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Fueron dos vuelos los que tomaron, pues no había viajes directos a la ciudad.

Llegaron a la una de la mañana. Tomaron uno de los taxis de afuera, le dieron un papel y le pidieron que los llevara a esa dirección. Más o menos les tomó otra hora llegar.

Le pagaron al taxista, se despidieron y caminaron hasta quedar delante de la puerta del edificio.

Ambos se miraron, esperando ver quién sería el valiente en abrir. Después de veinte segundos alguien les abrió desde dentro.

Era el portero. Se trataba de un señor de la tercera edad, quien se presentó como Henry. Les preguntó si eran los chicos de los que Ezequiel había hablado, y cuando respondieron que sí, los hizo pasar.

Mientras los llevaba al departamento les comentó un poco de su vida.

A mitad de camino Iván lo interrumpió preguntado si él había visto el torneo. Sebastián le dió un zape, mientras el señor se reía y le decía que no, pues cuando fue el último torneo él tenía dos años.

Llegaron al departamento, le agradecieron al hombre, quien les respondió con una reverencia y se fue, no sin antes recordarles que el elevador estaba en reparación.

Sebastián se quitó la capa, fue a una de las habitaciones, cerró la puerta y cayó rendido en la cama.

Iván pensaba leer de nuevo el documento, pero el cansancio le pudo más, quedándose dormido en el sillón de la sala.

El primero en despertar fue el pelirrojo. Se levantó todo adormilado, salió de su habitación y al ver al azabache dormido optó por darse un baño.

Salió de la ducha, y esperaba ponerse la misma ropa, pero vió que estaba sucia. El chico soltó un gruñido de frustración.

Sí, él no traía ningún otro cambio de ropa, por lo que, durante el tiempo que estuvieron en la casa de Ginger le pedía a la castaña menor permiso para lavar su ropa. Ésto lo hacía por las noches para usar la pijama y no andar en pelotas, y en las mañanas la chica le prestaba una plancha portátil para hacer que se secara más rápido.

Pero ahora con todo el viaje se le olvidó por completo, y no sabía qué hacer.

Se asomó desde la puerta, viendo que el chico seguía dormido.

Ni modo, no se iba a quedar todo el día con una toalla.

Agarró un poco de papel, lo hizo bolita y se lo aventó a Iván.

Después de cuatro pelotas de papel lanzadas, el de gabardina despertó.

— Qué quieres? — Preguntó mientras se acercaba a la puerta del baño

— Necesito tu ayuda

— No voy a entrar

— N- no, no es nada de eso

— Entonces?

— Mi ropa está sucia.

...

— No voy a lavar tu ropa

— Entonces podrías prestarme algo tuyo?

— No jodas, en primera ni creo que te quede

El pelirrojo cerró la puerta con fuerza.

— .... Arg... — Sacó su billetera y se puso a contar — Creo que tienes suerte, qué talla eres?

(...)

Venía hecho una fiera.

Tuvo que ir a preguntarle al anciano en dónde podía cambiar su dinero por dólares, así como en dónde estaba el centro comercial, y por no saberse explicar, ahora el viejo piensa que son pareja.

K.O.F. : "Cenizas del Pasado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora