Una noche placida

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Quiero moverme. Derecha, izquierda, vuelvo a mi lado derecho, noto como el lado de Adriel también se mueve varias veces. Suspiro, intentando calmar mis ganas de besarlo. Lo sabía, y, aun así, he aceptado, joder. Lo necesito en todas las formas posibles.

Pasado mañana, voy a tirar esa maldita cama, de todas formas, mi hijo tiene una en su habitación.

—Es temprano.

Buen tema de conversación, Adriel. No vaya a ser que me quede sin saliva de tanto hablar.

Estoy nerviosa. Voy a entrar en pánico.

—Sí, el reloj marca las tres de la mañana. Buena hora.

—No está mal.

—Esto es jodidamente incómodo. Adriel, creo que voy a volver a la cama de Adrián.

Debo aprovechar para hablar mal cuando mi hijo no está. No puedo decir esto delante de un niño que repite todo.

—Puedo dormir yo ahí.

—Eres el invitado, claro que no.

Si me levanto, va a notar que no llevo sujetador. Mis tetas van a delatarme.

—No me importa hacerlo.

—Adriel, creo que estoy cachonda. Lo siento, no puedo evitar imaginarme tu abdomen bajo esa camisa, tú…

—Vale, lo entiendo. Yo he tenido que poner la almohada entre nosotros porque creo que también siento esto. Estoy… duro.

La cosa no mejora. No puedo verlo, pero sé que sus mejillas deben de estar rojas. Le avergüenza usar palabras como estas y a mí me encanta. Me gusta todo de él.

Vale, Oliver tenía razón, somos incapaces de ser amigos.

—Esto se siente muy incómodo —me rio, nerviosa—. Nunca vamos a ser capaces de ser solo amigos, Adriel. Ha pasado un día desde que has llegado, y ya estamos en una cama juntos.

Un gemido lastimero sale de Adriel. Preocupada, lo miro.

—¿Estás bien? ¿Quieres llorar?

—No sé cómo decir esto. Yo… Necesito hacer algo con eso de ahí abajo, Lileth. Va a doler como no lo haga.

Joder, joder, y joder.

¿Debería ayudarlo? ¿Debería irme?

—Puedo irme y… —las palabras mueren en mi boca cuando Adriel se inclina hacia mí, chocando nuestros labios.

No pienso perder esta oportunidad, así que, le sigo el beso. Me cuesta seguirle el ritmo al principio, y parece que a él también. Voy a gemir. Creo que nunca había echado tanto de menos besarme con alguien como ahora. Sus labios son suaves, muy suaves, su bálsamo para labios se pega a los míos, dejándolos pegajosos.

—¡Lo siento!

Me tiro hacia atrás cuando salta de la cama, tirándose del pelo.

—Adriel…

—¡No! ¿Por qué? ¿Por qué no puedo resistirme a ti, Lileth? No lo entiendo. Mierda, no sabes las ganas que tenía de hacerlo, pero fui yo el que dijo lo de ser amigos. En ningún momento dejé de sentir cosas por ti, y no puedo entender por qué. Me pone nervioso que ahora quieras mandarme a la mierda por besarte, por tener una erección. ¡He tenido una erección y ni siquiera te había tocado, Lileth!

Nerviosa, me levanto, acercándome a él.

—Está bien, Adriel. No pasa nada, vamos a sentarnos en la cama.

Cuando lo hace, me pongo frente a él, cruzando las piernas en indio. Hace varios años, estábamos en la misma posición, le hice es pregunta que cambio todo entre nosotros, y ahora, se siente igual.

—Adriel, solo ha sido un beso. Ha ocurrido muchas veces, incluso cuando solo éramos amigos. No paso nada, no te fuiste porque nos besamos, fue por otra razón. No voy a mandarte a la mierda, y siendo sincera, deseaba que lo hicieras. No quiero que esto te altere. No pasa nada, solo ha sido un pequeño desliz.

—Hagamos el amor. Te he echado mucho de menos, Lileth. Ya lo hemos arruinado con el beso, no importa que hagas esta noche. Es una idiotez fingir ser algo que no podemos ser. Te amo, me amas. Olvida todo lo que dije, no quiero ser tu amigo, no podemos ser amigos si imaginamos un futuro juntos.

—Adriel, ¿estás seguro?

—No, pero ya he mandado todo a la porra con ese beso, ahora ya no tenemos nada que perder.

—Nuestra relación. No quiero que vuelvas a irte, no quiero volver a arruinar esto.

—Lo siento, no estoy pensando con la cabeza, Lileth. Tienes razón, lo mejor será que nos tumbemos y durmamos. Mañana hablaremos de esto.

Con las piernas temblando por los nervios, vuelvo a tumbarme en la cama. Adriel me sigue, apagando la luz.

Mientras mi espalda agradece la suavidad de mi colchón, yo solo puedo pensar en lo pronto y rápido que ha acabado esto.

Mantengo las manos en mi estómago, sin querer hablar, y para cuando estoy decidida a intentar dormir, una tercera mano se pone sobre las mías, bajando. Cuando llega a la cinturilla de mi pantalón y se queda quieta, abro los ojos. Está muy oscuro, y no quiero mirarlo, si lo hago, parará.

Claramente, no dice nada mientras su mano se introduce en mis pantalones, siguiendo a mi ropa interior.

Cuando no me toca, lo Imitó. Dirijo una de mis manos a su pantalón, y juro que mi corazón se acelera cuando noto que no lleva ropa interior. Yo tampoco me muevo. Debe notar mis intenciones, así que empieza a mover un dedo, adentrándolo en mis pliegues, encontrando mi clítoris. Me muerdo el labio con fuerza.

Mis manos se encuentran con su polla dura. Está muy dura, demasiado. La aprieto, haciendo que suelte un jadeo. Es casi inaudible, pero me anima a seguir. Movemos nuestras manos, es algo rápido, y tan solo un minuto después, su semen me mancha la mano, mientras mis fluidos manchan sus tres dedos.

—Iré al baño —digo.

Su mano sale de mis pantalones, así que corro, escondiéndome ahí mientras me lavo las manos.

Escucho la puerta de la habitación, y mis ojos se llenan de lágrimas pensadas que se ha marchado. Me sacudo las manos, saliendo rápido del baño

Escucho la puerta de la habitación, y mis ojos se llenan de lágrimas pensadas que se ha marchado.

No, no es capaz, quiero pensar que no.

Me sacudo las manos, saliendo rápido del baño

Cuando salgo, su voz ronca me recibe.

No se ha ido.

—Buenas noches. Descansa.

—Tú también. Gracias.

Cierro los ojos, dejándome llevar esta vez por el sueño.

Embarazada de mi mejor amigo(Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora