7- Sueños

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Era de madrugada y Zeke giró en su cama con angustia mientras se hundía en ese profundo sopor.

Ese hombre salvaje no dejaba de entrometerse incluso en sus sueños que él no podía controlar. Sus manos torpes sostenían el rostro de Levi, conteniendo los deseos desenfrenados de gritar, porque de algún modo se sentía culpable.

El hombre de sus fantasías lo calmó, acariciando con ternura su rostro y su delicado contacto, fue suficiente para derrumbar las barreras que formó imaginariamente el sacerdote en su cabeza.

—En el fondo de ti, quieres que suceda. ¿Ves esto? —dijo Levi señalando su duro miembro bajo la tela.— No sabes cuánto te deseo.

Zeke apretó la mandíbula avanzando algunos pasos, queriendo tal vez escapar de aquel sitio. Intentó hacerlo, pero los pies descalzos de Levi fueron más rápidos y sintió unos brazos aferrándose a su cuerpo así como también un tibio rostro escondiéndose en su espalda.

—No te vayas, sacerdote— parecía un reclamo saliendo de los labios de Levi.

El sacerdote se volteó para observarlo sin ser consciente de lo mucho que deseaba sentir ese tipo de contacto.

La mano de Zeke por simple capricho acarició el rostro contrario y luego lo besó con suavidad sin ningún tipo de prisa. Levi correspondió con lentitud a ese dulce movimiento de labios contra los suyos que pronto se transformaron en pecaminosos mordiscos y jadeos, con sus dedos deslizándose en lugares que jamás fueron explorados con tanto deseo.

Se separaron por algunos instantes, cada uno respirando con dificultad mientras unieron sus frentes. Levi jadeó cuando sintió las grandes manos de ese hombre en su piel y en respuesta él se aferró a su espalda, trepando con facilidad sus caderas que hicieron más cercano el momento de intimidad donde seguían rozando sus cuerpos y calentando más sus pieles deseosas de algo más.

Sin dejar de acariciarse ni de besarse con ensoñación, el sacerdote se quitó los zapatos mientras caminaba con torpeza y se dejó caer junto al prisionero sobre la vieja cama, que emitió un chirrido por el peso de sus cuerpos. Zeke aún se sentía ansioso, pero existían ciertas cosas que no necesitaban de práctica previa, sino más bien que eran solo producto del instinto animal.

Zeke no sabía lo que estaba haciendo cuando le quitó la camisa a Levi, ni cuando él extendió los brazos permitiendo que Levi le quitara la sotana. El innato deseo le hizo besar con adoración cada parte de la piel disponible de Levi, el cual por primera vez no se sentía solo un animal expuesto a malos tratos y a forzados actos sexuales. Esta vez era distinto, tan distinto que el prisionero no sabía si era real o parte de su imaginación.

El mismo sacerdote que llevaba meses visitándolo en secreto y arriesgando su vida por ello, pasaba su lengua por todo su cuerpo, mordiendo con suavidad su pecho humedeciéndolo con su saliva, bajando por su abdomen y sonriendo un poco tímido por lo que estaba a punto de hacer.

Se observaron un instante como parte del consentimiento, Levi asintió permitiéndole continuar viendo el vaho cálido escapando de su boca y con dedos temblorosos condujo a Zeke hacia su pantalón para ayudarlo a deshacerse de él junto con su ropa interior.

El sacerdote sonrió para sí mismo, aquello era tal cual como se lo imaginaba. Desde su ángulo Levi lucía tentador, con su piel pálida con cierto rubor por la fricción de sus cuerpos y habiendo obtenido algo de masa corporal tras mejorar su alimentación.

Levi tembló de pies a cabeza y reprimió un ahogado gemido que amenazaba con escapar de sus labios cuando sintió el tibio aliento de esa bendita boca rodeando su palpitante verga. Zeke comenzó lamiendo y succionando, sintiendo la misma cantidad de maravillosas sensaciones que cuando le besó. Levi cerró los ojos y se llevó ambas manos a la boca para evitar maldecir.

Luz en la oscuridad [Zevi / Historia completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora