Prólogo

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Era un bonito día en La Hoja, un clima agradable que era apreciado por sus pobladores. La primavera estaba en todo su esplendor, hermosas flores crecían en distintos rincones de la aldea y la paz era bien recibida luego de las pérdidas sufridas durante la guerra. Se percibía un ambiente tranquilo en cada rincón, menos en la Torre Hokage.

Kakashi Hatake, nombrado como el Sexto Hokage luego de que Tsunade decidiera retirarse, no podía creer lo que acababa de escuchar. Tanta era su sorpresa, que dejó caer por accidente una pila de papeles que había ordenado recientemente, y la tenía en sus manos para moverla de lugar. Tal parecía, que tendría que comenzar de nuevo, y aún así no movió su mirada de la persona que tenía en frente.

Otros dos ninjas también presentes en la oficina, estaban iguales de atónitos. Sakura se sostuvo de Naruto, y lo miró para saber si lo que ella había entendido era la correcto, pero su compañero estaba tan perdido como ella, dándole la respuesta y confirmación de inmediato.

Ninguno de los tres sabía qué decir, o si era adecuado arriesgarse a hablar. El silencio los rodeó, creando un ambiente lúgubre y gris que generaba pesar en sus corazones.

—No puedo permanecer en la aldea, Kakashi —Repitió el último Uchiha con voz realmente cansada, como si hubiese estado en una tarea extenuante, sin parar y agotándolo hasta niveles indescriptibles… Cuando el último mes solo se había dedicado a recorrer la aldea, luego de haber sido liberado de su condena.

—Sasuke… —Inevitablemente la voz del mayor salió entristecida. Para él, Sasuke era lo más cercano a un hijo perdido. Un problemático hijo al que había perdonado a pesar de todo, y con el que había creído que se formaría una relación más estrecha al ser aceptado nuevamente en la aldea— ¿Lo has pensado bien?

El aludido bajó la cabeza, algo que hacía mucho últimamente para evitar prestar atención a los murmullos y miradas recelosas que provocaba solo con su presencia. Solo había pasado un mes, era todo lo que podía aguantar de esa situación. Era libre, gracias al apoyo e insistencia de su antiguo equipo, pero no era bien recibido. Y eso lo entendía, no esperaba menos luego de las decisiones que tomó en su pasado, decepcionó la memoria de sus padres y el ideal de su hermano, por lo tanto, había decidido que haría lo que pudiera para seguir adelante con los deseos de Itachi, daría lo que quedaba de su vida para lograrlo.

Sin embargo, solo ese mes había bastado para que sus pensamientos cambiaran. A pesar de todo, él no quería estar en un lugar que no era aceptado, no quería que Sakura, Naruto, e incluso Kakashi tuviesen que preocuparse por él y tomar la responsabilidad de acompañarlo, no quería tener que bajar la cabeza cada vez que paseaba por la aldea y, en especial, no quería tener esos dolorosos recuerdos de su familia, en cada lugar que visitaba.

No, no lo podía soportar más ¡Ya era demasiado! Había dado largos recorridos, buscando incansablemente algo, lo que sea, que no lo hiciera sentir un intruso. Pero no lo encontró, nada, nadie, ningún lugar le generaba paz, ni siquiera su propia casa.

Él mismo reconocía que se lo merecía. Vivir atormentado sería una condena mínima para todo lo que había hecho, y aun así…

—Sí —Aceptó alzando nuevamente su cabeza, hacia su antiguo maestro— No puedo continuar aquí.

Esa había sido la frase más repetida por él, desde que se presentó en la oficina del Hokage, con Naruto y Sakura acompañándolo por petición propia.

—Tú fuiste perdonado Sasuke, ¡Nada te obliga a irte! —Naruto apretó sus puños, aguantándose las ganas de ir por su amigo, a quien consideraba un hermano, y zarandearlo hasta que entrara en razón.

—Te equivocas Naruto —El Uchiha lo miró, con una expresión vacía, carente de emoción— Mi mente… Los recuerdos, la culpa… Me obligan a irme.

Sakura apretó sus labios en un vago intento por no echarse a llorar. Si bien ya había aceptado que sus sentimientos por Sasuke ya no eran los mismos de antes, no quería que se fuera. Para ella, los presentes en ese lugar, su equipo, eran una familia que no todos entenderían. ¡No podían perder a uno de sus integrantes otra vez!

—Puedes apoyarte en nosotros, Sasuke —Le aseguró el Hatake, poniéndose de pie y rodeando su escritorio— Seguimos siendo el equipo siete.

Una pequeña sonrisa de lado apareció en el rostro del vengador, sin realmente sentir alegría, era más bien nostalgia por aquellos días en lo que solo era un niño que se dejó llevar por el odio y la venganza. Si tan solo hubiese tomado otro camino, si se hubiese apoyado de su equipo en ese entonces… todo sería diferente.

No obstante, ya no tenía sentido pensar en el hubiera, porque no existe. Ahora solo era un despojo de hombre que no ha podido dormir más de una hora en semanas. Sus ojeras se hacían pronunciadas, su aspecto era desprolijo y sus ojos… sus ojos solo eran dos huecos oscuros y vacíos. Ya no quedaba nada del temido Uchiha, y permanecer en esa aldea no le estaba ayudando.

—Lamento las molestias que les he causado.

—¡N-no digas eso! A nosotros no nos importa Sasuke-kun… —La voz de Sakura se quebró al final, y fue reconfortada por su amigo rubio.

—Yo no podré ser feliz en la aldea que masacró a mi clan, donde personas horribles orillaron a mi hermano a cargar con un peso que no era suyo. Los veo en todas partes, recuerdo la sangre, el dolor como si lo viviese una y otra vez —Cierra sus ojos inhalando bruscamente, intentando controlar el temblor de su cuerpo— Tal vez me lo merezco. Tal vez debería vivir con ello por el resto de mis días…

—¡No digas eso bastardo...! —Naruto fue detenido por su compañera, de habérsele lanzado a Sasuke para impedir que continuara diciendo lo que, a su parecer, eran estupideces.

—…Pero algo dentro de mí me incita a irme. Por eso ahora me permití abusar nuevamente de su aprecio, para que me ayuden a cumplir lo que quiero.

Desde ahí, no importó los intentos de Naruto para hacerlo cambiar de parecer, las palabras de Kakashi para aliviar su pesar, o los ruegos de Sakura para que se quedara, él ya no decía nada más. Se sumergió en un silencio sepulcral que incluso llegó a asustar a los otros tres, quienes se preguntaban interiormente si mantenerlo en la aldea, era realmente una buena idea.

Conforme pasaban los minutos, y la mirada de Sasuke se volvía más lejana, a Kakashi no le quedó de otra que aceptar lo que le había pedido. Y solo con su consentimiento y la promesa de hacer lo que estuviese en su alcance para ayudarlo, el Uchiha se marchó de la oficina, dejando una desazón en las personas que quedaban atrás.

En los días siguientes se llegó a un acuerdo entre los Kages: Sasuke Uchiha podría irse de La Hoja, siempre y cuando no atente contra la Alianza de las cinco Grandes Naciones, y éste dispuesto a luchar en su defensa, si alguna amenaza se hace presente en un futuro cercano. Si incumple con la condición estipulada, será inmediatamente reintegrado al Libro Bingo, y se iniciará su búsqueda y captura por los mejores ninjas de cada aldea.

La decisión estaba tomada, pero los que restaban del equipo siete todavía guardaban la esperanza de que cambiara de opinión. Con esa tenue luz de fe, intentarían nuevamente convencerlo, pero el Uchiha se les adelantó enviando un halcón con tres mensajes, uno para cada uno.

Lo abrieron al mismo tiempo, encontrándose con la sorpresa de que tenían igual su contenido. Una simple palabra que apagó su esperanza: Gracias.

Y así supieron, que Sasuke Uchiha ya se había ido.

La Sombra del SonidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora