Besos

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—¿Vas a seguir yendo de visita? ¿Tenías una amiga ahí, verdad?

Han pasado diez minutos, y a pesar de que he insistido, han acabado llevándose a Adrián.

—¿Te pondría celosa si así fuera? —carraspea y luego se cruza de brazos, haciendo que la camiseta se le levante tan solo unos centímetros, pero logrando distraerme igualmente—. Sí, tengo una amiga ahí, pero, ¿cómo lo sabes?

—Eso es bueno. Estoy segura de que tu amiga, es una buena persona.

Hablamos varias veces durante estos años, ella me informaba como estaba Adriel, a veces, me pedía consejos sobre él. Adriel lo descubrió, ella me lo contó, y, aun así, Adriel le permitió seguir contando algunas cosas los primeros dos años. Era poco, pero sabía algo, y supongo que podía conformarme.

—¿Celosa? Si es así, te recuerdo que la que me engaño y mintió fuiste tú.

—Te he pedido perdón miles de veces. Te he llamado en todos estos años, buscado cuando has venido. Lo siento, Adriel, lo siento tanto. Siento que te hayas perdido cosas de nuestro hijo, siento haberte destrozado el corazón.

Sus ojos brillas, avisando que, en cualquier momento, una lágrima traicionera podría salir, su pecho se agita y sus brazos caen.

—No te perdono.

—Eres un infantil.

—Tú eres una niñata.

—¡Inmaduro!

—¡Inmadura!

—¡Pene pequeño!

—¡Tú tienes los pechos pequeños!

—¿Estás seguro de eso? —No creo que sea lo adecuado teniendo en cuenta todo lo que ha pasado, pero no pienso, meto la mano sobre el dobladillo de mi camiseta, levantándola. No llevo sujetador, así que solo lo facilita más.

Nadie va a reírse de mis pechos.

—Yo…

—¿Te he dejado sin palabras, Adriel? —cuando vuelve a mirarme, sus ojos están abiertos de par en par, su boca entre abierta y su mirada sube y baja, con las mejillas demasiado rojas.

—Claro que no —carraspea, sentándose en otro sillón, agarrando una almohada—. ¿De qué estábamos hablando?

—Ibas a dejarme ganar esta discusión y perdonarme por ser una idiota.

—Tienes raz… —niega con la cabeza cuando la camiseta vuelve a deslizarse hacia abajo, tapándome—. ¡No puedes enseñarme los pechos para ganar esta conversación!

—Enséñame tu pene.

—¡No enseño mi pene a personas que odio!

Parpadeo y la sonrisa se me borra de la cara, cuando él sonríe, y no es dulce, es maliciosa.

—¿Eso quieres, Lileth? ¿Quieres ver mi pene?

Sí.

—Probablemente.

Jadeo, cuando se levanta y a pasos lentos, se acerca a mí, besándome.

Cuando nos separamos, trago saliva, suplicando para que no me tiemble la voz.

—Sigues besando igual de mal. Deberías volver a besarme solo para practicar y decirte donde está el error.

Embarazada de mi mejor amigo(Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora