Ares se sentía como un monstruo, odiaba esa sensación, pero era lo que era y no lo podía cambiar por mucho que Apolo o Zeus se empeñaran en que lo hiciera. No sabía cómo Scarlett podía pensar cosas buenas de él, estaba claro que no lo conocía de nada pero aun así, por extraño que pareciera, confiaba en él. Eso era nuevo para Ares, aparte de Apolo nadie ha sido lo bastante estúpido como para depositar su fe ciega en Ares, el Dios de la guerra. Scarlett era demasiado buena, no se merecía que la utilizara para llegar a su propósito, aunque realmente ni siquiera lo estaba intentando, pues no podía decirse que hubiera sido amable con ella, más bien todo lo contrario.
Aunque debía de reconocer que desde que la había conocido, su maldad no se había apoderado de él, bueno fuera del ring, claro. Pero esto era una mera casualidad, Scarlett no tenía nada que ver, no es que quisiera ser mejor Dios por ella o algo así, simplemente había surgido de esa manera.
Estaba anocheciendo y entró en el gimnasio donde entrenaba, no le apetecía volver aún a aquella gran casa en la que habitaban, no era gran cosa comparada con el palacio en el que vivía en las profundidades de la tierra, pero era agradable. Allí no había personas que le temieran por ser el dios de la guerra, simplemente era Ares viviendo con su hermanastro, los pocos sirvientes no se hacían visibles, a excepción de Hestia. A la cual la estaba cogiendo especial cariño, quizá porque era la única que no lo miraba con cara de terror. Recorrió la gran sala hasta los vestuarios, y al ver por las altas ventanas que ya era bien entrada la noche, le vino a la mente los sueños que tenía últimamente con Scarlett. Aquello no podía ser buena señal, pues lo dioses no soñaban. Todo lo que estaba relacionado con aquella humana era extraño, su comportamiento con ella lo era y lo mosqueaba un montón. Aun sentía el sabor de sus suaves labios en los suyos e incluso el sabor de su cuerpo, cosa que no comprendía ¿Se estaba volviendo loco? No quiso darle más vueltas y se fue a cambiar para llevar a cabo un arduo entrenamiento.
***
Aquella noche Scarlett se acostó más tarde de lo normal, estaba reventada, pues por la tarde tuvieron que trasladar el atrezzo a otra sala y aquellos malditos muebles y la decoración pesaban como muertos.
—Peor que ir al gimnasio, mañana tendré agujetas fijo —se dijo Scarlett mientras se metía en la cama.
Eran las doce y pico de la noche y parecía que esa noche tampoco iba a venir Ares. En realidad era mejor, pues no quería acabar locamente enamorada de un hombre que ni siquiera se enteraba de que tenían algo, si es que lo tenían, pues claramente para Ares no era así. Por no pensar lo raro que era todo lo relacionado con aquellos dos hermanos, empezando por sus brillantes ojos, su extraño comportamiento, sus secretos y acabando por su espectacular físico.
—Aix... en qué líos me meto yo sola... En fin será mejor que duerma y deje de pensar en Ares, él nunca querría algo conmigo, no sé porqué dejo que me haga esto..., bueno sí lo sé, porque siento que me necesita de verdad ¿Por qué? Es raro que alguien tenga necesidad de ti, deseo sí, pero ¿Necesidad? Es como si pudiera morir... ¡Estoy enloqueciendo! Otro síntoma de que tengo que dejar de hablar sola. —Rio ella.
Hoy le habían recordado en el trabajo que pronto sería el descanso de temporada, que justo empezaba la semana que viene, y Scarlett decidió que lo mejor seria ir a visitar a su madre y Dafne unos cuantos días, olvidarse de Ares y de Sean. Estaba deseando tener paz y tranquilidad, sin preocupaciones de extraños comportamientos y sensaciones que la abrumaban.
No tardó en dormirse, aquella noche, Ares no apareció y Scarlett lo agradeció, pero en el fondo se moría por sentirlo.
***
La semana siguiente pasó rápida y el domingo, después de la última representación de la obra partiría para su pequeño pueblo para visitar a su madre. En cierta manera estaba huyendo, lo sabía, pero necesitaba un respiro de lo que sentía y ocurría con Ares y Sean. Durante esa semana Ares no había venido por las noches y Scarlett pensó que ya se había cansado de ella, o ya se había saciado, no sabía por qué pero tampoco quería pensar mucho en ello. La verdad era que echaba de menos acurrucarse en su cuerpo y sentir su calor y su excitante olor a miel y fuego. Uno de los días sí que lo había visto cuando Nick la invitó al cine, pero Ares tenía entrenamiento, por lo que no se quedó con ellos. Fue cuando le dijo a Nick que se marchaba durante unas semanas al pueblo de su madre. Primero vio preocupación en sus ojos pero después le sonrió y se ofreció a llevarla, claramente ella se negó, pues su coche ya había salido del taller y podía ir por su propio pie, además si estaba huyendo de Ares, que Nick la llevara no era muy inteligente.
ESTÁS LEYENDO
El escudo de los Dioses
RomanceScarlett Bouclier está cumpliendo su sueño de ser directora de arte en una pequeña compañía de teatro, pero todo cambia en un segundo y, la aparición del misterioso Nick y su hermano Ares, un moreno de ojos dorados y actitud enfadada con el mundo, h...