03 domingo

47 10 0
                                    


Verlos abrazarse me remitía a pensar en ellos gimiendo desde dentro de nuestra habitación. La imagen no podía concretarla con certeza, pero los sonidos se reproducían nítidamente en mi cabeza. Dejaba de verlos abrazarse para imaginarlos besándose, tocándose, hablándose y escuchándose. El abrazo entonces se volvía sólo una pizquita, y así no importaba que se despidieran con tanto cariño frente a mí.

—Nos vemos mañana, Frankie— antes de romper el abrazo, Gerard giró el rostro y le besó la mejilla.

—Hasta mañana —al separarse, Frank me miró y levantó su mano derecha. —Me dices si quieres el número del centro. — Sólo me quedé viéndolo. —Bueno, ya me voy — se giró en dirección a Gerard para darle otro beso más en la mejilla. —Adiós, Bert.

—Adiós — Gerard cerró la puerta cuando Frank salió, y tardó unos segundos en voltearse para verme.

—Yo creo que es una buena opción. — Dijo.

—Yo creo que sólo quieres anexarme para que ya no me tome tus medicamentos — y pensaba que para muchas otras cosas también, pero no encontraba cómo decirlo con la boca entumida.

—Estuviste bebiendo toda la tarde, no pienso ponerme a discutir contigo.

—¿Qué se suponía que hiciera? Escondiste todas las pastillas. — Las palabras se arrastraron sin poder alinearse.

—Si tanto necesitas las tuyas, ve a terapia tú también. —Lo vi fruncir las cejas— Frank sólo quiere ayudar, ¿podemos ir a ver el centro al menos? — Los imaginé besándose, hablándose y tomándose las manos.

— ¿Dónde es?

—Frank te dijo, es en San José. — Pensé en el tiempo que se haría en auto para ir de donde vivíamos hasta allá.

—No quiero ir — la voz me salió rasposa. Gerard soltó una especie de suspiro irritado, y caminó en dirección a la cocina.

—Ya lo intentamos aquí en San Francisco, no hay más centros a dónde ir. Frank dice que es de los mejores lugares del estado. — Lo seguí por inercia, aunque no pensaba aceptar. Al llegar a la cocina, él se fue directo a recoger la tetera sucia y un plato que había sobre el comedor. Busqué con la mirada la botella de Red Label que había estado bebiendo, pero no estaba sobre la mesa. —Iré a verte los fines de semana. — Con lentitud, devolví la mirada al cuerpo de Gerard. Me daba la espalda, mientras abría la llave del fregadero para lavar los trastes sucios.

— ¿Y la botella de Red Label? — Decidí preguntar. — Quedaba más de la mitad. — Gerard suspiró notablemente molesto, se secó las manos con una toallita y caminó directamente a la alacena. Después se volvió hacia mí y me tendió la botella con hostilidad.

—Tómatela toda, yo no la quiero. — Sostuve la botella antes de que la soltara. —Voy a alcanzar a Frank, olvidé que había otra tarea más.

— ¿Vas a volver? — Pregunté, mientras lo veía alejarse hacia la entrada de la cocina.

—Depende; si terminamos muy tarde me conviene quedarme, Frank vive más cerca de la Facultad — se detuvo un segundo a explicarme.

— ¿No te puedo ayudar yo?

— ¿Con mi tarea? Nunca te quedas quieto — me vio con ironía. —No podrías hacer las poses que necesito, menos borracho. — Sentí el sollozo subiéndome por la garganta. —Mañana hablamos. — Caminó lo que faltaba para salir del departamento.

Me quedé de pie, sosteniendo la botella de whiskey, hasta que escuché la puerta principal cerrarse, después suspiré por la nariz y bajé la vista a la botella. Me pregunté el tiempo que los modelos se quedarían quietos para que los pintaran, y si es que había algunos que, como yo, no podían hacerlo.

desidia |gerbert Donde viven las historias. Descúbrelo ahora