posicionarla sobre él y comenzar a caminar como si no llevara un peso extra.

Por acto reflejo, se sujetó de sus hombros y soltándolos al segundo siguiente, al notar lo que había hecho. Ese era un hombre desconocido, y se estaba dejando llevar a quién sabe dónde.

—Sujétate, o te caerás.

De inmediato obedeció sin rechistar. Ese hombre tan imponente emanaba autoridad, por lo tanto, Hinata se movía inconscientemente al escucharle hablar.

La luz al final de la cueva cegó a la joven momentáneamente, provocando que cerrara sus ojos y se cubriera detrás del hombro derecho del hombre oscuro. Otra vez escuchó la cascada caer, y se preguntó mentalmente si había estado caminando en círculos dentro de aquella montaña rocosa. Las aves parecían cantar alegres, y un olor a flores inundó la nariz de la Hyuga. Nuevamente, llevada por su curiosidad, abrió los ojos solo para quedar petrificada ante el hermoso paisaje que se encontraba frente a ella.

¡Era una aldea!

Sí, era una aldea escondida. Pero no se parecía a ninguna que ella hubiese visitado. El camino detrás de la cascada los dejaba en un pequeño claro rodeado de flores y altos árboles, con un gran Torii que les daba la bienvenida al frente. Pero al pasar las flores, y acercarse más al Torii, se podían apreciar las construcciones pertenecientes a una civilización. Hinata miraba todo completamente asombrada, incrédula, buscando en su mente información sobre alguna nueva aldea en los territorios del Sonido, pero nada llegaba a ella.

Había mucha vegetación entre las edificaciones, lo que le daba un toque mágico ante los ojos de la joven. Todo era muy limpio y se respiraba un ambiente tranquilo. Las personas que veía a lo lejos parecían ser civiles, despreocupados, sin temer ningún peligro. Hasta donde se alcanzaba a ver, las montañas los rodeaban y algunas casas se erigían en terrenos más altos, pero sin arruinar la organización pensada para esa aldea. Porque Hinata realmente consideraba que había sido planeada, y no surgido de la noche a la mañana.

Se encontró inclinando su rostro sobre el hombro de quien la llevaba, rodeándolo por el cuello y entrelazando sus dedos al frente de su pecho. No se había dado cuenta de lo imprudente de sus acciones, solo deseaba ver más de ese lugar escondido, pero no pudo cumplirlo cuando el misterioso hombre la llevaba por un camino secundario que la alejaba de la calle principal.

Inevitablemente tuvo que enfocarse en ese otro camino, que parecía rodear las construcciones, escondido entre los árboles para no ser fácilmente visto por los pobladores. La joven tenía muchas preguntas por hacer, pero no formuló ninguna de ellas, solo se dejó llevar en silencio por miedo de no molestar a esa oscura persona. Además, se daba cuenta que había entrado en un pueblo que no quería ser encontrado. Ella era una intrusa, y podría ser peligroso si la consideraban una amenaza para el secreto de su ubicación.

Llegaron a lo que parecía ser una amplia mansión. Unas escaleras de piedras los condujeron al hermoso jardín, y unos pasos después, atravesaron las pesadas puertas de madera que ya estaban abiertas. El asombro de Hinata no dejaba de crecer, puesto que dentro del lugar lo más sobresaliente era un alto árbol de tronco grueso en el medio de la estancia, residiendo en un jardín interno que parecía respetar su espacio, y la mansión funcionaba en torno a ello.

Un par de ojos blanquecinos brillaban de grata sorpresa, todo lo que veía le parecía sumamente hermoso, con detalles muy bien cuidados a simple vista. Sin embargo, también notaron las personas que deambulaban por los pasillos. No interferían en su camino y se reverenciaban en silencio al pasar el hombre que la llevaba. No hubo ninguna pregunta de quién era ella, o alguna mirada de desconfianza. De hecho, la joven creía que ni siquiera se habían atrevido a mirarlos. No sabía si eso era algo bueno o malo, en ese punto ni ella misma era capaz de comprender las razones por las que estaba ahí.

Sí, estaba lastimada. Pero se había metido en la boca del lobo sin mirar los posibles colmillos afilados. En caso de ser una trampa, no le sería nada sencillo escapar. Esa aldea parecía una fortaleza pensada precisamente para la protección, escondida entre las montañas… Solo esperaba que su imprudencia no le causara más problemas.

—Señor —Un joven vestido de ninja, con algunas alteraciones de armadura en su traje, se detuvo frente a los recién llegados, haciendo una reverencia.

—Shiro, por favor trae a Tsukimi a mi oficina. Necesito que revise a esta mujer —El hombre enmascarado habló, y de inmediato el mencionado se marchó para cumplir sus órdenes.

Hinata no le agradó el modo en que se refirieron a ella, por lo que estuvo a punto de presentarse, pero se detuvo al último instante. Tal vez eso tampoco era una buena idea. Tan ensimismada en los pensamientos de sus malas decisiones estaba, que no notó cuando fue depositada en una silla de la oficina de aquel hombre.

Él se irguió frente a ella, haciéndola sentir pequeña e indefensa. Todo en él era oscuro, incluso su máscara, que era muy parecida a la de los ANBU, era negra en vez de blanca. La joven se aventuró en sus ojos, intentando verlos, pero solo encontró un pequeño destello violeta que la inquietó más.

—¿Quién eres? —Se sorprendió a sí misma preguntando, sumergiéndolos a ambos en un silencio incómodo por un par de minutos.

Aquel hombre, analizaba la situación.

—No sé si sea buena idea que lo sepas —Esta vez, su voz sonó en un tono más bajo, y ronco.

—Yo p-prometo no decirle a nadie sobre e-esto —Sin necesidad de que le advirtieran, Hinata sabía que toda esa aldea era un gran secreto.

—Hmp —El hombre camino hasta el escritorio, sacando de él un pañuelo y llevándolo hasta la joven, ofreciéndoselo— Tienes tierra en la cara.

Lo tomó agradecida, limpiando sus mejillas y frente, bajo el atento escrutinio del hombre. Aunque eso no le impidió pensar, había prometido no decir nada sin saber las intenciones que esas personas podían tener con el resto de los países. Al principio había asumido que era por protección, pero también podía deberse a algo mucho más grande. En ese caso, ¿Qué debería hacer? No le sería fácil escapar, aunque dudaba mucho que la retuvieran. Tampoco estaba en condiciones para pelear, por culpa de su descuido.

De pronto, el pañuelo fue retirado de sus manos, y sintió como la suave tela se deslizaba por su rostro, cerca de su oreja. El contacto era tan delicado que se quedo quieta absorbiendo el cuidado con el que era tratada. Su corazón estaba acelerado, desbocado por la cercanía que en ese momento tenía con el hombre de la máscara, ni siquiera podía sentir su respiración, pero definitivamente estaba exaltada.

—Te faltaba por aquí —Volvió a enderezarse y, tras meditarlo unos segundos, decidió hablar— Supongo que no hace diferencia si sabes quien soy.

Hinata contuvo el aliento mientras lo veía remover la máscara. Para ella todo sucedió en cámara lenta, primero vislumbró la pálida piel de su mentón, su boca, su nariz… pero al llegar a los ojos y retirar completamente aquel objeto que lo cubría, jadeó impresionada sintiendo que se mareaba. No era un buen momento para desmayarse, por lo que se agarró de los lados de la silla, sin despegar la vista de quién tenía en frente.

—Sasuke… —Susurró. Con sus blanquecinos ojos muy abiertos.

Sasuke Uchiha era a quién tenía delante suyo.

—Hyuga —Asintió, dando un paso hacia atrás cuando escuchó la puerta sonar— Adelante.

Hinata no tuvo oportunidad de decir nada más, porque el anterior joven entró en la oficina seguido de una mujer de mas baja estatura que él, con su largo cabello castaño atado en una coleta alta, y algunos mechones sueltos enmarcando su rostro.

—¿Me mandó a llamar Sasuke-sama? —Indagó, ajustando sus gafas sobre el puente de su nariz.

—Tsukimi, atiende las heridas de la mujer aquí presente.

Con un asentimiento, se acercó hacia una petrificada Hinata que no podía apartar sus ojos de Sasuke, ni siquiera cuando tuvo frente a ella, a quien parecía ser una médico de esa aldea.

—¿Estás bien? —Tsukimi frunció levemente su ceño al ver el estado en el que se encontraba su paciente, parecía perdida en sus pensamientos.

—S-sí —Sacudió su cabeza, enfocándose en la chica que iba a curarla. Le sonrió tímidamente—Lo siento, estoy bien.

—Tu rodilla no opina lo mismo —Bromeó, haciendo reír brevemente a la Hyuga, quién se sonrojó de vergüenza al recordar la razón por la que se había lastimado en primer lugar— Bien, en unos minutos estarás mejor.

—También se dobló el tobillo —Informó Sasuke sentándose frente a su escritorio, siendo seguido por Shiro, para hablar sobre los bandidos con los que se había encontrado afuera.

Tsukimi se dedicó a curar a Hinata con su ninjutsu médico. Mientras Sasuke se encargaba de asuntos de la aldea con Shiro. Todo lo que sucedía en esa oficina era insólito ante un par de ojos blanquecinos, que no se decidían si mirar a la doctora, o al hombre que la había llevado hasta allí.

La Guerra había terminado hace cuatro años, pero Sasuke cumplió una condena en la cárcel de La Hoja por un año, luego de su liberación… él se marchó. Eso era todo lo que sabía la Hyuga, y desde entonces nadie sabía que había pasado con él. Se rumoreaba que no residía en ninguna de las grandes aldeas, y que ningún ninja se lo ha vuelto a encontrar.

Solo su antiguo equipo recibía ocasionalmente algún mensaje, confirmándole que seguía con vida, pero nada más que eso.

Entonces Hinata se preguntaba ¿Qué hacía ese hombre ahí?

—Por ahora eso será suficiente —Tsukimi se puso de pie desapareciendo su ninjutsu médico, sonriéndole amable a su paciente— Debes tener cuidado con tu tobillo, lo he vendado y debes evitar cualquier acción de esfuerzo, como correr —Que gracioso, eso era lo que estaba contemplando la Hyuga hacer— Me retiro, Sasuke-sama.

El nombrado asintió en silencio.

—G-gracias —Habló Hinata antes de que la mujer se fuera, recibiendo una pequeña sonrisa en respuesta.

—Yo también me retiro, Señor —Shiro hizo una reverencia y se marchó.

Sasuke se quedó leyendo unos informes en su escritorio, como si estuviese solo, pero era plenamente consciente de que no era así. Aunque quisiera, no podría evitar ese asunto por mucho tiempo.

Exhaló hastiado. Tanto tiempo había estado evitando justamente esa situación.

—¿S-sasuke-san? —Indagó una vocecita dulce, sin atreverse a pararse de su lugar.

—Sé que eres una Hyuga por tus ojos, pero no recuerdo bien tu nombre.

—Hinata, soy Hinata Hyuga. Y usted, e-es Sasuke Uchiha.

Cerró los ojos ante lo nerviosa que parecía la Hyuga. ¿Tanto miedo le tenía? Era de esperar, puesto que aún recordaba bien las miradas de odio y desconfianza de los habitantes de La Hoja. Huyó de eso, y ahora lo perseguía.

Demonios.

—No te voy hacer nada —Soltó con evidente molestia— Si te quisiera hacer daño, ya lo hubiese hecho.

Hinata entreabrió sus labios en sorpresa del repentino arranque de enojo de parte del Uchiha. Negó rápidamente, gesticulando excesivamente con sus manos.

—N-no es eso lo que me preocupa —Era la verdad. No había sentido hostilidad hacia su persona, no se sentía en peligro, pero si le preocupaba lo que había descubierto por accidente.

—¿Ah, no? —La atención de Sasuke se enfocó en la joven de ojos blanquecinos—¿Entonces qué es?

—Usted había desaparecido… Nadie sabe de su paradero… Y y-yo —Bajó la cabeza, nerviosa— lo encontré.

El Uchiha ladeó su cabeza, sin entender del todo lo que balbuceaba esa mujer.

—Explícate.

—Sasuke-san no quería ser encontrado, y ahora yo estoy aquí.

—Ah —Se encogió de hombros con indiferencia— Dijiste que no dirías nada. ¿Has cambiado de opinión?

—Yo… ¿Qué es esta aldea? ¿Qué planea hacer?


—Es mi aldea —Su puso de pie rodeando el escritorio hasta detenerse frente a ella— ¿Qué planeo? Hmp, supongo que un vengador como yo solo puedo aspirar a la destrucción ¿No?

El ambiente en aquella oficina era tenso. No importaba si a través de los ventanales se observaba un bonito día afuera, o lo pacíficos que se veían los ciudadanos. En ese momento, esas dos personas, estaban recelosas uno del otro.

—No —La respuesta de Hinata los sorprendió a ambos, pero una vez que habló no se pudo detener— Si usted quisiera la destrucción, ya lo hubiese hecho. Por el contrario, ha creado algo nuevo.

Sasuke deseó que alzara la mirada, y poder ver la sinceridad en sus ojos. Pero ella se mantenía cabizbaja, ocultándose detrás de su cabello. Según recordaba, los Hyuga se enorgullecían de su clan, y eran arrogantes en cuanto a los demás. No bajaban la cabeza ante nadie, porque sería una total vergüenza. Entonces, ¿Por qué ella lo hacía? Era de la rama principal, no tenía el sello del pájaro enjaulado, y vagamente la recordaba de su estancia en la aldea. Era rara, estaba más que claro, pero no le quedaba de otra que confiar en que ella no diría nada.

Confiar. No era tan fácil como sonaba. No obstante, la persona que era ahora no se permitía lastimarla. No todos sus hábitos habían cambiado, pero algunos fueron necesarios erradicarlos. Miles de personas dependían de él.

—Te propongo un trato —Habló después de unos inquietantes minutos en silencio. Esta vez sí consiguió que la joven lo mirara, atenta y cautelosa— Puedes quedarte el tiempo que necesites para sanar tu tobillo, pero cuando regreses a La Hoja no le dirás a nadie sobre este lugar, o sobre mí.

Era un trato justo. Aunque ella no estuviese segura de lo que pasaba con él, entendía que no obtendría grandes respuestas. Por lo que solo asintió en un acuerdo silencioso.

—Bien, te puedes quedar en mi casa. De todos modos, no suelo frecuentarla, tengo mucho trabajo —Ante la mirada atónita y las mejillas sonrojadas de Hinata, tuvo que agregar— Como comprenderás, no solemos recibir visitas, por lo tanto, no hay posadas en las que puedas quedarte.

—E-está bien, gracias Sasuke-san.

—Te llevaré cuando termine de leer unos informes —Y solo con eso, volvió a su antigua posición detrás del escritorio. La joven prefirió no molestar, aunque tenía muchas preguntas, por lo que se quedó en silencio. Solo observando por los grandes ventanales, todo lo que podía de esa aldea escondida.

A pesar de todo lo sucedido durante el día, se sentía a salvo en ese momento. Nunca había tratado con el Uchiha, pero eso no impedía que notara el cambio en su mirada, de las otras veces que llegó a verlo. Ya no estaba cargado de odio o tenía sed de venganza. Seguía siendo firme y determinado, pero algo en la profundidad de sus ojos oscuros le permitió ver a Hinata que también sentía cansancio. Tal vez de la vida, no lo sabía.

Eran solo conjeturas de las que no sabría nunca la verdad, porque pronto ella estaría mejor, y se iría para jamás hablar de lo sucedido. Era una promesa, y la cumpliría.
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N/A:

Primer capítulo de esta nueva historia que tenía tiempo esperando por salir a la luz. Espero que lo disfruten, será un tanto diferente y tendrá personajes nuevos que serán necesarios para la trama. Pero como siempre Sasuke y Hinata serán el tema principal.

Nos leemos pronto...
Thesam

La Sombra del SonidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora