[HARRY]
Pateé una pequeña piedrita con la punta de mi tenis mientras intentaba mantener mis pensamientos en los pocos párrafos que había estudiado en la mañana, tenía un examen de Historia y mi mente no parecía cooperar con mis estudios. Gemí en voz baja cuando al repetir nuevamente el segundo párrafo, las fechas se borraron. Sacudiendo la cabeza decidí que si seguía intentando retenerlo, se esfumaría más rápido. Era malo en letras.
Suspiré y acomodé nuevamente mi corona de flores sobre mis rizos. Había pasado una semana completa desde que me había cruzado con el chico de los ojos color cielo y aun seguía usando flores celestes en mi cabello. Era algo así como una extraña manía que había tomado, no era como si esperara volverme a cruzar con él. No, claro que no. Pero hubiera sido lindo ver esos ojos nuevamente.
Y aunque me daba un poco de vergüenza, tenía que admitir que había soñado con ellos. Esas preciosas orbes celestes me habían seguido tanto despierto como dormido. Atormentándome. ¿Como alguien se puede meter tan dentro de tu mente cuando solo lo has visto una vez? Debía ser muy tonto para que algo así me sucediera.
—¡Hey, Maricón! —mi sangre se congeló y mi mente nublada pareció despejarse en un segundo, aquella voz podía hacer que estuviera en mis cinco sentidos y temblando de miedo en menos de dos segundos.
Jason Knight me seguía a un par de metros por detrás junto a su grupo de idiotas sin cerebro. La sonrisa sádica que me dedico cuando volteé a verlo sobre mi hombro logró que mis pies se movieran más rápido sobre el pavimento. Sabia que si me atrapaban ganaría una muestra gratis de que les sucede a los raritos como yo.
Usualmente, Jason arrancaba mis coronas y me insultaba, avergonzándome delante de todo el instituto. Pero últimamente, había optado por recurrir a los idiotas que lo seguían para que la lección quedara clara. El chico era un imbécil cobarde que prefería enviar a otros a hacer el "trabajo sucio" mientras él se regodeaba de la miseria de los más débiles. Lastima que para nosotros, los débiles, daba lo mismo quien arrojara los golpes.
—¡Styles! —escuché como sus pasos se aceleraban e hice lo primero que me vino a la mente, comencé a correr—. ¡No huyas, pequeño afeminado!
Insultos de todo tipo siguieron llegando hasta mis oídos cuando doble frente a una pequeña heladería. Conocía todas esas calles a la perfección y no estaba seguro de poder encontrar refugio antes de que me atraparan. Mirando sobre mi hombro note que había tomado una buena cantidad de ventaja sobre ellos, pero no sería suficiente.
La puerta del salón de tatuajes unos metros adelante se abrió y un chico con el cabello de colores salió. Su mirada se levanto bruscamente y sus ojos se clavaron unos segundos en mi antes de mirar sobre mi cabeza, su expresión se endureció.
—Entra al local, Harry. —ordenó Michael sin mirarme siquiera, no lo pensé dos veces antes de obedecer. Si, era un cobarde, no podía evitarlo.
Apenas puse un pie dentro, la puerta se cerró detrás de mi y escuche los gritos de Michael mientras corría a la parte trasera de la tienda. Luke y Ashton estaban ordenando el salón, sus movimientos se detuvieron cuando me vieron. Rápidamente les dije lo que sucedía y ambos salieron corriendo al frente del lugar, ordenándome con un grito que me quedara dentro.
Adentrándome en la habitación me acerque al sillón negro donde había visto que los chicos hacían los tatuajes y me deje caer sobre él, haciendo el menor ruido posible mientras me esforzaba por escuchar lo que sucedía afuera. Me odie a mi mismo por ser tan cobarde pero luego de las palizas que el séquito de Jason me había obsequiado prefería parecer un maldito ratón miedoso.