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Me paro frente a las puertas del auditorio y respiro profundo para tranquilizarme y prepararme para lo que me espera dentro. No funciona. Sujeto con fuerza la correa de mi mochila en bandolera. Exhalo. Voy por todo. La puerta se abre y veo a la señora Henning de pie frente al escenario. Tiene unos papeles en las manos.

—Le agradezco que llegue a tiempo esta vez —dice mirando su reloj. Me dirijo a ella—. Bueno, cuando el señor Choi decida llegar dígale por favor que lo ayude.

—¿Con qué?

—Necesitamos organizar la utilería para empezar a preparar Romeo y Julieta —explica la señora Henning—. Por favor, tenga cuidado. Algunos objetos los hicieron los alumnos, pero otros fueron donados por mis colegas. Y por eso son sagrados. —Sonríe—. Tenga cuidado.

Asiento. Tampoco tengo otra opción. Ella también parece darse cuenta porque frunce los labios. Se aleja por el pasillo, pero se detiene a medio camino.

—Por favor, quédense todo el tiempo que dure el almuerzo. Si se van o se ponen a hacer otras cosas, lo sabré.

Ni cómo negarlo. Entre los alumnos, la señora Henning tiene la mala reputación de poseer la asombrosa capacidad de saber todo lo que pasa en el auditorio, esté o no presente. Hace algunos meses alguien dañó una de las sillas porque, por una apuesta, pasó corriendo sobre los respaldos; tan pronto como cruzó el umbral, la señora Henning supo quién había sido. Ahora corre el rumor de que podría ser bruja.

—Sí, profesora.

La veo salir y me dirijo al escenario. Quiero acabar con esto tan rápido como sea posible.

El almacén de la utilería es pequeño y está ubicado al fondo del escenario. Sigue siendo un caos desde que presentamos Hamlet. Entro al espacio abarrotado, me quito el blazer que huele a refresco y envuelvo mi mochila con él. Cuando me inclino para organizar una caja de zapatos viejos escucho un débil toque en la puerta.

Yeonjun está recargado en el marco y me mira como si me viera por primera vez, a mi verdadero yo. No puedo decidir si eso es bueno o malo. Me aclaro la garganta, incómodo.

—Ah, llegaste.

Espero poder ignorar la presencia tan incómoda al otro lado del pequeño lugar y busco el par del zapato que tengo en la mano. Mi corazón late con fuerza en mi pecho. Estamos solos y todavía tenemos que hablar. ¿Debería sacar yo primero el tema? ¿Debería quedarme callado? No sé qué hacer, qué decir, cómo actuar.

—Perdón por llegar tarde —dice Yeonjun mientras coloca su mochila junto a la mía. Tiene dos sándwiches en la mano—. Toma.

Miro su mano extendida.

—¿Esto para qué?

—Pensé que quizá tendrías hambre.

Dudo, considero si debo aceptar el sándwich, pero el fuerte gruñido de mi estómago toma la decisión por mí. Lo tomo mascullando las gracias.

跟我出来, 崔妍俊! [ YeonBin ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora