Gerard siempre me despertaba por accidente cuando se levantaba para ir a la Universidad. Mucha de la culpa no era suya, sino de mi cuerpo, que por esa hora casi siempre comenzaba a acalambrarse y me resultaba muy fácil despertarme con cualquier rumor del cuarto. Muchas veces me quedaba en la cama para conciliar el sueño parcialmente, hasta que la temperatura o el asco me hacían levantarme. Otra veces, me levantaba apenas si Gerard abandonaba el departamento. Era una decisión que cada vez se volvía más difícil, especialmente en un momento en donde ya no sabía diferenciar entre si estaba empastillado o no.
Fue en ese estado de incomodidad cuando escuché el timbre del intercomunicador. Acostado bocarriba, abrí los ojos sintiendo un ardor de insomnio, pese a que me la pasaba metido en sueños. Otro pitido volvió a zumbar en el aire. Nadie tocaba el timbre los lunes por la mañana. Me levanté con pereza, sentía mis extremidades como de cartón. Pensé en el día anterior al que estaba, pero sólo recordé que Frank había visitado a Gerard para ayudarlo con sus tareas de modelo en vivo, y que yo había decidido encerrarme en el cuarto el resto del día.
Al llegar a la puerta, presioné el botón del intercomunicador con desgano.
—¿Sí? — Me sorprendió lo ronca que tenía la voz, parecía que no la había usado en absoluto durante dos días.
—Soy Jepharee, ¿te desperté?
Primero sentí una especie de puñetazo en el estómago, pero después se me encimaron tantos pensamientos, posibilidades y malestares, que quise correr al baño y empinarme mi nuevo bote de pastillas completo; era una buena opción, una que incluso iba a quitarme mis demás pesares de paso. Sin embargo, antes de que pudiera abandonar la entrada o contestar con algún monosílabo, mi dedo índice presionó el botón para abrirle la puerta del edificio a Jepharee. Tal vez una consecuencia del consumo de pastillas era que el cuerpo comenzaba a actuar por cuenta propia. Me quedé quieto, estático, durante lo que a mí me pareció un instante, hasta que dos golpes contra la puerta me demostraron lo contrario. Era imposible que Jepha pudiera moverse a la velocidad de la luz.
Una vez más, me quedé estupefacto. Mi estómago parecía dar vueltas y vueltas, las manos me sudaban, y la garganta me escocía. Necesitaba una pastilla, o dos, o cuatro. Después, volviendo a actuar en contra de mi voluntad, abrí la puerta: "Gerard no me da las pastillas, yo las consigo solo".
—Perdóname, no debí preguntarte cosas de tu vida privada.
No pude hacer otra cosa sino verlo. Jepha me devolvió la mirada, y me asustó ver tanta sinceridad en sus ojos. Como si hubiera tomado mis pastillas, las vueltas en mi estómago se detuvieron.
—¿Puedo pasar? — preguntó enseguida. Asentí con la cabeza sin darme cuenta. Tal vez Jepha no era un tatuador como me había dicho alguna vez, tal vez hipnotizaba personas.
Me hice a un lado para verlo entrar. Su mirada se paseó por toda la sala. Quise excusarme para correr al baño. Se suponía que Ziggy salía al parque los lunes.
—Siento venir a esta hora, pero no quería meterte en problemas con tu pareja, o bueno, no sé, ¿hubieras preferido que viniera más tarde? — Se dio la vuelta para verme. De nuevo me pregunté por qué yo no tenía ni una mínima idea de lo que Jepharee estaba pensando.
—Ah... Esta hora está bien. — Logré articular. Jepha soltó un suspiro que me llegó al alma.
—De verdad perdóname, es sólo que me asustó mucho verte en el parque así. Y luego, cuando me dijiste... que ya habías... muchas veces... Perdóname, sé que apenas nos conocemos, pero en serio me caes muy bien, y ese día que te quedaste en mi casa me puse a pensar mucho. Sé que no tengo ningún derecho a meterme en tu vida, mucho menos en tu relación, pero cuando me dijiste que estabas muy triste, y luego te vi así... No sé, me siento mal, Bert. — Movía mucho las manos para explicarse. Se oía honesto, al menos mucho más que cualquier persona que yo hubiera conocido hasta el momento... incluyéndome.