Capítulo ocho: Conexiones

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En el reino helado, Trillix, continuaban las incertidumbres. El sueño dimensional que atravesaba Selfya preocupaba a todos los habitantes del castillo, ya que las acciones inconscientemente que realizaba no eran comunes, y esto provocaba miedo en las hadas ya que sabían que podía morir atrapada en dicho sueño.

Habían transcurrido dos días, los cuales fueron evidentemente agobiantes para todos, ya que en pocas horas debían tomar una importante decisión que dividía sus caminos.

—¿Nos marcharemos? —preguntó Lyra al escuchar la conversación que mantenían Lúmina y Rygel.

—Lyra, a nosotros también nos afecta dejarla aquí; pero es lo mejor —dijo Rygel mirando hacia el balcón.

—Selfya nos necesita, no podemos simplemente dejarla aquí, somos sus amigos, no podemos hacerlo, yo no puedo —respondió enojada.

—A mí también me sienta mal dejarla a cuidado de la reina; pero estará bien junto a ella y las Wilist. Nos comprometimos a cumplir la misión, Selfya hubiese querido que avanzáramos —dijo Lúmina.

—Sé que tienes razón; pero no puedo dejarla —suspiró.

—¿Rygel? ¿Sucede algo? —preguntó Lúmina al ver su mirada perdida en las montañas nevadas.

—No es nada —suspiró saliendo al balcón.

—¿Rygel? Sabes que puedes confiar en nosotras —comentó Lyra dirigiéndose hacia él.

—Siempre te apoyaremos —dijo Lúmina colocando una mano en su hombro.

—Lo sé, gracias —sonrió—. Con todo lo que ha sucedido con Selfya no había tenido tiempo para pensar en lo que me sucedió en aquellas montañas, por ello, cuando las vi, mi mirada quedó atrapada logrando transportarme a lo que viví aquel día. La rabia y dolor que siento no cesa, siento que debo acabar con los planes de Alshain y mi padre.

—¿Tu padre? ¿Qué sucedió en las montañas? —preguntó Lyra sin comprender los sentimientos de ira y dolor hacia su padre.

Rygel comenzó a contarles todo lo que había vivido, desde el enfrentamiento con las ilusiones de su madre, hasta obtener su nuevo poder Bomba Espigal.

—¡El rey Fonix planeó todo esto! —expresó Lyra sorprendida.

—¡No tiene sentido! Si tu padre fue cómplice junto al rey Pólux, ¿cómo es posible que tu reino haya sido doblegado por el ejército de hadas de Ogost? ¿No crees en la posibilidad de que no sea cierto? —preguntó Lúmina sin comprender la situación.

—He intentado convencerme de que no es cierto; pero, ¡fue mi madre! ¡Mi madre! La vi, pude ver en lo que se había convertido, vi lo que mi padre le hizo. Pensé que había muerto por mi culpa, y todo fue un plan de él. Al principio lo dudé, creía que todo había sido una ilusión; pero al escuchar sus historias, sentí como el dolor de culpabilidad se desvanecía dentro de mí y nacía el de venganza. ¡Él lo pagará! Le haré pagar cada lágrima derramada, cada pesadilla, cada pensamiento de culpa que sentí.

—Rygel, la venganza no es la forma correcta de solucionarlo —dijo Lyra intentando calmarlo.

—¿No? ¿Puedes decirme cuál es? No tienes idea de lo que he pasado, ha sido un infierno. Estos años sin mi madre el reino no ha vuelto a ser el mismo, yo no he vuelto a ser el mismo. Desde el día en que la perdí, la alegría se desvaneció en las aguas de Forest, la primavera no ha vuelto a ser la misma, las flores no tienen el delicado color, la brisa no suele ser acogedora. La reina ha fallecido, mi tierra lo siente, lo sufre y lo llora; pero yo, sufro más que la naturaleza, mi alma se ha desvanecido junto a las aguas celestiales. 

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