5- La existencia de un futuro

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Ser un sacerdote no era tan malo cuando la buena apariencia estaba de su lado y las mujeres del pueblo sabían que podían contar con él en todo momento. Zeke era un hombre atento y confiable. El tipo de hombre que en realidad nunca esperaba nada a cambio.

Era de presagiar que la puerta de la casa de Zeke fuera golpeada a todas horas. Ya sea para requerir su ayuda en medio de un parto durante la madrugada o para recibir toda clase de cosas por su ayuda. Cosas que iban desde una gallina, hasta una cesta colmada de las primeras jugosas y dulces manzanas recolectadas del año. La gente solía expresar su gratitud con Zeke de esa forma.

Otro buen punto de ser un sacerdote, era la completa libertad de ir de un lado a otro sin tener que rendir cuentas a nadie. Zeke descubrió pronto, que su larga sotana le abría muchas puertas sin demasiado esfuerzo.

No era doctor ciertamente, pero heredó algunos conocimientos de su padre lo que añadido a su pasión por la botánica lo convertían casi en uno.

Antes del matrimonio de Hanji, ella solía invadir su pequeño laboratorio tal vez con la excusa de que era mejor pasar tiempo con él, que aprendiendo labores de estricta disciplina junto a su institutriz.

Hasta hace muy poco, Hanji era sólo una niña. Entonces Zeke convenció a todos e influyó en la decisión de la corte de que era bueno esperar al menos hasta la mayoría de edad para que contrajera matrimonio con el rey ya que era la única forma de retrasar un poco lo inevitable.

Zeke seguía hundido en sus pensamientos llenos de preocupación por los demás, hasta que se percató de que él tenía un problema mayor.

A su mente vino otra vez el rostro de aquel hombre. El recuerdo de su mirada mordaz antes de besarlo. La forma en que sus dedos se enredaron en su cabello e incluso jalaron algunos de ellos. El deber moral que lo obligó a separarse de Levi, cuando muy en el fondo de sí mismo también deseaba que ocurriera eso.

Zeke cerró los ojos y juntó las manos, la oración siempre lo ayudaba a despejar su mente mientras sus labios repetían incesablemente algo sobre el perdón, la salvación y el arrepentimiento.



***




Varios meses transcurrieron desde que una madrugada de primavera, el sacerdote descubriera por accidente el más grande secreto del rey y desde entonces algunas cosas cambiaron.

La ceremonia de coronación fue llevada a cabo durante ese mismo verano y Hanji de sólo dieciocho años fue coronada como reina. Existía mucha presión desde ambas familias para la concepción de un heredero y Erwin por primera vez se mostró preocupado ante la desafortunada situación. Existían muchos rumores al respecto. Uno de ellos en específico señalaba que el rey y la reina no dormían juntos, lo que parecía a simple vista la antesala de un matrimonio sin arreglo.

Zeke seguía visitando a Levi a diario. El aspecto del prisionero era mucho mejor que la primera vez que Zeke lo vio. En la piel de Levi no quedaban más que un par de cicatrices y hasta ganó algo de peso, lo cuál lo hacía ver mucho más saludable que antes.

Ahora el sacerdote se mostraba un poco más distante y precavido, aunque no menos humano. De pronto un día se vio enseñándole a Levi uno de sus libros de botánica y el prisionero no mostró indicios de aburrimiento. Por el contrario, se interesó y le pidió que le dejara el libro para leerlo cuando se encontrara solo. Zeke asintió y decidió regalárselo.

Levi descubrió que el sacerdote tenía una edad similar a la suya y ambos bordeaban los treinta años, aunque Zeke tal vez aparentaba más edad dado a su barba.

—¿Cómo fue que decidiste convertirte en un sacerdote? —preguntó Levi esa mañana mientras ambos estaban sentados en el suelo con sus espaldas pegadas a la pared.

Zeke se acomodó los anteojos antes de responder y por la resignación en su mirada, Levi tuvo la impresión de que tal vez era una pregunta demasiado invasiva.

—Sólo sucedió. Cuando llegas a cierta edad y vienes de un buen clan familiar, hay presión para escoger a una esposa, formar una familia y todo eso. Tal vez no es algo con lo que me sienta cómodo. Me gusta mi libertad.

—Yo creo que serías un buen esposo—dijo de pronto Levi sin siquiera mirarlo.

—¿Eso crees?

—Eres una buena persona, sacerdote.

Zeke escondió una risa ante la idea. Ni siquiera podía imaginárselo. Era absurdo.

—¿Qué piensas hacer cuándo salgas de aquí? —preguntó Zeke.

La pregunta tomó desprevenido a Levi. Él no tenía una respuesta para eso. Hace algún tiempo tuvo la impresión de que estar ahí no era tan malo. Tenía un lugar seguro donde dormir, la comida no era tan abundante, pero desde que llegó el sacerdote esta no faltaba. Lo único negativo resultaba ser la presencia de Erwin, el que estaba tan preocupado por sus asuntos en la corte que aparecía por cortos períodos de tiempo y luego se marchaba.

Aunque en realidad, la respuesta tenía que ver con el hecho de que afuera no había nada ni nadie esperando por él.

—Si no fuera por mi prima, yo tal vez me habría marchado hace mucho tiempo de aquí—confesó Zeke.

Levi se giró para observarlo, incluso su expresión facial cambió.

—¿A dónde te gustaría ir?

—No lo sé, cualquier sitio lejos está bien para mí.

—Estoy seguro que cuando mejoren las cosas lo lograrás, sacerdote.

Zeke sonrió ante su comentario y eso pareció suficiente para Levi. Tras eso y pasar parte de la mañana juntos, el sacerdote decidió marcharse antes de lo usual.

Levi permaneció en silencio viendo el espacio vacío donde antes estuvo Zeke y él no pudo hacer más que suspirar. No era un hombre creyente, pero podía sentir una calma extraordinaria junto a ese hombre. Podía ser tan sólo admiración, aunque de pronto la idea de perder su fraterna compañía si él llegaba a marcharse para siempre lo volvió un poco pesimista.




***




Levi se levantó a la mañana siguiente con malestar en todo su cuerpo. Su rostro se vio reflejado en el agua que vertió sobre el lavabo de piedra, mostrándole las consecuencias de su rebeldía y de su valentía al negarse por primera vez en años en complacer al rey.

Su acto de coraje fue duramente castigado por ese inhumano hombre. La sangre ya coagulada se disolvió en las aguas, coloreándola de un lamentable rojo. Su cuerpo podía doler hasta el infierno, pero al menos Levi se sentía bien consigo mismo.

Oponerse a los deseos del rey no era algo de todos los días y tampoco iba a seguir permitiendo que ese hombre lo volviera a tocar. De sólo recordar todas las veces en que se vio obligado a hacer cosas que realmente no quería hacer, se le revolvía el estómago.

Erwin había llegado a un límite y Levi estaba consciente de eso. La cercanía con el sacerdote en el último tiempo le había abierto los ojos a la existencia de un futuro.

Levi por primera vez pensaba en el mañana.





Luz en la oscuridad [Zevi / Historia completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora